Jamás imaginaste que comprar unas zapatillas deportivas te fuera a hacer tan feliz. Has sentido una euforia tan gratificante como perecedera. Has buscado por Madrid durante toda la mañana. Las zapas –así las llaman– que llevas puestas tienen un par de años ya. Están curradas, pero todavía aguantaban. Tienes otro par que apenas usas. Y otro para correr. No es para tanto, crees. Conoces gente que las colecciona, igual que Nemo, el personaje que Álex Ayala Ugarte describe en la crónica God save my shoes: loco por los tenis. Nada de lo que has visto te convencía. Sin rigor ni método, te has probado decenas, tanto del pie izquierdo como del pie derecho. Algunas eran un verdadero horror. O por los precios o por la forma o por los colores, ninguna era candidata a presidir tus pies un par de años –la mitad de una legislatura–.
Una vez dentro de la vorágine de las rebajas, corres el peligro de hacer una mala compra. Sin embargo, lo de estas zapas ha sido un flechazo, y un subidón que se ha ido disipando –así de crueles son las sensaciones que dispensa el consumismo–. No estaban en el escaparate. Has tenido que entrar en la tienda. Otro acto de voluntad. Primer contacto con el aire acondicionado y vistazo rápido. Después de dos intentos fallidos las has visto junto a otro modelo. Ahora que puedes pensar con la mente fresca, las crees haber visto en otra tienda. De habértelas probado antes no estás tan seguro. El dependiente, joven, negro y delgado, las ha sacado de la caja. En su camiseta podías leer: A D I D A S, para que no hubiera dudas.
El número era el tuyo. El 41 1/3. Estaban al 50 por ciento. En periodo de rebajas el descuento es algo que te tomas muy en serio. Ahí estaba, de nuevo, ese efecto de placidez, de tierno éxtasis, ridículo y electrizante. La mano se dirige a la cartera, de ahí a la tarjeta, y ésta planea hasta entrar en la boca del datáfono. Movimiento sencillo pero crucial. Acto puro. Síntesis del capitalismo. Con todo el día por delante, has salido con las zapatillas nuevas puestas y unas ganas infantiles de correr por las calles de Madrid.