Fotografía: Juan F. López
Dialogados es un proyecto de periodismo tranquilo que quiere recuperar el tiempo para el diálogo. Son los testimonios personales los que muchas veces ayudan a entender un momento, un lugar, una obra, una generación. Son las emociones transmitidas las que pueden ayudarnos a comprender una utopía en un tiempo exacto.
La Gran Vía de Madrid no ha estado siempre ahí. De hecho, no hace tanto que sopló sus cien velas. Pero cuesta imaginarse la ciudad sin los trazos anónimos que dibujan naturales y foráneos al transitar por ese kilómetro y medio de la capital. Hace tiempo el boom de los musicales abonó el terreno en un intento de vislumbrar aquí un Broadway castizo. Atrás quedaron para el recuerdo los años dorados de los cines (hasta trece hubo) con sus grandes carteles pintados a mano. Pese al remanente cultural, aquella época de glamour se fue para no volver fagocitada por la moda low cost, que democratiza el consumo pero también la insipidez. Sin embargo, esta arteria principalísima que cuenta con rascacielos, asociación de protectores, poeta propio, planos en películas y su nombre en canciones, cobija también a dos guardianes de su esencia en la figura de los hermanos Alcázar, Emilio y José (Madrid, 1966), mal llamados (por lo que entraña de simplificación) los heavies de Gran Vía. Estos gemelos tienen su oficina callejera en una barandilla frente al número 25, donde otrora se levantara la mítica tienda de discos Madrid Rock y hoy desafía sus conciencias un Bershka. Desde allí proyectan su nostalgia de un pasado duro pero mejor y una filosofía de vida fuera del sistema. Aunque en el contenido lo parezca, dicen que no venden recetas políticas sino una espiritualidad a la que han llegado a través de un viaje interior. Ellos consideran demencial la forma de vida de la mayoría de los que están leyendo estas líneas (también del que las escribe) aunque respetan todo. La suya es una lucha pacífica, pero una lucha sin fin.
–Si me preguntaran desde cuando estáis aquí diría que toda la vida. Pero no, todo comenzó un día de 2005 en que decidís manifestaros por la cultura madrileña.
–Emilio: Éramos clientes de mucho tiempo del Madrid Rock pero todo esto empezó porque el tío de la cadena de Inditex que compró este local quiso poner de patitas en la calle a los que curraban aquí, que eran amigos nuestros, sin pagarles ni la liquidación. Nos tiramos casi tres meses haciendo una campaña de recogida de firmas y dando panfletos a la gente que pasaba por la Gran Vía para que, ya que iban a perder su puesto de trabajo, al menos les pagaran la liquidación y les dieran una indemnización. Salió en prensa y todo. Al final se consiguió y eso fue el principio de por qué estamos aquí desde marzo del 2005.
–Todo fue por culpa de la cultura… O del capitalismo.
–José: Si fuera por el capitalismo no habría ni música, ni cultura, ni nada, solo dinero. Ésta siempre fue una calle muy cultural y el capitalismo va contra la cultura. Lo que estamos haciendo aquí, desde entonces pero todavía hoy, día a día, es protestar contra eso, contra la desaparición de cultura para colocar tienduchas de estas y superficies de descerebrados que pululan y abundan por todas partes como setas. Aquí, en la Gran Vía, han desaparecido las salas de fiesta, los teatros, los cines y todo lo que era el emblema de esta calle.
–Esta protesta se la debíais a la música que tanto os ha dado.
–E: Para nosotros la música lo es todo, sobre todo el rock and roll aunque también nos gusta Beethoven y muchos más, ¿sabes? Según vas creciendo vas ampliando un poco más tu mente. Al principio te encorsetas y eres muy radical. Nosotros veníamos de un entorno familiar de extrema derecha, muy conservador, poco liberal. Y en la música vimos esa manera de expresar tu yo interior, tu espíritu, que de alguna manera era lo que no te ofrecía la vida habitual que te proponían tus padres: ser un abogado, médico etc. Simplemente escuchas a los AC/DC y ya sabes, de alguna manera, cuál es tu bando. Ya no solo por la música sino por lo que libera en ti, con ese poder que tienen todas las artes. Por eso nosotros nos significamos como milicianos de la cultura, porque la cultura es lo que hace que el espíritu abra sus alas y vuele, hace que la vida sea mejor. Por eso que se pierda este entorno cultural hace que perdamos todos. Solo ganamos lo que hay: modas baratas y la nada que nos inunda ahora mismo.
–Además de AC/DC, ¿qué grupos han sido referencia para vosotros?
–J: El primero, sin duda AC/DC. Fue el primer disco que me pillé yo con catorce años y fue lo primero que empezamos a escuchar. Luego ha habido muchos. En los años 70 imagínate, pues Queen, Supertramp… ¡Es que había miles! Pero nosotros empezamos muy a lo bestia, Judas Priest y cosas así. Ahora, cuando vas descubriendo la raíz, nos gusta más lo sureño, tipo Lynyrd Skynyrd, más country y todo eso que es la madre del cordero, el bluegrass etc.
–¿Sigue teniendo sentido librar esta lucha aquí, en este sitio?
–E: Es que, de alguna manera, todo se ha hecho a través de esta tienda. Este sitio es como nuestra pequeña barricada. Incluso cuando nos dicen que quieren hacernos fotos pues decimos que tiene que ser aquí. Porque para nosotros ya, igual que para mucha gente, es este sitio. De alguna manera, esta esquina siempre ha tenido ese algo especial que era muy emblemático para la gente del rock and roll. A esta tienda venía la gente de los grupos. Es esta esquina la que le da ese toque. No es que sea importante de por sí, eso te lo tienes que llevar a cada paso que des en la vida. Es una revolución invisible que tienes que hacer en tu interior, no en una ubicación concreta. Pero, de alguna manera, este decorado, al estar en el que era este entorno cultural, esta arteria cultural que siempre será para nosotros la Gran Vía, ayuda. Esto siempre ha sido como el pequeño Broadway de Madrid. Todavía quedan algunos sitios que pertenecen al pasado de esplendor: Chicote, algún cine que hemos logrado entre todos que no se cierre, el Palacio de la Prensa… Por eso creemos que aquí es donde tiene más sentido esta lucha. En este sitio exacto y preciso.
–En este sitio que es ya parte de vuestra vida. Si cerráis ahora los ojos y os pido que describáis esta calle a través de sus gentes, sus ruidos, sus olores… ¿Qué cuadro pintaríais?
–J: ¡Qué bueno! Ufff… Pues sería, qué te voy a decir, la madre de todas las ciudades. Como un océano. Algo indescriptiblemente urbanita, pero con el cielo por encima, que es lo que mola, que aquí siempre tenemos el cielo. Siempre estamos mirando pa’rriba.
–La gente os etiqueta como los heavies de Gran Vía. No sé si esa es la definición que os identifica. ¿Cómo os definiríais?
–E: No. Yo parto de la base de que un ser humano nunca debe tener en cuenta el qué dirán. Que la gente te diga que eres tal o cual… Lo importante es la opinión que tengas tú de ti mismo como referente perpetuo de tu conciencia. Que la gente nos quiere llamar así, bueno. No es ni para sacar pecho ni para odiarlo. Simplemente, te hace como gracia, te sorprenden que la gente se fije en ti pero porque tú tienes como bandera la humildad y no crees que llames la atención pero el caso es que lo haces y si la gente te llama así pues te lo tomas a cachondeo, como siempre nos ha gustado el heavy metal y la Gran Vía pues está muy bien.
–Sin quererlo os habéis convertido en algo representativo de este eje. No sé si tanto –todavía– como el luminoso de Schweppes o como el reloj de Telefónica pero esta ciudad os ha robado un poco de vosotros para convertirlo en patrimonio de todos. ¿Os sentís icono de algo?
–E: ¡Para nada! [risas]. Eso nos lo han dicho muchas veces, pero no. Nosotros solo nos sentimos dos seres humanos que intentan ser libres. Ni iconos ni nada, eso nos parece demasiado arrogante si lo aceptas.
–Pero es cierto que, como sociedad, tendemos a apropiarnos de todo, de los sentimientos, de las desgracias. Hay gente que viene de turismo a Madrid y va al museo del Prado y otros que buscan el portal de Malasaña donde murió Enrique Urquijo. A vosotros, el que os redujeran a un punto de atracción turística sería como mataros un poco en vida ¿no?
–E: En realidad nos han contado que ya nos han puesto en alguna guía y en lo de Iberia y tal. La palabra que define esto creo que es grotesco. Parece que la gente, al sentir cierto vacío existencial necesita rellenarlo de alguna manera con figurones absurdos. Eso pasa por no encontrar eso que lo llena todo dentro de ti que es el espíritu. Todos tenemos, de alguna manera, referentes en nuestra vida, pero salvando las distancias. Por ejemplo, pues de pequeño te gustaría ser como el de tal grupo… Pero nosotros no nos creemos dignos de ser referentes de nadie, solo de nuestra propia conciencia.
–Sois de Chamberí.
–J: [Con acento castizo] ¡De toda la vida! De la plaza de Olavide.
–Es un barrio con identidad, que imprime carácter.
–J: Tuvimos que estar ocho años en Tetuán y lo llamábamos el exilio. Es un buen barrio, pero no era el nuestro de toda la vida. Aunque ya no sea lo que era.
–Madrid ha perdido identidad.
–J: Bufff. Es una lástima. Esto fue la hostia. Malasaña… ¡Qué te voy a contar! Fue muy grande. Una cosa gigantesca. Ahora lo han convertido en una gilipollez, pero como todo. Con el capitalismo salvaje no hay quien viva. Antes era todo de renta antigua, era muy barato y muy bonito el barrio. En fin, ahora ya ha perdido identidad. Se nos murió mucha gente por las drogas. Fue algo muy duro. Nuestro hermano pequeño, de hecho, murió de sobredosis. Y nos gustaría que eso se recordara siempre, a todos los que cayeron aquí, en los años 80 y 90. Nos gustaría que les recordaran porque se merecen algo que los rememore siempre. Murió muchísima gente y nadie habla de ello. Nosotros, estar aquí es por ellos. Se nos murió todo el mundo. Y eso fue muy duro para todos. Pero Malasaña fue el mejor barrio del mundo. Vallecas mola aquí en Madrid, Prosperidad mola, pero, joder, esto era la hostia. ¡Incomparable!
–Esa fue la dureza de unos años que, paradójicamente, se idealizan por ser los años de La Movida.
–E: La gente lo idealiza porque esta época está muerta, vacía, como que no es nada. Pero porque no hay ni talento ni imaginación. Todo tiene un sentido. Ahora es la época de la gente burguesa que, como lo tiene todo muy fácil, no tiene ese espíritu luchador y batallador de cambiar las cosas que tenemos. Falta la palabra revolución. De alguna manera, el ser humano burgués no tiene dificultad de mejorar el móvil que tiene o la tele. Nosotros venimos de una generación que se encontró con el sistema fascista de Franco. Teníamos todos unas ansias de libertad muy heavies. Nos tomamos la vida como una fiesta. Eso es lo que en este contexto actual del tiempo, de alguna manera, ha perdido el sentido y, por tanto, el espíritu. La vida sin espíritu revolucionario, sin ganas de cambiar las cosas no es nada. Pues eso es lo que notas ahora, apatía, conformismo, aburguesamiento… En realidad, muerte en vida. Nosotros vivimos esa época que se ha mitificado porque la de ahora está totalmente vacía. Así que solo queda rememorar lo bueno. Pero se ve en todo: en la música, en la pintura, en la fotografía… Son todo como medianías, en el mejor de los casos. Por eso nosotros nos sentimos un poco afortunados, porque nos tocó una época muy guapa aunque también muy dura. Somos supervivientes de nosotros mismos. Nos pasamos, como se dice, cuarenta pueblos con las drogas, con el alcohol, etc. Todo tiene su lado bueno y su lado malo. Los de ahora son gente acomodaticia que aceptan la mierda que les ponen delante. Simplemente pasan por el aro, cosa que nosotros hemos sido incapaces de hacer por nuestra manera de ser.
–Hablas de pasar por el aro. ¿Tenéis cuenta corriente?
–J: No.
–E: Yo, además, no la he tenido nunca. Pero porque me niego a ser un perro de un capitalista. Nuestra batalla es, precisamente, para escapar… Bueno, no es escapar, porque es una palabra ridícula, aquí no hay que escapar de nadie. Es, simplemente, cambiar esos parámetros bajo los que todo el mundo se arrodilla. Yo no tengo, por ejemplo, ni móvil, pero porque no me da la gana. Me niego a que me pongan otro numerito y que me controlen hasta a quién llamo o lo que hago. El sistema, de alguna manera, se basa en eso, en intentar controlar a todo el mundo para que nadie luche contra él. Es como con el rock and roll, pero por eso no pueden. Intentan convertir los Rolling Stones en un producto de marketing, pero es mucho más que eso, porque es algo que incita a la rebeldía y a la rebelión. Nosotros creemos que el ser humano es algo muy elevado, no es un ser que se deba arrodillar ante un amo capitalista que le paga todos los meses. Eso nos parece inadmisible, porque no es vida, eso es esclavitud disfrazada.
–Si tomamos como ejemplo vuestras vidas, sí se puede vivir fuera del sistema en el siglo XXI.
–J: ¡Por supuesto! Pero sólo si tú crees en ti mismo.
–E: Ahora se trata de en vez de aceptar las condiciones del sistema crear uno propio. En vez de poner la última tontería que ha salido se trata de quitar. Con lo de los móviles por ejemplo, aquí nos meamos de la risa [señalando al rascacielos de Telefónica] de ver cómo está la gente como con el mando a distancia. Lo llaman demencia digital. Es lastimoso ver cómo la peña está como programada. Dan más importancia al diálogo de la gilipollez del WhatsApp, de poner jijiji que de reírse de verdad. Sin darnos cuenta nos están robotizando. Para liberarte del sistema tienes que quitar tus ambiciones. No puedes poner dos velas, una a la libertad y otra al sistema, porque es imposible. Se vuelve una incongruencia. Todos tenemos contradicciones, pero se trata de tener las menos posibles. Por eso el viaje es interior. Se trata de armonizar, de tener una lógica aplastante y no ceder ni un paso a tus ambiciones, que es donde se manifiestan las baratijas que te ofrece el sistema. En tanto que tú aceptes ser un número en una cuenta corriente y que tu libertad sean los ceros que hay en ella, esa es tu elección. La nuestra no, desde luego.
–J: Pero no es nada político, ¿eh? Lo que se está diciendo no es nada político.
–E: No es ni política ni religión. Es una manera de ser humano. Porque, en realidad, el ser humano tecnificado y absurdo pierde la esencia, lo espiritual. Si es como en la música. Los discos del principio de un grupo son buenos porque están hechos con el alma. Luego son hechos por el dinero y entonces se nota la diferencia, se nota el bajón. Pues eso es un ser humano. Si no hay espíritu no hay nada.
–Lo que decís no es política pero, ¿estáis al tanto de la misma?
–J: Vamos a ver, aquí te enteras de todo. O simplemente con poner una radio. Por supuesto que te enteras de todos los tejemanejes casi patéticos que existen. En este país ya lo que está pasando con lo de las elecciones es cómico, por decir una palabra educada. Porque aquí nadie quiere llegar a acuerdos de nada. Y eso es lo triste de lo que se está viendo en esta sociedad, que la gente es incapaz de hacer la paz. Nos parece bastante triste. Son incapaces de llegar a un acuerdo porque lo único que quieren es el poder y ahí es donde todos quedan en evidencia. Lo único que quieren todos es poder porque los sueldos son muy buenos, claro. Y nos intentan utilizar para eso exclusivamente. No les importa en absoluto nuestro bien y nuestro beneficio, sólo lo hacen por eso. ¡Y claro que estamos al tanto! En Gran Vía te enteras de todo pero sin necesidad de nada.
–¿Votáis?
–E: Sí, sí, siempre votamos. Es un derecho que tú tienes y no dejas de ser tú mismo por hacerlo en tanto que crees que con ese voto votas, aunque sea al tuerto entre los ciegos, para crear un entorno más libre y más humano. Por supuesto nosotros siempre votamos a la izquierda porque es, de alguna manera, el contrapunto a la gente que quiere preservar esto porque vive muy bien a costa de los que no tienen.
–J: Yo estoy por no votar.
–E: Ahora yo voto a los de Podemos porque creo que son la izquierda nueva con un poco de esperanza de que no sean los mismos mierdas de siempre. Y te vuelvo a decir que no es que creas en ello. Yo creo en mí mismo, en el ser humano, no en la clase política. Pero, de alguna manera, es el que parece el menos malo de todos.
–Hace nada se han cumplido cinco años del 15-M. Sus protagonistas fueron, en cierto modo, vecinos vuestros. ¿Cómo lo vivisteis?
–J: Las cosas como son, los del 15-M entienden bastante patateramente la revolución. En mi humilde opinión, lo único que consiguieron fue que se llenara todo de borrachos y de mendigos y eso no es la revolución, la revolución es una persona que se libera de todas sus cadenas y que está apta para lucha contra su parte de egoísmo que es lo que le hace caer en el capitalismo. Por supuesto, si tú estás borracho todo el día no estás apto para ninguna revolución, simplemente estás enfermo y necesitas curarte. El 15-M tenía su parte de protesta que está bien, pero quejarse tampoco es la solución, simplemente tienes que ponerte manos a la obra en tu día a día e ir rompiendo las cadenas mentales primero y luego las físicas. Esa es la verdadera revolución para mí.
–Y ahora se ha cumplido también un año de la llegada de los nuevos gobiernos municipales y autonómicos. Aquí, en esta ciudad, un año de gobierno de Ahora Madrid. ¿Habéis notado cambios?
–E: No, sinceramente no. Yo creo que no se ha notado nada. Bueno, en la calle lo único que se puede decir que se nota es que los antidisturbios han dejado de ser utilizados de una manera represiva y fascista. Pero, por lo demás, yo creo que no. Bueno, el otro día nos pusieron aquí una señal atada así con celo que ya se han llevado. Decía que esta acera era la de los impares [risas]. Pero por lo demás no se ha notado en nada, los alquileres siguen valiendo un ojo de la cara… Yo no sé dónde está la revolución.
–J: A mí me pusieron una multa por cruzar la calle.
–Manuela Carmena quiere transmitir unas formas más de la calle…
–E: Sí, es muy simpática y…
–J: Vamos a ver, de la calle somos todos. Porque vaya ya de alcaldesa yo no la voy a mirar como si fuera…
–Pero parece que le gusta hablar con la gente y…
–J: Hablar le gusta a los que no tienen casi nada que decir.
–Si te la cruzases por aquí qué le dirías.
–J: Pues lo mismo que te estoy diciendo a ti. Eso sí que…
–E: ¡Qué dé casa a los que no la tienen!
–J: Que menos sueldo para ella y que piense en los que, efectivamente, no tienen nada. Pero de verdad, que hagan cosas, que tienen mucho dinero y manejan mucho dinero. Y que no se gaste el dinero público en chorradas como las que están haciendo.
–E: En poner aquí una señal para que no tiren los chicles al suelo y tonterías así que son carísimas.
–Vosotros que desde esta Gran Vía buscáis la libertad, cómo percibís el amor, como algo que te ata o que te libera.
–E: Es que lo que llamamos amor no lo es. Yo creo que hay un amor cósmico, verdadero, que hay dentro de cada persona y de cada situación. De alguna manera esa es la verdadera búsqueda, que comprendas que el amor es lo que te rodea y en tanto que tú seas partícipe de él tú pierdas el miedo. Aquí el ser humano occidental ha olvidado que hay un macroespíritu, un macroalma que es a la que nos tenemos que unir. Todo está como bastante vacío y siempre estamos buscando fuera lo que no encontramos dentro, cuando la búsqueda verdadera del amor tenemos que empezarla de dentro a fuera. Tú tienes que amar para ser amado. Si no sabes amarte ni siquiera a ti mismo cómo vas a amar a otra persona. Por supuesto que el amor verdadero es la liberación del espíritu. Pero no es un amor concreto a nada ni a nadie, sino que surge por el mero hecho de ser agradecido por lo que tienes. Simplemente, aquí [en la Gran Vía] ves unas lecciones increíbles. Cuando tú te estás quejando de tonterías y pasa alguien y te sonríe desde una silla de ruedas, por ejemplo. Tienes que afinar tu vista y tus sentidos para darte cuenta de que el amor está todo el rato rodeándote, lo que sucede es que nos pasa desapercibido y lo encasillamos y lo hacemos pequeño, pero a través de nuestros propios patrones que son muy pequeños para entenderlo.
–Habéis luchado por la supervivencia de la cultura, habéis luchado contra las drogas… ¿Qué batallas os quedan por librar?
–J: Como sabes bien, las cimas más elevadas son las últimas a las que se llega. Por supuesto, la batalla permanente y metafísica del ser humano es contra el ego propio, contra todo aquello que te haga crear vanidad. Es una batalla muy difícil, porque con la vanidad que tienes tú y la que ves alrededor tuyo es una batalla mortal. Pero esas son las más duras, las últimas cotas y las más invisibles. Las que se ven más directamente, como la batalla contra las drogas, son más fáciles. Pero mientras más sutiles son se convierten en más difíciles. Y en esas batallas es en las que estamos.
–E: Nos queda mucho por delante y cada día que te levantas es una batalla.