Suena la pregonera de latón en todos los territorios del país. La cercanía de la cacería hace que se limpien las botas altas y se engrasen las piezas de las múltiples armas electorales. Ya quisieran algunos que acabáramos amarrados sobre el capó de una ranchera como presa exhibida, persuasiva. Ocurre en algunos países de este planeta. Pero, aquí más bien se trata de tiro al plato. Deportivamente se posicionan, estudian distancias y velocidades. Nos invocan, nos apuntan y nos disparan. Entrevistas, bailes, inauguraciones y visitas populares como ráfagas de ametralladora. Balas interesadas y ladridos de perros tras nosotros.
Como platos, como votos, en algún punto de nuestra trayectoria elíptica, es probable que nos acierten de lleno. Rompiéndonos en pequeños pedazos, otra vez. Si no es así, y no somos derribados, nos queda seguir y esperar no quebrar en la caída contra el suelo.