Toni Brunner, en Suiza; Sviv Jensen, en Noruega; Timo Soini, en Finlandia; Geert Wilders, en Holanda; Volen Siderov, en Bulgaria; o Nikos Michaloliakos, en Grecia son solo algunos de los ejemplos más representativos del aumento de la presencia de los partidos de extrema derecha en el mapa político europeo. Desde el comienzo de la crisis económica en 2008, proliferan en Europa partidos radicales, de tintes populistas, que ponen en tela de juicio los cimientos de solidaridad e interculturalidad del viejo continente. Las medidas que plantean van desde auténticas atrocidades, como las propuestas por el líder de Amanecer Dorado en Grecia (minar las fronteras para evitar la entrada de nuevos inmigrantes), hasta la limitación de la entrada de extranjeros en Suiza con un sistema de cupos aprobada en referéndum por su población.
Lo cierto es que no se pueden acotar áreas geográficas pues la corriente xenófoba, característica común de todos los partidos que comulgan con esta tesis, se extiende por toda la Unión Europea, con apoyos del 10% de la población o superior en estados tan diversos como Hungría, Austria, Finlandia o Francia. Precisamente, nuestro país vecino ha celebrado recientemente elecciones municipales, donde se confirma la tendencia que empezó en las elecciones generales de 2012 y que dibuja al partido de Marine Le Pen, el Frente Nacional (Front National) como una formación en clara línea ascendente. Ya sea por ser nuestro vecino rico del norte, por nuestros vínculos históricos y económicos con Francia o por la nutrida comunidad española que reside en el país de la grandeur, Negra Tinta charló por teléfono con Nonna Mayer, profesora del Centre d’Études Européene SiciencePo, en París. En la entrevista, Mayer hace un repaso de la situación política actual en Francia, el resultado de las últimas elecciones municipales, el personaje de Marine Le Pen, el fenómeno de Dieudonné, la importancia de las próximas elecciones europeas o la quenelle, entre otras cuestiones. Voilà.
–Aumento del FN en las últimas elecciones en Francia, Suiza aprobando leyes que limitan la libre circulación de personas, en Grecia, el partido neonazi de Nikos Michaloliakos gana representación… ¿Europa está tendiendo definitivamente a la extrema derecha?
–Nunca se puede decir nunca en política. Pero efectivamente, asistimos en toda Europa a una dinámica electoral de extrema derecha con un discurso populista, antinmigratorio. Esto no es nuevo. El fenómeno comenzó a desarrollarse a finales de los años 80. Sin embargo, ahora estamos en un contexto particularmente favorable para estos partidos a causa de la crisis económica que comenzó en 2008 y que ha dado muchas razones a los ciudadanos europeos para tener el sentimiento de que la UE no hace nada contra la crisis, pidiendo más y más austeridad. Este contexto es el idóneo para aquellos partidos que dicen, como el FN, que el Estado y la UE están dominados por las finanzas. Por lo tanto, estamos en un momento de euroescepticismo en toda Europa, aunque su forma y su amplitud varían según el país. En Francia tenemos el ejemplo de Marine Le Pen, que ha tomado el liderato del Front National, dándole una mejor imagen que la que tenía con su padre. Ella no lanza propuestas antisemitas. Ella argumenta que quiere hacer llegar a su partido al poder sin ser visto como un “partido antisistema”, fuera del sistema.
–¿Cómo lo ha conseguido?
–Ella ha cambiado su discurso para hacerlo más presentable, más a la moda: “Somos nosotros quienes defendemos los valores democráticos y republicanos frente al Islam”. En todo caso, Marine Le Pen sabe utilizar muy bien sus oportunidades porque no solo presenta una imagen y hace una comunicación política menos agresiva que su padre, sino que también está en el proceso de reconstruir el Front National para hacerlo un partido sostenible, haciendo un partido de militantes. El FN había sido desmantelado tras sufrir una escisión a finales de los 90. Marine Le Pen trata ahora de intentar atraer a intelectuales, profesores de Universidad, las ENA [Escuelas Nacionales de Administración], que son las que forman a las élites francesas como Florient Philippot [el vicepresidente del FN, de solo 32 años]. Así, Le Pen se comprometió a realizar una transformación real de su movimiento para apoyar esta dinámica electoral. Y como en la mayoría del resto de las otras derechas radicales populistas occidentales, ella convierte al Islam y a los musulmanes en el enemigo principal, asimilando Islam con terrorismo e islamismo radical. Este es el punto en común con Países Bajos o Suiza.
–Tras la Primera Guerra Mundial en Europa y el Crack del 29 en EE UU surgieron movimientos populistas que acabaron derivando en regímenes totalitarios como el fascismo o nazismo. ¿Ve similitudes entre la situación vivida aquellos años y la que vivimos hoy en día en Europa?
–Pienso que la historia no se repetirá. En el contexto de los años 30, la democracia era más reciente, más frágil, no había sistema de protección social que hiciera frente a la crisis como hoy en día. No hay que confundirse. Marine Le Pen y su partido no son fascistas o nazis. Por el contrario, ellos tienen una ideología autoritaria y xenófoba, estigmatizando a los inmigrantes en general y a los musulmanes en particular.
–Centrándonos en Francia, las últimas elecciones municipales en Francia confirman el descontento de la izquierda con las políticas de Hollande. ¿En qué está fallando el presidente del Elíseo?
–¿Qué es lo que ha hecho mal? Pobre… Ha tenido la mala suerte de llegar al poder en un contexto de crisis económica en el cual los políticos parecen impotentes. Hay un descontento claro pero hoy en toda Europa hay un reflejo. En la actualidad, en toda Europa se da la misma reflexión, la del voto de sanción: “sortons les sortants” [“echemos a los salientes”]. Pasadas las elecciones nacionales, da igual que el gobierno sea de izquierdas o de derechas, pues los electores están descontentos y dispuestos a votar a la oposición en contra del partido del poder. No es único el caso de François Hollande. ¿Por qué François Hollande en particular? Es verdad que ningún presidente había sufrido una caída de popularidad parecida desde que existe la V República. Tiene hoy el 18 % de las encuestas a su favor y en contra no solamente está el lógico descontento de la derecha, sino también el descontento de su propio electorado. Él no ha cumplido el “pacto de responsabilidad” con la Patronal, estimando que demandaba muchos sacrificios a los asalariados.
–Se ve que no tiene a nadie contento.
–Muchos piensan que la izquierda ha perdido su ideal de justicia social y no ha comprendido en absoluto el nombramiento de su nuevo primer ministro [Manuel Valls], quien vira a la derecha a causa de sus propuestas sobre los gitanos, la reagrupación familiar, la inmigración… Otros subrayan que no ha mantenido sus promesas. Había prometido dar el derecho a votar a los extranjeros, reformar el sistema fiscal de la manera más justa y equitativa posible. Ahí hay muchos temas de descontento. La única cosa que podría salvarle sería que el paro bajase, que el crecimiento vuelva, ¡pero no estoy segura de que ese sea el caso!
–¿A qué atribuye el aumento de la extrema derecha en las últimas elecciones?
–No hay un aumento de la extrema derecha en las municipales. En realidad es una continuación de la tendencia que ya observamos en las elecciones presidenciales de 2012, donde Marine Le Pen obtiene cerca del 18% de los votos, contrastando fuertemente con el año 2007, cuando Nicolas Sarkozy había conseguido atraer a una parte del electorado lepenista, haciendo caer los resultados del FN hasta el 10%. Esta dinámica se confirma a través de las últimas municipales, comicios difíciles para un partido pequeño porque en Francia tenemos 36.000 municipios, 36.000 circunscripciones donde hay que presentar candidatos. El FN ha presentado un total cercano a las 600 listas, concentrándose en las grandes ciudades. Si solamente tomamos los municipios en los que se han presentado, el partido ha obtenido alrededor del 15 % de los sufragios. ¡Es un buen resultado pero no es un empuje histórico! Lo que va a ser interesante es ver los resultados en las elecciones europeas. Veremos si el FN progresa, si sobrepasa el 20% de los votos y adelanta al UMP como anuncian los sondeos.
–¿Es Marine Le Pen una candidata realmente a tener en cuenta en las futuras elecciones nacionales? ¿Considera que el aumento de votos del Front National se debe a la actual coyuntura socioeconómica, marcada por la crisis?
–Veremos si esta dinámica continúa. Todo dependerá también de la capacidad que tenga el FN de modificar su imagen. Ellos han ganado una docena de ciudades en las elecciones municipales. Deben mostrar que son capaces de gobernarlas. La experiencia de 1995, cuando ganado tres ayuntamientos, dejó un muy mal recuerdo. En los sondeos el FN continúa siendo percibido como un partido especializado en ciertos temas, especialmente en la inmigración y la seguridad. Todavía no ha adquirido la credibilidad, la imagen de un partido generalista capaz de gobernar. Tampoco Marine Le Pen quien, según un sondeo del BVA/Le Parisien a finales de abril, no obtendría la confianza del 78% de los franceses si debiera gobernar el país.
–¿Qué diferencias observa entre el programa de Marine le Pen en la actualidad y el que tenía su padre unos años atrás?
–Su discurso es más liso, más compatible en apariencia con los valores de la democracia. Pero en el fondo, no se ha movido ni un ápice. El centro del programa de Marine Le Pen (como lo fue el de su padre) es la preferencia nacional, rebautizada como “prioridad ciudadana”. Dicen lo mismo: “Hay que reservar los empleos, el alojamiento y las ayudas sociales a los franceses”. Es siempre un discurso antinmigratorio, pero Marine Le Pen ha añadido ahí un tono más social que su padre, defendiendo a los más pequeños, los “olvidados” maltratados por la crisis. Hay numerosas diferencias entre ella y su padre.
–Deme algún ejemplo
–Para empezar, por lo que respecta a las mujeres, ella tiene una posición más moderna, más abierta sobre la cuestión del aborto. Además, ella va aún más lejos que su padre en el rechazo a la UE. Para terminar, ella defiende un Estado, servicios públicos fuertes. Eso es nuevo. De hecho, si observamos los detalles, podemos decir que es un programa un poco contradictorio porque los intereses de los pequeños empresarios no son satisfechos [querían pagar menos impuestos], así como los intereses de los asalariados [protección social, mejores salarios], cuyos intereses no coinciden necesariamente. En definitiva, lo que ella defiende como su padre es un Estado social que llamaríamos en inglés “The Welfare Chauvinism”: el Estado provee, sí, pero el Estado provee a los franceses.
–Si una persona lee el programa del Front National hay constantes referencias a “restablecer el honor, la grandeza o la fuerza que ha tenido Francia”. ¿En qué piensa cuando escucha este tipo de eslogan?
–[Reflexiona]. Es un viejo debate. Es un término antiguo en el FN. Es la defensa de Francia. Desde los años 80 siempre es “los franceses primero”. Esta es la característica que todos los partidos radicales, extremistas, populistas de derecha tienen en común sobre la idea de nación. Son partidos narcisistas. Proyectan una imagen de la nación restrictiva. Es la defensa de la nación contra sus enemigos, tanto del interior como del exterior, contra los inmigrantes y contra el extranjero. Pensamos en las ideas de Charles Maurras.
–¿Piensa que estos mensajes de tono populista pueden ser peligrosos aún en una democracia consolidada como la francesa?
–Depende de cómo definamos populismo. Es un concepto un poco confuso, ambiguo, que no me gusta mucho. Si lo definimos como un estilo político que consiste en simplificar la política, ver las cosas en blanco o en negro entonces es peligroso porque la política es compleja, exige de tiempos, compromisos, debate. No hay nunca una solución milagrosa. La democracia es el pluralismo. En el populismo, hay sobre todo la idea del pueblo contra las élites, el rechazo de toda mediación, de toda representación. Eso también puede ser peligroso. Hay populismos de derecha pero también de izquierda, como en América Latina o el movimiento de Beppe Grillo en Italia.
–Volvamos a las elecciones municipales. Si uno observa con detalle los resultados, la extrema derecha francesa ha conquistado algunas plazas o aumentado significativamente su presencia en el Arco mediterráneo francés y en zonas rurales del interior. ¿Considera a la inmigración como el único factor plausible para explicar estos datos?
–Por supuesto que no. Hay inmigrantes en Francia desde el siglo XIX, olas y olas de inmigrantes. Es el contexto que le favorece a la extrema derecha: mundialización, apertura de fronteras. La integración europea da miedo, la crisis económica refuerza esos miedos y se designa al “otro”, al extranjero, al inmigrante, como chivo expiatorio. Nosotros hacemos todos los años desde 1990 un sondeo para la Comisión Nacional de Consulta de los Derechos del Hombre sobre el estado del racismo, el antisemitismo, la xenofobia y la islamofobia en Francia.
–¿Qué conclusiones saca de esa serie de estudios?
–Hasta el año 2009 notamos una aceptación creciente de las minorías, favorecida por la renovación generacional, el aumento del nivel de estudios, una sociedad más diversa, más abierta con el resto de culturas. Y después, con la crisis económica de 2008, hubo un verdadero cambio, un retorno de la intolerancia, un aumento de la xenofobia. Por cuarto año consecutivo, el nivel de aceptación del otro y particularmente de los magrebíes y musulmanes está en caída libre y esto aumenta el público potencial del FN. No solamente ha progresado en el sureste de Francia donde hace mucho tiempo que es parte del mapa político. Lo más interesante para mí es su progresión en las viejas ciudades obreras, en el ‘Gran Este’. Golpeado por la desindustrialización, donde los sondeos ponen en cabeza al FN con un 26% de intención de voto para las Europeas. O incluso en el norte, con su conquista de Hénin Beaumont desde la primera vuelta de las municipales, en plena base minera.
–¿Qué diferencias encuentra entre los votantes del FN de las zonas rurales de Francia y los del Mediterráneo?? Si la inmigración puede ser una causa importante en el Mediterráneo, ¿por qué esa fuerza del FN en la Francia más rural?
–De hecho, no hay necesidad de vivir al lado de los inmigrantes para tenerles miedo o rechazarles. Solamente hay que mirar la televisión o escuchar a Marine Le Pen hablar. En Alsacia, por ejemplo, desde hace tiempo el FN consigue buenos resultados en pueblos pequeños, en zonas rurales. De la misma manera que hay antisemitismo sin judíos, puede haber hostilidad contra los inmigrantes sin su presencia.
–Cuando Marine Le Pen habla de que lo mejor para Francia es salirse de la UE y del Euro, ¿está de acuerdo?
–Yo no estoy absolutamente nada de acuerdo, pero el problema no está allí. La mayoría de los franceses están en contra, incluso dentro del propio electorado del FN. Hoy el mundo está globalizado, las economías se apoyan, dependen, unas de las otras así que creo que esto no es creíble. En todo caso, ahora hay un debate serio con economistas que hablan de la conveniencia o no de estar en la zona Euro. Pero esto no es lo que atrae de ver a Marine le Pen. Es la crítica global del sistema europeo, tecnócrata, que favorece la austeridad. Cerrar las fronteras, «cerrar la puerta de Francia» a los inmigrantes es una idea más aceptada por sus electores, pero no salir de Europa y la UE.
–¿Es la inmigración un fenómeno tan acuciante para la UE como a veces se nos quiere vender?
–No hay una única respuesta. Es también otra cuestión compleja. La inmigración venía para hacer el trabajo que los nacionales no hacían. Entonces, ellos trabajaban en la industria automovilística, en las minas… Hoy en un contexto de crisis, ellos son los primeros tocados por el paro, ellos sirven de amortiguadores. Y si el FN no dice más que lo que ellos cuestan a Francia, también es necesario ver lo que ellos aportan, ellos pagan cotizaciones sociales, ellos gastan. Mañana la inmigración será necesaria para compensar la demografía declinante de la mayor parte de los países europeos.
–¿Considera que la inmigración debe ser un asunto europeo en el que se lleguen a acuerdos por unanimidad? ¿ Por qué cuesta tanto tener una política unitaria en este tema desde Bruselas?
–La inmigración no tiene el mismo sentido en un país y en otro, depende de los flujos migratorios, la colonización… Estos no son los mismos inmigrantes. En Alemania son los turcos; en Inglaterra sobre todo los indo-paquistaníes, en Francia los magrebíes. El mismo término recoge realidades diferentes. Hay que tener en cuenta también la diversidad de legislaciones nacionales en materia de nacionalidad y ciudadanía, derechos reconocidos a minorías, concepciones diferentes de laicidad o separación de Iglesia y Estado. Pero si consideremos que la UE forma un todo solidario, es evidente que hace falta una política común en materia de inmigración y asilo, de lucha contra el trabajo clandestino.
–Hablando del fenómeno que popularizaron el ensayista Alain Soral y el cómico Dieudonné. ¿Qué piensa sobre ello?
–Son nuevas formas de antisemitismo facilitadas por Internet y las redes sociales pero relativamente poco conocidas al gran público antes de la interdicción del espectáculo de Dieudonné y la publicidad mediática alrededor del gesto polémico de la querelle, interpretado de manera diferente: saludo nazi invertido para unos, gesto provocador antisistema para otros [la querelle consiste en colocar el brazo izquierdo extendido hacia abajo y la mano derecha cerca del hombro izquierdo, en un clara referencia sexual y aludiendo al saludo nazi]. Ya hablamos mucho menos ahora del tema, no exageremos su importancia. En cuanto al antisemitismo en Francia, hay desde el comienzo de la Segunda Intifada en 2000 una progresión de actos antisemitas, a veces violentos. El último de ellos fue el tema Mérah y el asesinato de un maestro y tres niños en la escuela judía de Toulouse. Pero a nivel de la opinión pública, los judíos son la minoría en Francia más aceptada, la que tiene mejor imagen. Son los magrebís y los musulmanes los que tienen la peor imagen. Y aún más abajo, encontramos a los romanís, los más detestados.
–¿No cree que la ‘quenelle’ es un gesto antisemita? ¿Piensa que podría haber relación entre este gesto y el conflicto Israel-Palestina?
Yo nunca he dicho eso. Hay propuestas muy claras y groseras de Dieudonné sobre la significación antisionista de la quenelle. En sus sketches, su deslizamiento hacia el antisemitismo es constante, cuando habla a propósito de la memoria de la Sloah de “pornografía memorial” o cuando se lanza contra sobre el periodista Patrick Cohen: “Pero tú ves, cuando te escucho hablar, Patrick Cohen, me digo, tú ves… las cámaras de gas… qué pena…”
–Finalmente, en cuanto a la situación política española, ¿a qué cree que se debe la inexistencia de un partido de extrema derecha fuerte como en Francia?
–Pero, para empezar en Catalunya hay un partido que sí… [duda] De todas formas no conozco muy bien el contexto que hay en Catalunya. Pero en España la situación es muy simple. El país ha salido de un régimen autoritario hace muy poquito tiempo. Es igual que en Portugal. En España hay una enorme deslegitimación de los regímenes autoritarios pero puede que eso no dure para siempre.