Esa primavera nada florecía, nadie respiraba. Fueron atardeceres de fuego intenso por venganzas del narcotráfico, noches de ciudades desoladas y amaneceres de ausencias. El tiempo transcurría vacío sin ellos. Comandos formados por decenas de sicarios quemaron casas, destruyeron familias y desaparecieron rastros de humanidad, incluidos inocentes que ahora son un recuerdo.
Allende está en ruinas. No existe tramo donde no haya casas destruidas. No hay nada que rescatar de las fachadas que aún parecen nuevas. No tienen puertas, ni ventanas. Pareciera que un torbellino, o algo más fuerte arrasó con lo que había de vida.
El centro de la ciudad deambula entre hombres de sombrero, personas armadas y jóvenes en bicicleta que portan radios de comunicación y dan vueltas aturdidos en busca de extraños.
La tarde del viernes 18 de marzo de 2011 nunca se olvidará…
«Ya, ¿para qué?»
—Dicen que entraron como 30 trocas, con placas de Tamaulipas. Una persona me dijo que eran muchos, que andaban encapuchados. Se lo llevaron junto con el velador. Lo subieron a una troca, se lo llevaron caminando enfrente de ellos.
Ella recuerda todo entre las sombras. Los rumores de muerte. El esposo que no volvió.
Había salido de trabajar de la casa que construyó para José Luis Garza Gaytán, un presunto narcotraficante del Cártel de Los Zetas, donde era albañil. Ya estaba descansando en su hogar, acompañado de sus cinco hijos de 20, 14, 10, 6 y 5 años de edad. Y una llamada telefónica a uno de sus dos celulares recomendó que regresara a casa de su patrón.
Ya no lo volvieron a ver. Pasaron las horas. Dieron las 12 de la noche, las cuatro de la madrugada. Ella supo que en 18 años de casados nunca había desaparecido así de repente.
En casa de sus suegros recomendaron ir a la casa del jefe, vieron la camioneta Ford F150 estacionada y nada les pareció extraño. Hasta que telefonearon al velador para tratar de sentirse más tranquilos.
Del otro lado de la línea contestó un muchacho.
—¿No sabes lo que pasó? Anoche entró un comando de los viejos, se llevaron a mi papá. Y a tu esposo también.
Corriendo fue a verlos. Todos estaban llorando como si estuvieran velando un muerto, luego velarían a todo el pueblo.
—Él tenia dos celulares, en uno nada más le marcaba el patrón. Uno había quedado aquí en la casa. Yo marqué a todos los teléfonos de esa gente que él tenía registrado y no contestó absolutamente nadie. Tuve la esperanza que por decir ese día, el sábado por la tarde, domingo, lunes, él volviera. Ya no volvió.
Inmediatamente vino la rapiña y destrucción. El mismo comando de Los Zetas, llenos de hombres armados, con uniformes operativos y capuchas, daban la orden a la población de entrar y sacar las pertenencias de las casas para después destruirlas con mazos, y maquinaria pesada.
—El domingo por la tarde empezaron a tumbar las casas, a quemarlas. Para el lunes ya estaban saqueando todas. Incluso estaban quemando casas enfrente de la del Presidente Municipal [Sergio Lozan+o, mismo que yo creo estaba metido debajo de una mesa, o en el baño. Sabrá Dios dónde estaría porque nadie hizo absolutamente nada. Todo el pueblo como aves de rapiña, las trocas las mirabas llenas de muebles donde andaban sacando todo.
—¿Qué hacía su esposo con el patrón?.
—Él era el albañil nada más.
—¿Sabían ustedes a qué se dedicaba este señor?
—De hecho sí, siempre él tuvo conocimiento, no porque estuviera involucrado. Él sabía, como todo el pueblo sabía, a qué se dedicaba.
—¿Qué decían que hacía?.
—Po’s decían que andaba con Los Zetas. Hubo personas que me comentaban: A lo mejor él tenía algo que ver. Cuando tienes algo que ver de inmediato se ve. Mi casa se quedó comenzada. No hubiera tenido que buscar trabajo a los 15 días que se lo llevaron. Hubiera sobrevivido dos o tres meses. Si mi esposo estaba involucrado con ellos, yo esperaría que un día pasara algo similar, pero él no tenia nada que ver.
Nunca denunció porque sabía que la seguridad estaba a cargo de Los Zetas. Tenían todo acaparado. Los mismos de la Policía Municipal eran ellos.
—Yo denuncié lo que pasó a la Marina, pero a Veracruz, no sé a dónde, como a la semana andaba la Marina aquí. Ahora que ponen los operativos, no hallo las palabras para decirle. Ya va para tres años ¿Ya para qué? Ya no tiene caso ni remover cosas de las que uno ha aprendido a vivir con eso. Estás tratando de olvidar: no de olvidar, es algo muy difícil, de perdido de asimilar.
Allende, el fuego
La matanza que ocurrió en la región de los Cinco Manantiales, que comprende los municipios de Allende, Morelos, Nava, Villa Unión y Zaragoza, fue porque, aparentemente, José Luis Garza Gaytán y Héctor Moreno Villanueva, dos narcotraficantes al servicio de Los Zetas, robaron un dinero producto del trasiego de droga a Eagle Pass.
Fue cuando vino la masacre, donde se llevaron a varias familias.
Quienes los conocieron, dicen que eran muchachos bravucones, que rápidamente cambiaron su estilo de gente adinerada, pero de campo, a los excesos de viajar con escoltas y trocas blindadas.
Presidencia Municipal es un edificio pintado de amarillo, afuera, estacionado, un Camaro 2014 color amarillo, propiedad del alcalde Reinaldo Tapia Valadez. Tiene una escolta fija de dos oficiales, portan revólveres calibre .38, un tanto obsoletos para un enfrentamiento.
—La gente prácticamente se dio cuenta de todo porque fue a plena luz del día, todos nos dimos cuenta. Es un pueblo chico, conocíamos a la gente que se llevaron, a la que de alguna manera estaban involucrados con la delincuencia organizada.
Reinaldo Tapia dijo desconocer cifras porque esas las maneja el estado, aunque se habla de cerca de 300 personas desaparecidas.
—De que desapareció gente, desapareció gente. Son 39 casas destruidas que hay en Catastro y 7 ranchos, imagínate cuantas familias vivían en cada vivienda.
Reinaldo Tapia asumió el color amarillo para la ciudad, para él es símbolo de fuerza. Piensa pintar las letras rojas de la entrada de ese color, además de la iglesia, auditorio y 76 casas del municipio.
La encapuchada
En el tiempo que ocurrieron las matanzas, Hilda Raquel Moncada Hernández, de 28 años, manejó un bajo perfil, pero finalmente desapareció en Acuña después de andar de ciudad en ciudad, de table dance en la zona de tolerancia, a escolta de la esposa de un jefe de Los Zetas.
—Ella en su vida de repente nos frecuentaba mucho, luego dijo que se iba a ir. Se empezó a involucrar con gente cuando ella bailaba en un table dance, empezó a involucrarse con más gente, gente mala como les nombramos aquí. Se ponía otro nombre cuando se iba a bailar, ella se llamaba Julissa Quiroz.
Fue una mala estudiante, dejó trunca la preparatoria en el Colegio Hispanoamericano. Una vez trabajó en un maquiladora, pero no le gustaba estar encerrada, ni que le ordenaran. Quería una vida en libertad. Y encontró drogas, excesos. Fue amante de capos y soldados.
Hilda Raquel tuvo una infancia ensombrecida por violencia familiar. Llamaba la atención su cuerpo alto, ojos y boca grandes: el cabello largo de muñeca norteña. Tuvo cuatro hijos que ahora tienen 10, 6, 5 y 2 años de edad. Los más pequeños fueron dados en adopción.
Por el 2011 empezó a bailar en la zona de tolerancia, decía que así el dinero era más fácil. Lo que más le gustaba usar son unas zapatillas rojas del número 6, que ahora yacen olvidadas en casa. En Saltillo fue dama de compañía y en Nuevo León escolta de la esposa de un sicario.
—Para ella los hombres eran una cosa inservible. Era la guardaespaldas de la esposa de su jefe, entonces se empieza a involucrar con él en una relación.
En algún momento al jefe lo mataron por Juárez. Ella viajaba a menudo, a sus hijos los hospedaba en hoteles. Aparecía en fotos de Facebook con armas, vestida con uniformes tipo militar.
—En una ocasión que regresó llegó con bastante dinero, empezó a hacer de su vida un despilfarro. Compró un carro, se le pierde un celular que cuidaba como una mina, cuando se le pierde ese celular aquí en Acuña empezó a haber muchas matanzas. Decía que su celular era parte de su vida, de sus contactos que tenía aquí.
Después Hilda Raquel se refugió un tiempo en casa de familiares, del celular y un carro nuevo que había comprado no supieron nada. Se juntaba con otras dos muchachas que conoció en el table dance. Y juntas desaparecieron la noche del sábado 26 de febrero del año pasado, con la última persona que habló fue con una mujer cristiana que la iba a llevar al templo…quería iniciar una nueva vida.
Esa noche, después de apagar la computadora, acordó con unas amigas de ir a la disco. En un coche pasaron cerca del negocio de un familiar, quien las saludó. Iban cuatro en el auto, una de ellas se retiró temprano del centro nocturno donde bailaban.
—De que ella andaba mal, si andaba mal. Una de ellas andaba con un GATE (policía del estado), otra con un soldado, otras andaban con los malos. Se drogaban entre todas y ahí se echaban de cabeza. Ya drogadas y borrachas hablaban cosas de más, probablemente por ahí venga.
El Ministerio Público de Acuña dijo que no se podía hacer nada en la investigación. Pero de un tiempo a la fecha, en su Facebook ocurrieron cambios, registro de actividades.
— Aquí se involucraba con un ministerial, tenía fotos con él, con armas largas y uniformes de soldados, encapuchada. Esas fotos ya no están en su muro. Dicen que anda una persona de gancho con los soldados con la fisonomía de ella, pero siempre anda cubierta.
Una masacre sin nombres
Severino Abascal Villarreal salió una noche de septiembre de 2011 a comprar cigarros, una patrulla de la Policía Municipal de Piedras Negras lo interceptó, horas después un comando llegó a su casa en la colonia Burócratas, y sacaron a su mujer descalza y en pijama. Nunca más se supo de ellos.
Severino era amigo de un muchacho con el que trabajaba en un rancho en Eagle Pass, aparentemente el amigo había embarazado a Adriana, esposa de Raúl Lucio Hernández Lechuga, El Lucky, fundador de Los Zetas, capturado en diciembre de 2011 en Córdoba, Veracruz, dueño de centros comerciales y clubes nocturnos en la ciudad.
Severino ahora tendría 24 años de edad, su mujer 20. Se habían conocido en Piedras Negras, pronto se casarían y ella adoptaría la ciudadanía estadounidense.
—Vieron cuando se lo llevó la patrulla, una mujer policía se subió a la troca de él. Como a las cuatro de la mañana la troca pasó por una avenida de Piedras Negras y de ahí se perdió el rastro. Era un Ford diesel, blanca, cuatro puertas.
Un familiar de Severino, contó que muchas familias de la región se fueron a vivir a Eagle Pass, ante el peligro porque muchos fueron amenazados, otros sufrieron atentados.
—Cuando fui a levantar el acta de la desaparición me dijeron que si estaba seguro de lo que estaba haciendo, podía haber problemas. Yo lo entendí como una amenaza.
En Piedras Negras, el alcalde Fernando Purón Johnston reconoce que tienen una policía mermada. En el año 2010 llegaron a tener 260 oficiales, hoy cuentan con 104. Muchos de ellos fueron despedidos al no acreditar los exámenes de control y confianza.
—Por qué es poca o mucha la respuesta. Sabes el riesgo que representa ser hoy policía. La gente la piensa dos veces. Yo reconozco que tenemos un problema de seguridad.
Platicó que durante su administración no habrá licencias para casinos, casas de apuestas o table dance.
—No queremos turistas que vengan a consumir alcohol, no es el momento en Piedras negras. Tal vez en un futuro. Sabes que la mayoría de los casinos los utilizaban para financiar al crimen organizado.
Fernando Purón comentó que en la ciudad hay un censo de 26 casas destruidas, todas relacionadas con el crimen organizado.
—No son casas abandonadas, ni antiguas, son casas que fueron vandalizadas por el crimen organizado. Las hay prácticamente en toda la región. Se presume tuvieron vínculos con este tema.
— ¿Tiene un censo de personas desaparecidas?
—Tengo conocimiento que hubo personas desaparecidas en Piedras Negras, pero no tengo el dato. Si conozco, incluso de manera personal, a familias que tuvieron personas desaparecidas.
El rompimiento
La esperanza que tenían muchos familiares se esfumó. La organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUNDEC), rompió el diálogo con Gobierno del Estado.
Dijeron que en los operativos que realizaron a finales enero y principios de febrero, no usaron los protocolos adecuados: borrando evidencias.
Fue una movilización espectacular de funcionarios, donde usaron alta tecnología y camiones pesados para remover la tierra de las propiedades saqueadas.
Uno de los testigos del operativo que realizó la Policía del Estado, contó que en las casas destruidas, sólo acordonaron el área y se tomaron la foto para mandarla a los medios de comunicación.
Se habló de alrededor de 300 restos humanos en ranchos de los Cinco Manantiales. Aunque en la región dicen que fueron más.
Algunos piensan que los nombres de los que desaparecieron nunca se sabrán.
O no toda la verdad.
El corazón del pueblo
Gerardo Heath Sánchez, en ese entonces de 15 años de edad, salió de su casa en Piedras Negras para cenar con varios de sus amigos. Aquella ocasión, el 18 de Marzo de 2011, su padre vio cómo se alejaba a donde vivía uno de sus amigos, a media cuadra de su hogar.
Pero esa tarde un comando barrió con la familia del comerciante Víctor Cruz Requena, su esposa Brenda Saldua Dovalina, y dos de sus hijos: Víctor y Guillermo. Aparentemente los sicarios tenían información que se trataba de tres menores, y le tocó la mala suerte a Gerardo Heath.
Claudia Elena Sánchez, mamá de Gerardo, aún no tiene palabras para explicar lo que ocurrió.
—Lo único que puedo decir es que mi hijo de la noche a la mañana ya no estuvo en la casa. Él iba a ir a cenar con sus amigos, iban a pasar por él. Le habla un vecino que los van a recoger en su casa. Mi esposo estaba afuera esperando que vinieran por él, vio cómo se fue caminando a casa de su amigo y de ahí no volvimos a saber nada. No le puedo decir qué fue lo que pasó, porque no sé. Y no lo entiendo. Lo único que puedo decir es que mi hijo no está. Ese día hubo levantamiento de gente en muchísimas partes, pero no sé absolutamente nada.
El 7 de marzo acababa de cumplir años. Estudiaba tercero de secundaria en el Instituto Cumbres, jugaba la posición de centro en el equipo Venados, de la liga Juvenil de Futbol Americano. Había adquirido recientemente el número 55 en su jersey.
—Cuando pasa esto, a los muchachos les toca ver lo estragos de la violencia. Entonces Gerardo, cuando brinca de la liga infantil a la juvenil, escogió el número 55. A sus amigos se les ocurrió hacer una calcomanía del 55. La gente cercana empezó a pegarla en sus carros. Era como una manera de decir: Va a volver, estamos con él. No sabían hasta dónde iba a llegar y se ha repartido por todas partes en otras ciudades de la republica, en San Antonio, en Eagle Pass.
Bajo el lema de Never give up (Nunca te rindas), amigos y familiares organizaron el primer mega rosario para celebrar el cumpleaños 16 de Gerardo Heath.
—El mega rosario se hizo el primer año con mucho miedo, días antes hubo una balacera muy fuerte. Y lo hicimos con mucho miedo y mucho dolor. Fue increíble, somos más la gente que quiere algo positivo. No voy decir los buenos ¿Por qué? ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Quién sabe. Lo que sí le puedo decir es que es increíble la empatía de la gente, como a pesar del miedo la gente asistió. Fueron más de dos mil.
Claudia Elena Sánchez ahora prepara el tercer mega rosario, considera que son miles de familias las que están viviendo las desapariciones, situación que no entiende porque ni los animales podrían tener esos sentimientos.
—Gerardo puede llegar sólo. Tal vez lo tengan trabajando para ellos. Yo tengo mucha fe. Mucha esperanza y mucha paz de que está bien, esté donde esté. Sigo rezando. Es un apapacho del cielo ver cómo la gente sigue interesada y no se ha olvidado de Gerardo. Soy una de las tantas con mucho dolor, pero con mucho amor. Y el amor es lo que nos va a sacar adelante.