Más de 43 millones de mexicanos no votaron, el 53 por ciento del electorado de un país de casi 120 millones de habitantes con más de la mitad de la población en la pobreza y la irregularidad. Y con todo y con eso, han sido las elecciones intermedias más votadas desde 1997.
El todopoderoso PRI ha retrocedido una decena de escaños, pero a fin de cuentas sigue ganando con un 30% de los votos y hasta va a mejorar su posición en la Cámara de Diputados.
La prensa crítica subraya el batacazo y asevera que «en una democracia madura» se anularían las elecciones y se les impediría a los partidos participar en la siguiente.
Lo ha dicho Víctor M. Toledo en un texto publicado en La Jornada y que está volando por las redes. En él dice que “en un país con democracia representativa madura, este hecho (la abstención y los votos nulos) sería suficiente para anular la elección, y para que los candidatos estuvieran obligados a no participar en la siguiente. La razón: los porcentajes reales de los votos ganados por los partidos se reduce a niveles irrisorios, es decir, no son legítimos en tanto no representan más que consensos mínimos”.
La cruda realidad es que esto, aunque suene lógico, es una utopía, por no decir un disparate, porque ni en el país más democrático del mundo se anularían las votaciones por ese motivo. En España ha habido elecciones con más de un 60 por ciento de abstención y nos ha tocado jodernos y aguantarnos. Jamás se han anulado los resultados por ese motivo. Y mucho menos se ha castigado a los partidos con no participar en las siguientes. Reivindicar esto puede ser contraproducente de cara al futuro. Me explico:
Las pasadas elecciones municipales en España han sido consideradas un éxito sin precedentes para la izquierda ciudadana. Un modelo a imitar para México, donde la izquierda y la política ciudadana no existen. Y sin embargo la gran sorpresa, Ahora Madrid (la candidatura respaldada por varias fuerzas, entre ellas Podemos y Equo, y varios descontentos de Izquierda Unida, la gran esperanza de la izquierda) ha obtenido solo medio millón de votos, la mitad que el PP, es decir, tan solo un 16 por ciento del electorado. Y a nadie (salvo a los más fanáticos del PP) se le ocurriría decir que los concejales Ahora Madrid no son representativos, que hay que anular las elecciones y castigarles con no volver a participar.
Me parece que los sectores críticos de México siguen teniendo muy mala puntería. Podrían mucho mejor insistir en que el PRI merece ser castigado e imputado por sus constantes corruptelas, por el trampeo masivo y descarado de votos y por el atroz estado en el que ha dejado el país. Todo ello justificaría de sobra la invalidación de las elecciones y hasta el apresamiento de sus miembros. ¿Pero decir que no les ha votado la suficiente gente? Eso es un disparate, porque al resto les han votado aún menos. Muchísima menos gente.
Así es el juego de la democracia. En todos los países los partidos poderosos se las arreglan para ganar a través de redes clientelares y maquinarias electorales tramposas. Eso es un hecho. La opción de “no votar a nadie” fortalece aún más a los poderosos, porque ellos siempre van a obtener millones de votos, siempre van a contar con el apoyo de las grandes empresas y los grandes medios, siempre van a arreglárselas para ganar.
La opción de no votar quizás sea la más sana moralmente, pero también es la que más beneficia a los poderosos y corruptos. La única alternativa que tenemos para desbancarles es crear un partido de oposición ciudadana y votarles masivamente. Sin dinero, con la enemistad de medios y empresarios y con mucha –muchísima– suerte podríamos convencer a un 16 por ciento de la población y arrebatarles el poder mediante alianzas. Que no nos engañen los porcentajes: sería una victoria inmensa.
Por eso debemos tener mucho ojo a la hora de desacreditar los porcentajes. Dentro de muy poco nos puede tocar defender unos más pequeños, pero más justos y representativos.
Fotografía: Wiki Commons