La cronista Leila Guerriero (Junín, Argentina. 1967) desconfía de recetas que expliquen cómo escribir periodismo narrativo. En el recopilatorio de artículos Zona de obras (Círculo de Tiza, 2014), no construye decálogos ni destila axiomas. Simplemente, pinta su forma de trabajar, por ejemplo, sus encierros de 16 horas frente al ordenador, sin teléfono ni correos electrónicos, contando, tachando y puliendo con una concentración monacal. Zona de obras, como destaca diestramente Juan José Millás en su reseña La trastienda de una india, es “un libro de misterio, una pesquisa detectivesca sobre la necesidad de narrar. En otras palabras: sobre la necesidad de leer”. La lectura de ficción y no ficción, de poesía y de cómic, adiestra el oído del cronista y alecciona sobre la cimentación, la estructura, sobre los silencios, las elipsis, las oralidades y, antes que nada, sobre la forma de mirar. Por eso, enumeramos varios de los artículos y libros que, según la india de Junín, integran su caja de herramientas.
1. Cuando en una entrevista pidieron a Leila Guerriero que aconsejara algunas lecturas, aportó varios títulos y añadió: “Ah, y cualquiera de Martín Caparrós” [en la fotografía]. En Zona de obras destaca el libro El Interior. El periodista se montó en un coche en Buenos Aires y recorrió 30.000 kilómetros por el interior de Argentina.
2. Operación Masacre. El periodista argentino Rodolfo Walsh relata la matanza en 1957 de un grupo de 12 amigos a manos de las fuerzas del Estado. El único crimen de los chicos fue reunirse en un apartamento para escuchar un combate de boxeo. Según Leila, el autor podría haber optado por componer un texto de periodismo de investigación con lenguaje notarial, en cambio decidió que los lectores “le tomaran el peso a lo que había sucedido”.
3. Sinatra está resfriado. El maestro Gay Talese, sin cruzar una sola palabra con el crooner, confeccionó el perfil de todos los perfiles.
4. Las vírgenes suicidas. El novelista Jeffrey Eugenides enseña cómo recrear una atmósfera desde las primeras líneas. A través de la descripción de la mosca del pescado, implanta en el cerebro del lector la idea de “la corrupción y la podredumbre de las cosas vivas”. Guerriero emula la técnica en su libro Los suicidas del fin del mundo para plasmar el quejido aceroso y premonitorio del viento en un pequeño pueblo de la Patagonia que sufrió una plaga de suicidios.
5. Guerriero aclara que leer ficción y poesía “produce humildad y omnipotencia –y, por tanto, ganas de escribir-. Resalta lo mucho que aprendió exponiéndose a la “economía de recursos de Idea Vilariño, a la parquedad asesina de Lorrie Moore, a la severidad marcial de Fogwill, a la sensualidad desencantada de Scott Fitzgerald, a la hemorragia argumental de John Irving, a la tristeza tenue de Ethan Canin, a los rulos barrocos de Bryce Echenique, a la crudeza desencajada de A. M. Homes”.
6. De Alberto Salcedo Ramos, premio Ortega y Gasset de Periodismo, alaba, entre otras, la recopilación de crónicas La eterna parranda (1997-2011) y El testamento del viejo Mile. Con este último (un perfil de un compositor de vallenatos) la autora reivindica un periodismo cultural que abandone las artes notariales y se atreva a abrir el cuadro y a enfocar con originalidad.
7. Messi. Leonardo Faccio amplió en este libro su perfil Messi, el goleador que nos despierta se va a dormir. Demuestra que los personajes mudos no son un obstáculo para el buen periodismo. Si no habla, vuélvete invisible y míralo vivir.
8. Hablemos de langostas. ¿Se puede escribir algo bueno sobre una feria anual de langostas? A partir de esta celebración anecdótica, Foster Wallace se zambulló en una “exploración de lo que estamos dispuestos a aceptar a cambio de obtener placer”.
9. El ladrón de orquídeas. Susan Orlean se pegó durante dos años al cazador de orquídeas John Laroche por los pantanos de Florida y publicó un libro acerca de las obsesiones a las que se agarra el hombre para nutrir su vida y soportar el absurdo.
10. El caso Benedetti. Elvio Gandolfo elabora un ensayo inusual sobre la poca fortuna de los poemas de Benedetti en las antologías literarias de prestigio. Inventa un investigador ficticio que recibe el encargo de resolver ese enigma y relata sus pesquisas y quebraderos de cabeza. Para Guerriero es una estupenda pieza de “periodismo inclasificable”.
Fotografía: Wiki Commons
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