Fuego destructor, inevitable provocador de la reconstrucción. Renovador, no siempre purificador. Mis ojos de garza y cabeza de ave en cuerpo de hombre. Coronado con el Atef de cresta amarilla que arde en fuego. Tendré que ser mi propio ba de Ra. Guiándome al ultramundo, a mi propio y personal Duat. Desde el estallido del corazón ardiente de Osiris. Tal como dice el libro de los muertos. Muerte y Sol.

El que se convirtió en ser por sí mismo. Esta vez, como con el cadáver de mi padre sobre la espalda, el peso del huevo de mirra pesaba como nunca. Fue duro volar desde la Arabia para empujar su cuerpo al Más allá, en el Templo del Sol. El plumaje más rojo que la sangre, más anaranjado que la rabia y más amarillo que el reflejo del fuego en los ojos de Isis, al ver estallar el corazón de su amado. Fuego purificador y lágrimas curativas. El tiempo medido en clepsidras de gotas de agua clavadas en mi cuerpo. Vuelo como una nube de fuego sobre la colina de Benben. Esperando las proyecciones del Sol sobre ella, y finalmente posarme.

bennu

Para los negociantes de las reconstrucciones Bennu no puede volver tan solo cada quinientos años. No sería rentable. No lo esperarían, no lo necesitan. Da igual si lo caído no renace de sí mismo, verdaderamente renovado. En su libro de los muertos no lo dice. En sus textos, tan sagrados como cualquiera, las vidas de unos se transforman en dinero para otros. El fuego arde en cuerpos ajenos, no en el propio. Destruir, reconstruir, destruir más, reconstruir otra vez.

En algún lugar, tras disiparse el polvo del desierto, aparece lentamente la imagen de un camión de una empresa occidental de contratistas. Pasó por delante de sus ojos de garza, y pudo leer en uno de sus lados el nombre de la compañía. Fénix & Cia .

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