Hoy es un día de suerte: Don Anónimo ha encontrado un saco de riquezas. De hasta el fondo de una derruida bolsa de plástico ha sacado seis latas vacías de cerveza Corona, la cabeza de una Barbie y dos revistas para adultos.
–¿Pa’ qué quieres la Barbie? –pregunta, confundida, la señora Ignorada.
–Pa’ la Jennifer –responde él orgulloso.
Se refiere a su nieta, una de diez. Trabaja en el mismo tiradero, justo al lado de la luneta de los plásticos. La verdad es que ella no desea una Barbie, desea lápiz y papel limpios. Desea escuela.
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Doña Olvido hojea una maltrecha edición de la revista Time cuya portada declara al presidente Peña Nieto como el hombre que salvará al país.
–Presidente, mis güevos –declara Doña Olvido.
–Ni siquiera los tienes–le refuta la señorita Abandono.
–Más que éste güey sí, dice antes de botar la revista, dar media vuelta y alejarse sin rumbo fijo.
Abandono recoge la revista del suelo y la hojea. «¿Qué guapo que es, verdad?», pregunta al joven De Nadie. «Te va a robar, no a coger, no seas pendeja», responde éste con trémula voz. Abandono entonces bota también la revista.
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Una niña de apenas once años mete su mano en una bolsa de Comercial Mexicana. Confunde gusanos con arroz pero no se inmuta, no es la primera vez. «¡Aquí no hay nada mamá!», grita con todas sus fuerzas. Desde el otro lado del basurero una enclenque mujer le responde: «¡Busca bien!» La niña toma de nuevo la bolsa pero esta vez solo deletrea la leyenda de un volante encontrado en su interior: «O-por-tu-ni-da-des… por-un-Mée-xico-para-to-dos. Ad-mi-nis-tra-ción- dos-mil-diez-dos-mil-tre-ce».
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El cielo es azul, el espacio está lleno de luz. El olor es ácido, agrio, obsceno. Pepenadores de todas las edades, de todas las regiones de la ciudad se dan cita aquí, «donde está la papa pa’ comer». Si tienen suerte reunirán un par de kilos de latas de aluminio y una bolsa repleta de envases pet. Al final del día, del arduo día, apiñarán, si la suerte les acompaña, 200 pesos en materia prima, 200 pesos suficientes para mantener una familia, para unos tacos sin frijoles, para el aroma de una sopa, para las ganas de salir adelante el día de mañana, levantarse temprano, seguir la vida que ya verás que mejorará, que Dios aprieta pero no ahorca, que no podemos estar peor, que ora sí que nos va a ir más mejor. Ya verás.
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De una camioneta con vidrios polarizados baja Don Panzón, líder vitalicio de La Cooperativa Justo Sierra de Trabajadores de La Recolección y Limpia del Estado. Adscritos al partido en el poder, los pepenadores se acercan a saludarle. Él extiende una amplia sonrisa en lugar de su mano. Los don nadies se congregan alrededor de su líder, le escuchan con flaca atención: «El partido está muy orgulloso de su noble labor, del ímpetu que con su trabajo demuestran. Sin ustedes, el impulso al desarrollo ecológico y económico de nuestra comunidad sería un imposible. Gracias a ustedes esta ciudad es lo que es».
Los aplausos suenan a ensueño.
Una vez resguardado dentro de su vehículo de reciente modelo, pide a su chofer tome dirección a la Carretera Federal. Frota sus manos con desinfectante líquido mientras maldice su trabajo. «Bola de jodidos».
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Un perro ruano asoma la cabeza por entre las bolsas husmeando algo que comer.
Aquí nació.
Aquí vive.
Aquí morirá.
Fotografía: Alejandro Cárdenas