Detrás de la frontera, un mundo.
Buscando la palabra frontera en Google me ha llamado la atención esta definición: “Restringido al ámbito político, este término se refiere a una región o franja, mientras que el término límite está ligado a una concepción imaginaria”. Cabe distinguir entre los dos términos, puesto que a menudo se confunden. Si bien una frontera es física y requiere de presencia soberana en forma de ejército o policía, el límite es una línea (también física) que no tiene por qué ser fija. En este caso la definición se refiere al límite que nos ponemos nosotros mismos a la hora de actuar, no al concepto físico. No obstante, ambos términos no dejan de estar relacionados, puesto que una frontera ya de por sí es un límite.
Para definir unas líneas divisorias entre países es necesaria una política de frontera, fenómeno que se desarrolla hasta llegar a su máxima expresión a principios del Siglo XVIII. Un ejemplo de la necesidad de una política de fronteras es el caso del actual conflicto entre Ucrania y Rusia. Según el historiador Manuel Lucena-Giraldo, “si Ucrania hubiera tenido una política de frontera no se habría encontrado con un límite inmanejable”, especialmente en la península de Crimea.
Antiguamente, en la época colonial y durante la conquista de América, no existía el concepto de frontera. Tampoco había necesidad, puesto que había poca población nativa en el continente, el estilo de vida era nómada, había poco comercio y escasos intereses políticos. Cuando aceleró la colonización del Nuevo Mundo la cosa cambió y surgieron peleas por los dominios de las poblaciones, la esclavitud, el narcotráfico y por lo tanto, empezaron los intereses comerciales y políticos. Luego vino la repartición de las colonias africanas en pleno s. XIX, y se establecieron las fronteras, literalmente, con escuadra y cartabón.
Las fronteras han ido y seguirán evolucionado a los largo de la Historia. Tal y como las conocemos actualmente son fronteras artificiales, aunque las hayamos naturalizado. Son susceptibles de cambiar, moverse y transformarse. Si cayó el Muro de Berlín, algún día también podrían derrumbarse los muros que separan a Israel y Palestina. Ambas barreras también eran y son fronteras.
Cuando decimos frontera lo primero que nos viene a la mente son palabras como inmigración, y la vinculamos a la relación entre países. Sin embargo no está de más decir que hay varios tipos de barreras invisibles, pero que nos afectan día a día vivamos donde vivamos. Son los muros que separan a la población por criterios económicos, raciales o étnicos, además de los bordes aéreos, marítimos, fluviales o lacustres, lo que conocemos como “fronteras naturales”.
La frontera supone una barrera con algo o alguien, por lo que el término implica a dos o más partes. Por eso, en ocasiones, el confín no debe por qué tener connotaciones negativas, sino que el hecho de que la frontera se vea como un ente negativo o positivo lo provoca la relación entre las dos partes implicadas. Las fronteras no son blancas o negras, sino que tienen varias tonalidades dependiendo de su uso y origen. Socialmente, cuando se establece una frontera y se define un territorio, se presupone que separa una identidad social y cultural, unas costumbres, y sobre todo, una nacionalidad. Los ciudadanos que permanecen en un lado determinado del borde están sujetos a las mismas leyes y disfrutan de derechos comunes. Hay un “ellos” y un “nosotros”, y esta relación es clave para entender las fronteras. Como dice Manuel Lucena-Giraldo, “la frontera es una realidad social que se antepone a la realidad política, que es el mapa de la línea divisoria”.
Una frontera para un país significa el límite de la jurisdicción del mismo y su área de influencia. Y sirve para intentar evitar que otros estados intenten actuar en territorios ajenos. El hecho de establecer fronteras contrasta con la aceptación de que un ciudadano tenga varias nacionalidades. Eso es algo muy común en Sudamérica. Este hecho que ha aumentado debido a la globalización, que ha fomentado el convenio entre países para que sea posible tener más de una nacionalidad, dejando atrás el concepto antiguo de “la suerte” de haber en nacido en un país, idea propia de las repúblicas. En la Unión Europea el resultado más claro de esta línea de actuación es el convenio Schengen, en el que 16 países acordaron no tener un control de fronteras interno, sino exteriorizarlo. Es decir, se establece una frontera externa entre los países que no forman parte del convenio.
¿Qué supone cruzar una frontera? ¿Es tan difícil? No, si hay convenios. Pero Schengen no es la norma. Y es que la frontera entre África a Europa supone en la mayoría de las veces la muerte de las personas que la intentan cruzar. Ceuta o Melilla se han convertido en muros de la muerte, pese a que la UE y el Gobierno español los pinten como vallas de “protección”. No sólo no es así, sino que además de provocar la muerte de personas, la policía europea intentan evitar que las interceptaciones de pateras entre Marruecos y España o Túnez e Italia ocurran en aguas controladas por el país septentrional. Por este motivo, con ayuda de la policía se intenta que la embarcación vaya en dirección mar adentro.
Según fuentes de Amnistía Internacional para el diario Público, la Unión Europea se ha gastado el triple en fortificar sus fronteras que en atención a refugiados y desplazados. Concretamente cerca de 2.000 millones, que se han cobrado la vida de 23.000 personas en los últimos 10 años. De todas maneras, también es cierto que las fronteras son necesarias. Como dice Joseba Louzao, historiador, “la utopía de un mundo sin fronteras no deja de ser un no lugar, sería una distopía donde no nos gustaría vivir”. Para el ser humano el sentimiento de arraigo y de pertenecer a algo es fundamental. Según Joseba, no nos damos cuenta de que las fronteras nos hacen vivir más cómodos y seguros.
El ser humano es un ser migratorio, ya sea por razones económicas, laborales, o incluso el hambre y la búsqueda de una vida mejor. Por lo que a pesar de la construcción y levantamiento de fronteras, el ser humano siempre intentará cruzarlas. Cuando se deshacen fronteras, automáticamente aparecen nuevas. Al ser un fenómeno dinámico y constante, aunque las fronteras provoquen las guerras más cruentas, siempre existirán.
Fotografías: Wikicommons