Ni he visto la serie, ni me llama la atención. Quizás es por aquello de que en la realidad disfrutamos de ejemplos suficientes como para estar entretenido sin necesidad de imaginar. La política está devastada, pero puede llegar a ser muy bonita y hasta divertida. Para gustos, los colores. La situación de Andalucía es compleja y muy sencilla a la vez. Menuda paradoja. En realidad, el análisis es bien sencillo. Lo complejo es dar con la resolución al entramado que se ha configurado tras el 22 de marzo.
Susana Díaz adelantó elecciones al romper con Izquierda Unida con el pretexto de buscar un gobierno en solitario pero estable para la Comunidad Autónoma. Su socio se había vuelto incómodo y cada vez más contestón. En otras palabras, el gobierno de coalición PSOE-IU resultó un fracaso en el que sólo un par de reformas se hicieron conjuntas. Para el resto, jamás hubo unión. Elecciones anticipadas prematuramente y Andalucía llegó al colapso político.
El PSOE de Susana Díaz cosechó 47 escaños, los mismos que en 2012, pero esta vez le dio para ser el partido con más diputados. Le siguió el PP, que cayó de los 50 diputados de las últimas elecciones hasta los 33 de 2015. Irrumpieron Podemos, con 15 escaños, y Ciudadanos, con 9 sillones. Por último, pasó a la cola Izquierda Unida, que de ser la llave de la anterior legislatura se concretó como la discordia. Ninguna mayoría absoluta, y encaje de bolillos para sacar adelante el bloqueo institucional.
El PSOE, atrapado en sus miserias
Se la jugó Susana Díaz con las elecciones anticipadas y le salió el tiro por la culata. Una maniobra la del PSOE que gracias a las horas bajísimas del partido no ha recibido críticas y se ha vendido como un triunfo. Los de la rosa se han dado un tiro en el pie. Los EREs, el mayor caso de corrupción en España, camino de los 300 imputados –perdón, encausados, que ya no se puede decir imputados–, huele a política podrida y a cortijo de más de 30 años. La única posibilidad de que las elecciones hicieran buena la jugada era una mayoría absoluta que buscó y pidió casi compasivamente Susana Díaz pero que nunca llegó. La presidenta en funciones está sin legitimidad para gobernar y sin posibilidad de apoyos.
¿Qué opciones maneja el PSOE? No quiere compañeros en el Gobierno, pero precisa de un pacto inicial para permitir la investidura de su líder. Un discurso en el que se proclaman la izquierda sin serlo, porque si en 35 años de gobierno socialista en Andalucía no la han levantado ni hecho crecer, es escasa la credibilidad por la que pensar que sí lo harán ahora. Tiempo, desde luego, tuvieron. Permitir la investidura del PSOE sería apestar a cualquier otro partido. Dentro de unos cabales razonables, ninguno de los partidos debería jugársela con comicios municipales, autonómicos y generales tan cercanos.
El PSOE es víctima de sus propias miserias. Errores, corrupción y ser una mentira ideológica. Una derecha avergonzada. Su discurso actual se basa en que los andaluces les han votado más que los demás y eso les legitima. De hecho, no permitir la investidura es una falta de respeto y de democracia. Sin embargo, la realidad es que Susana Díaz representa a una minoría, pues frente al 35% que votaron al PSOE se impone un 65% de andaluces que prefirieron otra opción y, por tanto, no votaron a Díaz. Así pues, realmente no tienen ninguna legitimidad para exigir la formación de un gobierno. Susana Díaz no es, votos en mano, la adalid del pueblo andaluz. Nadie debe olvidar que esta situación de ingobernabilidad ha sido causada por el propio PSOE.
Lamida de heridas en el PP
Del blanco al negro en sólo tres años. Si el PP fue el partido con más escaños en 2012 –aunque no gobernó– ha caído estrepitosamente para estar en estado de shock tras los comicios de 2015. Los mejores resultados de la historia en su bastión maldito han dado lugar, otra vez, a un partido al que Andalucía se le resiste, con argumentos históricos y actuales. El PP llegó con Juan Manuel Moreno Bonilla como cara nueva y joven en busca de levantar un partido en el que se intuía ya unos calamitosos resultados. Un líder falto de carisma con el discurso de siempre y con poca fuerza en tierras andaluzas. Jamás fue alternativa, pero en Andalucía la derecha sólo estaba representada por el Partido Popular, y ahí tenían sus votos y resultados.
En el momento en que tal sector ideológico ha contado con otra opción real y viable, el PP ha perdido el apoyo ficticio o forzado con el que contaba. Por supuesto, les ha condenado la pésima gestión a nivel nacional porque hasta algunos fieles se han hartado y se han sentido decepcionados. Los tiempos cambian, y por conservador que se sea, hay que amoldarse aunque sea mínimamente a esos cambios. Los jóvenes de derechas necesitan savia nueva, todo lo contrario a lo que representa un partido obsoleto. Su sustituto natural es Ciudadanos, y el relevo generacional ya ha empezado.
El PP, por tanto, llega a las sesiones de investidura mirándose los rasguños y lamiéndose las heridas. Un descalabro descomunal. Su posición es muy delicada ahora mismo en tanto a sus estrategias. Podrían abstenerse y permitir la investidura de Susana Díaz con aquello del respeto a la lista más votada –ley que ellos quisieron y quieren impulsar–, pero perderían incluso más votantes hartos del dominio del PSOE en estas tres décadas. Además, el PSOE tampoco respetó esa tesitura en 2012 cuando el PP fue la lista más votada, así que no está en elenco de sus votantes esas concesiones al partido rival –ya se sabe que la política en España es como un campeonato de fútbol.
¿Y en el caso de nuevas elecciones? Si Ciudadanos no pierde empuje y crece como se espera, perderá más votantes y escaños. Proseguirá, por tanto, su caída. Su posicionamiento está en la boca del lobo.
Mucho que perder (I)
Cuando se irrumpe tan fuerte en la sociedad, es muy fácil no mantener esa intensidad y por tanto parecer de menos al poco paso del tiempo. Podemos es la formación que más ganó en escaños totales y en datos numéricos en las pasadas elecciones, pues pasó de 0 a 15. No obstante, supo a poco tras el maremágnum formado y las altas expectativas mediáticas y ciudadanas que se habían expuesto en la nueva formación. Sometidos a una fuerte presión con tantos frentes por delante es lógico que se resienta, pero ahora, ya, tienen la oportunidad de demostrar algo más que un discurso rompedor.
Podemos no ha obtenido resultados suficientes como para tener un gran impacto en la política andaluza, por lo tanto tienen poco que ganar. Han entrado, pero no son determinantes a largo plaza. Sin embargo, tienen mucho que perder. Su abstención en la investidura junto a la de otro partido ascendería a Susana Díaz a la presidencia, y Podemos quedaría marcado y condenado para sus votantes. Su existencia, por tanto, se limitaría a un par de años de éxtasis. Han puesto condiciones duras y muy acordes para empezar a negociar la permisión de que el PSOE gobierne, pero puede parecer que han moderado su visión, algo que no encajaría a muchos de sus votantes. Basar tu campaña en criticar la vieja política y la gestión pésima del PSOE durante 30 años es excluyente de ser cómplice al permitir que nada cambia después de tanto cambio autoproclamado.
Engañar a tus principios por tres medidas algo más contundentes suena a poco ambicioso. El mensaje que dice que no permiten gobernar y por tanto son un obstáculo en la democracia puede ser recurrente en una futura nueva campaña por convocatoria de nuevas elecciones. Aquí, tanto Podemos como Ciudadanos, deberán demostrar si tienen más miedo a perder votos o ambición por llevar a cabo lo que proponen. Votos que perderán igual en caso de ser llave del PSOE.
Mucho que perder (y II)
Están en la misma situación que Podemos, aunque con matices. Matices que les da un espectro ideológico diferente, pero que no se corresponde con el discurso que han llevado y llevan en esta irrupción a escala nacional. Un riesgo que, probablemente, tarde o temprano les pasará factura. Ciudadanos es un partido neoliberal, defensor de un capitalismo 2.0 y conservador. Ha captado a esos votantes hartos del PP y a los jóvenes de influencia conservadora. Nadie esperaba que se alzaran con 9 escaños el 22 de marzo, así que fueron los grandes vencedores.
Sin embargo, su discurso se ha basado en el cambio y en una imagen cercana. Eso le ha llevado a aglutinar a muchos votantes pertenecientes a un sector muy distinto al que se mueven sus políticas. Quizás votantes perdidos por el desgaste de Podemos o aquellos que no se atreven a postularse en una dirección tan radical. Una vez ganados esos apoyos, Ciudadanos tendrá que saber gestionarlos y tener cuidado con ellos, porque se han sumado a un proyecto de escasa revolución, sí reformista.
Hoy por hoy parecen los más proclives a permitir la investidura de Susana Díaz, aunque quieren pactos por escrito en materia anticorrupción, quizás para utilizarla el día de mañana en el caso de que el PSOE vuelva a fallar. No obstante, hay reticencias de última hora y es que se empieza a notar esa vertiente más de izquierda que no entiende que se permita la llegada de Susana Díaz cuando Ciudadanos se ha hecho ver como un cambio. Y la intención o los pensamientos de Ciudadanos no son los de un cambio de modelo, sino los de una revisión a lo establecido. Perderían muchos votos.
En realidad, tienen la tesitura más sencilla. Para ellos, unas nuevas elecciones les haría dar muchísimos más escaños ante la decadencia del PP. Les conviene, por tanto, nuevos comicios. Tienen el riesgo de desenmascararse.
Justo castigo
Por encima del Partido Popular, hubo un gran derrotado y perdedor en las últimas elecciones: IU. Recibieron un gran apoyo en las elecciones de 2012, pero cambiaron sus críticas y oposición al PSOE por tres Consejerías. La coalición no funcionó y aún así permitieron durante tres años que Andalucía siguiera a la cola y cada vez más empobrecida, sin mover un sólo dedo. La irrupción de Podemos, de repente, les hizo pasar al discurso agresivo de izquierdas que debieron tomar desde hace mucho tiempo. La llegada de Antonio Maíllo y ese cambio ya fue demasiado tarde.
Izquierda Unida ha tenido muchísimas oportunidades para ser la representación de la izquierda toda vez que el PSOE se alejó de tal premisa hace décadas. Sin embargo, siempre se vendieron al mejor postor y prefirieron ser parte del entramado en vez de denunciarlo. IU se ha flagelado y disparado a sí misma. Les quedan años oscuros y de ostracismo. Quién sabe si es el principio del final.
Sobre su participación o estrategia en la investidura es casi irrelevante en lo que a resultados determinantes se refiere. Así que lo tienen fácil, si no quieren pillarse las manos. Dirán que no siempre al PSOE, entre otras cosas, después de la traición de romper la coalición cuando Izquierda Unida dio un giro hacia su nombre.
¿Nuevas elecciones?
Andalucía está en una situación de ingobernabilidad y bloqueo institucional. Si finalmente a finales de mayo Susana Díaz no se ha investido como presidenta de la Junta de Andalucía habrán de convocarse nuevas elecciones. Surgen en ese momento demasiados interrogantes. Por ley no se pueden celebrar elecciones en julio ni agosto, por lo que como mínimo no se celebrarían nuevos comicios hasta septiembre-octubre. En el caso de nueva cita ante las urnas nadie garantiza un resultado lo suficientemente diferente como para salir de este embrollo. El PSOE ganaría en una región donde tiene votos bien afianzados y sólo rompería esta situación una mayoría absoluta, que podría darse, o la colaboración de los partidos restantes por evitar unas terceras elecciones, con todo lo que ello supone. Será más fácil permitir gobiernos en unos segundos comicios gracias al pretexto de permitir la gobernabilidad y desbloquear la situación política de Andalucía. En otras palabras, que celebrar de nuevo elecciones es una opción real y viable.
Pero, está la vertiente contraria que asegura que no es momento de volver a las urnas. Es aquella que se basa en que no habría muchos cambios – y en principio – no los debería de haber, salvo gran ascenso de Podemos y Ciudadanos, o mayoría absoluta de PSOE, y también la parálisis que sufriría la región, sin acción ni actividad casi durante meses. No obstante, Andalucía lleva detenida años y hasta décadas, como para no poder esperar algunos meses más. Además del coste económico de celebrar y montar todo el aparataje para una campaña. Los partidos políticos reciben millones de euros en subvenciones, y Andalucía no está para repartir generosamente el dinero. Aunque los partidos políticos podrían renunciar a tales subvenciones, tan ciudadanos y demócratas que son en sus discursos. Una campaña está para convencer y ofrecerle un proyecto al ciudadano, no para montar escenarios y conciertos, ¿no?
Andalucía se ha atrapado en la decisión del pópulo. Por primera vez en mucho, muchísimo tiempo hubo diversidad y pluralidad de opciones. Tantas, que los grandes magnates de esta tierra y garantes del bipartidismo se han visto arrinconados. ¿Que hay una situación de ingobernabilidad? Sí. ¿Que esta situación es negativa? En absoluto. La poca democracia que existe es aquella que el pueblo ejecuta con alfileres cada cuatro años. Los andaluces no han de temer sino alegrarse de que su comunidad se haya metido en un laberinto. Por primera vez en mucho tiempo no será la opción fácil la que decida los designios de Andalucía.