La cabeza alta, las manos firmes y la espalda recta como le enseñaron en el conservatorio, pero el sentimiento libre que se baja a su Córdoba para darse una vuelta por las calles de la Judería. Tiene sólo 22 años y, después de cumplir con el reto de ser el violinista más joven en debutar en el Carnegie Hall de Nueva York, ha decidido adentrarse en el flamenco por el tejado. Por ese techo que marca su admirado Paco de Lucía al que el jueves pasado se atrevió a versionar en una galería de Madrid en presencia de algunos familiares del genio de Algeciras. Atentos al nene. Se llama Paco Montalvo.
El violín no es un instrumento tan ajeno a la historia del flamenco como pueda parecer. Por un lado, está muy presente en la cultura gitana a cuya vida nómada se adapta especialmente bien por lo poco que ocupa y, especialmente, porque sus cuerdas y su arco se lamentan y se quejan, nos alegran o nos consuelan. Ahí está el solista húngaro Roby Lakatos, la música de Emir Kusturica o la cantidad de intérpretes autodidactas que animan las fiestas de los calós como en esta boda en la playa.
Por otra parte, el violín se cuela en un punto muy concreto del flamenco y la música popular ubicado en la sierra de Málaga, en la geografía de los verdiales y los cantes abandolaos. Una manifestación que pocas veces relacionamos con la jondura pero que son tremendamente emocionantes cuando se viven de cerca, con esos piques entre peñas, esas orquestas improvisadas y esas voces de cuellos hinchados y en tensión.
Pero en las últimas décadas, el pequeño instrumento se ha colado en grabaciones de algunos de los mejores músicos del flamenco de la mano de Bernardo Parrilla, músico excepcional de una de las familias más flamencas de Jerez. A Bernardo, su hermano Manuel, un virtuoso de la guitarra desde muy pequeño, le hizo cambiar la sonanta por el violín. El resultado de su esfuerzo quedará para la historia en discos y conciertos de Tomatito, Morente o Carmen Linares, entre otros. Pocos músicos del flamenco son tan identificables en un par de acordes.
Lo que ahora nos ocupa es nuevo porque en este caso el violín aspira a acaparar los focos en el flamenco. Paco Montalvo escogió primero el camino del estudio terminando la carrera de música con solo 18 años, formándose en conservatorios como los de Moscú, Nueva York o Salzburgo. Con esa edad se convirtió en el violinista más joven en debutar en el mítico Carnegie Hall de Nueva York. Pero desde hace unos años está intentado “llevar el violín al centro del flamenco para que su voz cante y sea el instrumento protagonista, como Paco de Lucía hizo con la guitarra. Cuando le escuché de pequeño sabía que ese sería mi camino con el violín. Él es mi referente, mi guía y mi inspiración”, nos cuenta.
Recientemente, Paco Montalvo mostró lo últimísimo de su creación en uno de los eventos de CoolturalPlans, una plataforma que selecciona lugares con encanto de Madrid para crear atmósferas acogedoras en las que llevar a cabo tertulias o conciertos a pequeña escala. En este caso, fue la galería Siluro la que recibió a medio centenar de personas que asistieron, entre emocionadas y atónitas, a los nuevos sonidos y fraseos que el virtuoso cordobés es capaz de sacar de esas cuatro cuerdas frotadas.
De ‘Rio Ancho’, a ‘My Way’ pasando por ‘La Barrosa’
Versionar el Rio Ancho o La Barrosa de Paco de Lucía delante de Casilda Varela, primera mujer de Paco, y sus hijos Lucía y Curro, muestra la personalidad de este joven osado. Llevar al violín composiciones como estas requiere de una técnica fuera de lo común. La velocidad y precisión de su mano izquierda recuerdan a la de su ídolo. Sonaron especialmente bien las versiones de My Way (yo diría que más cercana a los GipsyKing o a Siempre Así que a Sinatra), de Lágrimas Negras o de La Tarara. Especialmente lograda es su manera de aflamencar a Albéniz con la ayuda de su guitarrista Rafa Trenas y su percusionista Miguel Santiago. Su Sevilla por bulería es impactante. Paco Montalvo también tocó composiciones propias, como una preciosa guajira, que probablemente estén en el disco que ya está preparando y que es “uno de los proyectos donde he depositado más ilusión, aquí pretendo plasmar el trabajo que llevo realizando desde hace tiempo, quiero descubrir nuevos colores, emociones y sentimientos a través de este nuevo concepto”, asegura.
Paco Montalvo pide con fuerza el centro del escenario flamenco para el violín. Se ha preparado para ello y cuando se mezcle, se desbarate y se afloje el nudo de la corbata le van a estar haciendo compás los flamencos más cabales. De momento, es de agradecer que esté poniendo su talento vibrante a los pies de la cultura jonda.
Fotografía: Casilda Saldaña
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