Fotografía: James Windeler
“Lo que me parece más importante en esa indagación en el yo, en un yo femenino a través del género autobiográfico, es que la autora escoge diferentes códigos genéricos para hablar de diferentes momentos de su vida. […] Lo hace con un juego muy inteligente entre los géneros y las voces a través de la literatura y nos cuenta, con ese puzle, la complejidad de ese yo femenino que siempre se mueve entre los márgenes de la violencia. Es un libro muy corto, muy contundente y muy recomendable.”
Con estas palabras la ganadora del Premio Herralde de novela 2015 Marta Sanz describe La edad ganada (Caballo de Troya, 2015) de Mar Gómez Glez, en una vídeo reseña publicada a principios de año en Conocer al autor. Al cabo de unas semanas, sale en la revista JotDown una entrevista que Marta Sanz le concede a Paula Bonet, joven ilustradora y admiradora de la novelista madrileña, y en la que vuelve a nombrar a Mar Gómez Glez, señalándola como una de las nuevas voces más talentosas de la literatura española.
En el momento de entrevistarla, Mar Gómez Glez vive en Los Ángeles, donde ha terminado el semestre como docente en la University of Southern California, aunque está a punto de volver a la costa este, donde ya ha vivido varios años desde que en 2006 dejó Madrid para mudarse a Estados Unidos. Estudió en la Universidad de Nueva York, allí se doctoró en 2013 en Filología Hispánica con una tesis sobre el misticismo, y el año que viene dará clases de escritura creativa en Bard College, la prestigiosa universidad donde descansan las cenizas de la filósofa judía Hannah Arendt y su marido Heinrich Blücher.
Mar Gómez no conoce personalmente a Marta Sanz, a la que califica de “increíble”, pero espera tener pronto la posibilidad de encontrarse con ella. Mientras tanto, acaba de leer la última novela de Sanz, Farándula. Según confiesa, parece escrita para ella. La historia gira en torno al mundo del teatro y Mar Gómez Glez, además de novelista, es dramaturga. De la experiencia como lectora de Farándula destaca la convicción de que hacer teatro es en sí un acto político: “Los que estamos en teatro lo sabemos: vivimos en un mundo neoliberal pero en el teatro no hay dinero”.
Ya que ha salido el teatro a escena, le pregunto sobre sus comienzos, para saber si comenzó creando obras o novelas. Gómez Glez cuenta que los dos géneros se desarrollaron a la par: ya de adolescente empezó un par de novelas que nunca acabó, pero sí terminó una obra de teatro. Para la autora, teatro y narrativa siempre han estado relacionados porque la primera novela que empezó a escribir vertía sobre su experiencia en el grupo de teatro del colegio en el que estaba. Sin embargo, su primer libro publicado fue de narrativa infantil, se titula Acebedario y salió en Ecuador en 2005. “A nivel más profesional empecé a escribir cuentos, que enviaba con mucha disciplina a certámenes que nunca ganaba, hasta que escribí un libro para niños que llegó finalista en un concurso y se publicó en Ecuador”. Se ríe porque reconoce que siempre ha sido “una escritora deslocalizada”. “Siempre están pasando cosas con mi obra en lugares donde no estoy”.
Aunque su primer acercamiento al teatro fue actuando con un grupo de Madrid, ahora Mar Gómez Glez escribe piezas de teatro sobre temas de actualidad y en 2011 fue galardonada con el Premio de Teatro para Autores Noveles Calderón de la Barca. Cuenta divertida la historia de su iniciación en ese mundo: en 2002 una amiga que trabajaba en Cadena Ser le pasa su currículo a un director de teatro que necesita a una chica joven con voz de niña. Él decide quedar con ella por su nombre, porque se llama Mar como su hija, aunque nada más verla sabe que no la va a contratar. En aquel momento la autora tiene 25 años, el director le cuenta que en realidad lo que está buscando es alguien que le escriba la obra, y ella le confiesa que es escritora. Y así nace su primer trabajo profesional en el teatro, que recuerda tan duro cuanto satisfactorio. “Ensayábamos cinco horas diarias, luego escribíamos cinco o seis y al día siguiente, más”. “Me parecía precioso, los actores son las mejores personas del mundo. También disfruto escribiendo con ellos porque tienen muchísima flexibilidad y creatividad, son muy generosos”, afirma la dramaturga. Ella decidió dejar los escenarios porque “es una disciplina a la que uno debe dedicarse en cuerpo y alma”.
–Y yo quería escribir.
–¿Y no echas de menos el escenario?
–Siempre actuamos un poco en la vida, por ejemplo cuando enseñas. A lo mejor algún día me vuelva a subir a las tablas.
Pero de momento, la escritora está centrada en escribir dramaturgia y colaborar en la dirección de sus obras. Durante este mes, Gómez Glez estará en España para presenciar el estreno de Sincronizada que se podrá ver en el Talent Madrid de los Teatros del Canal a partir del 4 de junio. Esta pieza es solo una parte de la obra Bajo el agua (2014), para la que todavía está intentando conseguir financiación. La semana siguiente también se estrenará el texto Fuga Mundi (2008), la primera obra que la autora escribió en solitario. Como Sincronizada, esta pieza está protagonizada por mujeres, y se estrenará en el Teatro Guindalera de Madrid el 10 de junio.
Mar Gómez explica que cuando escribe piezas teatrales se centra más en los personajes, puede desarrollar esa diversidad de voces que es típica del género, ya que en su naturaleza es dialógico. Al escribir piezas teatrales, enseguida los personajes toman una vida separada de la del autor, sobre todo en el caso de trabajar con materiales tomados de la actualidad, como suele hacer. “Mi interés es problematizar los hechos que nos parecen tan evidentes”, dice Gómez Glez, aportando el ejemplo de Cifras (2012), obra en la que describe cómo un barco pesquero acoge a los inmigrantes que viajan en una patera. El tema es actual y despierta la sensibilidad de la audiencia, aunque a primera vista parece muy evidente que si hay alguien necesitado, los demás deberían echarle una mano. Pero el miedo a lo foráneo para muchos es más fuerte que la compasión. “Ese fue el dilema que me parecía interesante con el personaje del patrón del barco, que acababa teniendo a un montón de inmigrantes en su embarcación en detrimento de su tripulación. Ahí está lo interesante”.
La escritora reconoce que si hay algo que le molesta “es la hipocresía”.
–Por eso intento ser directa y respetuosa con la audiencia”. Yo pienso en la audiencia como a seres inteligentes que van a ver a personajes inteligentes que se plantean cuestiones reales, para que se construya un diálogo entre la audiencia y las obras.
El Premio Nobel de literatura Dario Fo defendía que el arte tiene como objetivo la diversión y la denuncia social. Para el gran dramaturgo italiano, que a sus 90 años sigue actuando y escribiendo, la sátira es la manera más directa de entender la verdad y desnudar el poder. Sin embargo, Gómez Glez no suele recurrir a la sátira, potente arma de la que Fo ha hecho su rasgo distintivo, pero reconoce que los personajes políticos que aparecen en Cifras “tienen una dialéctica que es satírica en sí misma.
–Si lees los discursos políticos sacados de contexto, parecen los monólogos de un comediante.
En Bajo el agua, Gómez Glez subleva una cuestión feminista al describir los extenuantes entrenamientos de las atletas de natación sincronizada, la presión a la que están sometidas y el nivel de perfeccionismo que anhelan alcanzar. Forzando el paralelismo entre la autoexigencia de los deportistas de élite y la de los escritores, la narradora reflexiona que en ambos casos esa presión personal es muy alta para pulir hasta el extremo ejercicios o textos. “Cuando empecé a escribir todo era un juego, un ejercicio que tiene la exigencia de las actividades infantiles. Cuando empiezas a pensar que esos textos los va a ver alguien, cuando los enseñas, cuando quieres que tu voz se oiga, la cosa cambia”, explica Mar Gómez. La autora se vuelve mística al describir el nivel de imposición al trabajar un texto: “Creo que la exigencia es tan grande que llegas a un estado de meditación. Dejar un texto en lo que ese texto tiene que convertirse. Entonces eso se convierte en una meditación que supera el nivel de exigencia por la voluntad, en plan Schopenhauer. Es algo que va más allá, es la voluntad de ese texto, no la tuya”. Gómez Glez reconoce que sabe cuando llega al mejor texto posible, al culmen de una obra, siguiendo una relación intuitiva que va más allá de la racional. Y advierte sobre el peligro de pasarse de rosca al trabajar demasiado un texto: “Te puede pasar como con la nata: si la trabajas demasiado consigues una mantequilla maravillosa, pero ya será mantequilla, no nata”.
En 2015 se estrenó 39 Defaults, obra de Gómez Glez inspirada en el activista político Enric Durán y representada en Madrid, Los Ángeles y Nueva York. La historia narra la fuga de un personaje que ha dejado sin pagar unos préstamos. Durante la huida conoce a una mujer norteamericana que le invita a su casa en Nueva York. Descubrimos que ella se dedica a vender pastillas sin receta, en un país donde el seguro médico es para la mayoría de la población un sueño inalcanzable, y le pide a él que le haga un envío. Por 39 Defaults, a la dramaturga le llovieron críticas por no definirse. En la obra no hay una clara distinción entre el bueno y el malo, precisamente porque para ella el teatro no significa posicionarse. “Yo trato de poner los dos personajes en el mismo plano. No soy una política, soy una escritora”, afirma contundente, aunque matiza: “Desde luego todo lo que hacemos está dentro de la política, pero mi trabajo está dentro de la problemática, más que de la solución. Creo que tenemos que sentirnos cómodos viviendo en esta ambigüedad”.
Ella misma tiene desde hace una década una vida fronteriza entre España y Estados Unidos. “He reflexionado mucho y quiero seguir reflexionando sobre este tema: deberíamos sentirnos cada vez más tranquilos al vivir deslocalizados. La idea de comunidad basada en el espacio es un concepto a superar. Yo creo que la idea de estado-nación es algo del siglo XIX, forma parte de una interpretación del mundo que ya no ha lugar”.
La escritora celebra su condición de “expatriada” y el cambio de continente ha contribuido a modificar su escritura. Con la llegada de otras influencias literarias, sus textos dieron un vuelco radical. Habla de libertad y respeto, dos ingredientes clave que sintió en la cultura estadounidense y que le ayudaron a expresarse sin tapujos, cosa que no encontraba en la España en la que creció. “En este proceso de reescritura y de reapertura de la vida, la escritura y la lectura te cambian, la forma en la que lees y experimentas el mundo te cambia. El simple hecho de vivir en una cultura diferente da unas posibilidades de ver el prisma de la realidad desde muchos lugares distintos”. Los años estadounidenses han sido primordiales para el desarrollo de Gómez Glez que en su trascurso ha aprendido una importante lección: “Ser capaz de tomar las riendas de tu propia vida y de aceptar que la vida es una construcción y que cada uno la construye como quiere. Lo mismo con la literatura”.
En Nueva York Gómez Glez ha descubierto un sinfín de autores latinoamericanos que escriben en español, pero desde la Gran Manzana. Los encuentros con Boullosa, Molloy, Prieto, Yehya, Salazar o Meruane le abrieron la mente más que la literatura norteamericana que percibe como demasiado acotada, estricta. “Aquí les encanta clasificar, que cada uno sea respetado en su clasificación”. Lejos de querer encasillar su escritura, pasamos a comentar La edad ganada, en la que la autora realiza un maravilloso ejercicio de estilo al narrar ciertos momentos clave en el desarrollo de una mujer, hechos violentos que Gómez Glez traza con extrema precisión y delicadeza. En la cita inicial del sociólogo Norbert Elias se reflexiona sobre la realidad del mundo, esa verdad que no suele corresponderse a nuestros deseos. La escritora duda sobre si ahora mismo volvería a usar esa frase para introducir la novela. Explica que se refiere a “una realidad histórica y socialmente marcada, donde cada individuo le van siendo asignados una serie de roles. Creo que a veces tenemos un pensamiento muy mágico sobre cómo modificar nuestra realidad: si estudio mucho voy a encontrar un buen trabajo, si sigo las normas voy a tener un marido maravilloso, un trabajo, etc.”. Si por un lado tenemos capacidad de modificar nuestra realidad, pero por el otro, por mucho que deseemos algo y nos esforcemos, hay cosas que siguen un camino distinto al que habíamos imaginado. “La realidad es algo muy viscoso, está en continuo movimiento”.
En el mismo título de su última novela está la clave de la vida: “En el momento en el que hay una voluntad interior, se trasforma la propia realidad exterior”. Precisamente esa relación entre lo interno y lo externo es primordial en su texto, donde las emociones se expresan a través de la fisicidad. La edad ganada, novela de formación intimista, es un texto corpóreo, carnal, que el lector vive en su propia piel. “En general el que carga el trauma es el cuerpo, es el que tiene más memoria e incluso somatiza. Creo que se puede hablar de sentimientos a través de las sensaciones del cuerpo”. Desde que ha empezado a correr, explica Mar Gómez Glez se ha dado cuenta de que el deporte modifica sus pensamientos y, si hilamos fino, incluso influye en su literatura.
Como bien describe Marta Sanz en su reseña de La edad ganada, son múltiples los códigos que Gómez Glez escoge para relatar los hechos en la vida de la protagonista. El penúltimo relato del libro, por ejemplo, tiene unos tintes surrealistas: vemos cómo un apéndice del cuerpo, un dedo-muñón, crece con desmesura hasta abrazar a toda la persona. “Yo no sabía lo que estaba escribiendo hasta que lo acabé de escribir”, comenta la autora. Ese abrazo final, ese envolverse a uno mismo, es la descripción visual de una sensación en la que la autora “intentaba generar esa sensación de cuando alguien te abraza y te sientes tan bien”. Tu propio físico aportándote seguridad. Como si no hiciera falta nadie más para sentirnos completos y seguros.
Con una trayectoria universitaria heterogénea y centrada en las Humanidades –se licenció en Sociología y Periodismo, antes de estudiar un máster en Teoría Literaria– Gómez Glez trabajó brevemente como socióloga, colaborando con el Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo de la Universidad Complutense. Esa experiencia la sensibilizó mucho respecto a la diversidad, tema sobre el que reflexiona a menudo en sus obras. Nunca ha ejercido de periodista y afirma rotundamente que la libertad de prensa no existe. “Antes en España había cierto prurito por la información independiente, mientras que en Estados Unidos de alguna manera ya se sabía que en realidad la CNN es más demócrata, la Fox es republicana, etc. Si realmente quieres ver las noticias de otra manera, tienes que buscar fuera de los canales oficiales”.
A pesar de que los medios de comunicación estén polarizados, elogia la prensa estadounidense, más especializada con respecto a la que se publica en España. Cita The Athlantic, una revista que combina reportajes de investigación, pero que presenta también entrevistas y textos de ficción. O The New Yorker, que reúne textos de investigación con un cuidado formal altísimo. “Yo lo utilizo también como fuente de información, por ejemplo para una clase que he dado este semestre sobre éxtasis”, abordando el tema desde diferentes ángulos. “Uno de los textos que utilicé fue de The New Yorker sobre los experimentos MKULTRA que hizo la CIA con LSD desde los años cincuenta hasta los setenta”.
Mientras la conversación avanza, siento que entre nosotras se ha establecido una bonita conexión. Las risas dan paso a las confesiones recíprocas, nos reconocemos en intereses comunes y experiencias vitales parecidas. Mar Gómez me cuenta anécdotas hilarantes y desliza una historia íntima que, de momento, me guardaré para mí. Siempre hay algo que queda en el tintero, y cuando se vuelva una escritora consagrada podré contarla en exclusiva.
Además de su compromiso con la literatura, Gómez Glez se dedica también a la enseñanza, profesión que le ha ayudado a ser disciplinada y donde disfruta del contacto con los estudiantes. Las nuevas generaciones le permiten descubrir nuevos puntos de vista. A pesar de ello, su vida ha dado un vuelco en los últimos dos años y ahora está más convencida que nunca de que tiene que centrarse en la escritura creativa y dejar a un lado la carrera académica. “Yo he tenido mucho miedo a la penuria económica [risas], quería algo seguro, quería ser funcionaria. Y ahora estoy en este ejercicio de no tenerle miedo a lo no seguro. Con cabeza, porque la clase media está demasiado incrustada en mis venas [risas]”, bromea Mar Gómez.
Aunque su vida se desarrolle principalmente en inglés, la narradora casi siempre escribe en español. En inglés, sólo ha redactado dos obras de teatro hasta la fecha, pero todavía no se ha atrevido con la narrativa. Fue al enamorarse de un estadounidense, cuando de repente el idioma se cargó de unos sentimientos que antes no tenía. “Cuando el mundo emocional entró en el lenguaje, empecé a sentir la necesidad de escribir en inglés”. Esto le pasa sobre todo con las obras de teatro, que es un género basado en la oralidad, en el que el texto escrito no es más que un manual de instrucciones para los actores. Su texto teatral, 39 Default, lo escribió en inglés y después lo tradujo al castellano para que se representara en Madrid. Su hermana le ayudó en la traducción, redactando un primer borrador que luego la escritora corrigió. Confiesa que le pareció una experiencia rarísima, porque al cambiar el idioma la personalidad de los personajes también cambia. “Me alegro de haberlo hecho, aunque no sé si estoy satisfecha con el resultado”.
Mar Gómez Glez prefiere que otros traduzcan sus libros. Sarah Thomas, profesora de la Universidad de Brown, es su traductora americana y con ella ha instaurado una relación de trabajo cómplice. Ella tradujo su primera novela, Cambio de sentido, que en España pasó desapercibida, y lo hizo con tal destreza que ganó una beca del PEN Center. “Espera que ahora viene lo mejor…”, avisa Gómez Glez antes de contar su experiencia. Un representante de The Wylie Agency, la agencia literaria más importante del mundo, que en España se conoce como el Chacal, contactó con la traductora porque quería representar la novela. “Fuimos a su oficina en Midtown, en la calle 49 y pensé: We made it!”. Desafortunadamente, su representante, el mismo que llevaba la herencia de Bolaño, no pudo vender la obra, pero durante años Cambio de sentido de Mar Gómez Glez estuvo en el catálogo de The Willey Agency junto a los títulos de Antonio Muñoz Molina.
Mar Gómez habla de las lecturas que últimamente le han llamado la atención y reconoce que ha quedado sobrecogida con We need to talk about Kevin, una novela de Lionel Shriver que la persiguió durante semanas incluso durante el sueño. “Me dejo recomendar por mis amigos y leo autores muy diversos”, como al escritor y dramaturgo canadiense Wadji Mouawad, que tiene pensado descubrir más en profundidad.
Ahora mismo la escritora está trabajando en su próxima novela. En breve sacará un relato para Actúa, la revista de AISGE, la asociación de intérpretes y actores, que quizás constituirá el prólogo o el epílogo de la siguiente obra. También podremos leer otro relato suyo en una antología en español de mujeres artificiales titulada Las otras que se publica en una editorial de Nueva York.
Han pasado dos horas desde que empezamos a conversar y si no fuera porque ella tiene otros compromisos que atender, seguiría preguntándole a Mar Gómez Glez sobre el mundo, su mundo. “Virginia Woolf decía que para escribir se necesitaba un cuarto propio, pero yo creo que hace falta un cuarto con una ventana al mundo”. De ahí el nombre de su blog, El cuarto y la ventana, en el que podemos leer lo que pasa alrededor de sus obras en Los Ángeles, en Madrid, en Nueva York. En el mundo de una escritora que quiere cuestionar lo evidente.