Permítanme que les exponga un caso, ya que conozco a una chica que vive una situación complicada.
Hace un tiempo conoció a «Mr.Right»; ya saben, ese hombre perfecto con el que todas soñamos desde niñas: dolorosamente guapo, con una personalidad apabullante y montado en el dólar; un empresario de éxito con una vida repleta de lujos y excesos y que, como se pueden imaginar, enamoró perdida e irremediablemente a mi amiga, que es una chica muy normal, recién salida de la Universidad, amante de las letras y con poca experiencia previa en el amor.
Desde que empezaron a salir, él se colocó en una posición de control, confundiéndola emocionalmente, siendo en ocasiones dulce en un momento y frío y distante al siguiente. Mi amiga perdió la virginidad con él y aceptó participar en juegos sexuales poco comunes que implicaban sumisión y ataduras, ya que eso es lo único que parecía satisfacerle; a pesar de que realmente ella era partidaria de un sexo más «normal» y él se negara a compartir la cama con ella tras los encuentros sexuales. A pesar de ello, su relación siguió avanzando y él le impuso una serie de reglas inflexibles: le prohibió hacer a nadie partícipe del vínculo que los unía y le hizo ir a ver a un médico de su confianza para hacerse una revisión completa y comenzar a tratarse con anticonceptivos. Le regaló un carísimo móvil, que luego resulto ser una herramienta de rastreo, y un ordenador para que pudieran estar conectados y así poder él saber donde estaba mi amiga en todo momento. Lo cierto es que también tuvo muchos detalles con ella, ya que le compró ropa cara y la sorprendía con extravagancias de nuevo rico como viajes en helicóptero nocturnos, aunque a continuación le impuso normas sobre como debía de vestirse, cuánto y qué debía comer y beber e incluso como debía de depilarse para así ser de su agrado. Su leitmotiv debía ser hacerlo feliz.
En una ocasión se enfadó muchísimo cuando ella se desplazó a visitar a su madre sin previo aviso y acabó zarandeándola y gritándole a la cara. Él tenia un control absoluto y ella lloraba por él y se sorprendía pensando en otras parejas con relaciones más corrientes. Sus amigas y su familia detectábamos que algo pasaba y mi amiga se sentía muy confusa; solo se veían cuando él quería y ella nunca sabia que aspecto de su personalidad iba a imperar en cada encuentro. Llegados a este punto, mi amiga estaba inmersa en una relación abusiva con un maltratador emocional.
Imagino que sus sentimientos como lectores al hacerse conocedores de esta historia han sido de frustración, rabia e incluso pena hacia mi amiga, más si somos sensibles a la lacra de la violencia de género que sufrimos en este país; pero me temo que han de añadirle ahora los sentimientos de sorpresa e incredulidad si aún no han descubierto que mi amiga se llama Anastasia Stelle y su maltratador es el famoso Christian Grey y que ambos son los protagonistas de la -pseudo- novela de E L James, ahora adaptada en película, Cincuenta sombras de Grey. Cincuenta me parecen pocas.
El estreno en la Berlinale esta pasada semana se programó cuidadosamente para coincidir con fechas cercanas a la celebración de San Valentín tratando de enfatizar así el contenido romántico de esta obra que, junto a sus dos hermanas y solo en un formato de libro, han superado los 100 millones de ejemplares del mundo vendidos y han introducido a las amas de casa en el mundo del sado.
A pesar de que los actores protagonistas han repetido hasta la saciedad que se trata de una historia de amor, lo único que consigue la película es glamourizar la violencia de genero y disfrazar al abuso de romanticismo, características que se presentan especialmente llamativas cuando recordamos que es una película con guión adaptado por una mujer -Kelly Marcel- y dirigida por otra -Sam Taylor-Johnson-. Parece que los años de lucha por la liberación sexual de las mujeres y por la consecución de derechos y libertades no han servido para mucho viendo como están reventando taquillas de todo el mundo donde el ratio de espectadoras-espectadores se calcula de 4:1.
No hay que ser un estudioso de Freud para percatarse que Christian es un manipulador déspota que sufre un trauma persistente con origen en, según el libro, una historia de abusos en la infancia. El clásico del abusado reconvertido en abusador. Grey cumple todos los requisitos: tiene contadas amistades y poca relación con su familia y pretende basar la relación con Anastasia en el sexo y la manipula para conseguirlo a través del dinero, la edad y el poder social. Al parecer hay personas que consideran romántico el hecho de que él estipule una serie de condiciones que ella debe de acatar si quiere que sigan juntos, a pesar de que Anastasia busque una relación romántica «que no necesite un contrato de 10 páginas» y sea claramente infeliz con la situación, utilizando el turbulento pasado de Christian como una justificación a sus traumas y pretendiendo curarle. Mujeres del mundo: alguien que te impone, te coacciona y te amenaza con dejarte si no cumples sus condiciones no te quiere.
La novela escrita por E L James (otra mujer, aunque no casualmente camuflada) es una obra pésima, aburrida, cargante y llena de errores gramaticales. La historia de que una joven estudiante normal y corriente que consigue enamorar e incluso cambiar a un guapo pero traumatizado millonario dejándose su amor propio por el camino no debería reventar taquillas de todo el mundo, por mucho sexo alternativo que contenga. Un estudio publicado en el Journal of Women’s Health observó que haber leído el libro, estaba relacionado con mayor riesgo en la vida de esas mujeres, tanto de padecer violencia física y psicológica, como de tener prácticas sexuales de riesgo, atracones de comida o abuso de alcohol y diferentes voces han empezaron a alzarse en su contra como, por ejemplo, las de la asociación inglesa Wearside Women in Need, que trata con mujeres maltratadas, donde quedaron tan disgustadas por el contenido del libro que animaron a sus miembros -y a todo aquel que gustase- a usar sus páginas como papel higiénico. Servidora siguió su consejo.
Si nos centramos en la película, si bien Taylor-Johnson trata de huir del vulgarismo con una sobrecarga de primeros planos a pieles aterciopeladas y juegos de luz tenues que invitan al romanticismo, el resultado resulta aburrido; un pegote de escenas de sexo -menos duro de lo esperado- donde la trama nunca avanza y donde los protagonistas parecen necesitar la historia de la firma o no firma del contrato para hablarse entre ellos, aunque hemos de agradecer que los interminables diálogos interiores de Anastasia –tremendamente repetitivos y con menos profundidad intelectual que un pez payaso- hayan sido sustituidos por miradas perdidas y música de fondo. Dakota Johnson realiza una decente interpretación, a pesar de que le ha pedido a su madre que no vea la aterciopeladas y usara dobles de cuerpo para las escenas más explicitas; y Jamie Dornan, del que vemos menos piel en concordancia con los cánones hollywoodienses, hace lo que puede con el papel que le han dado, aunque sus solos de piano postcoito con esos ojillos de perro apaleado que se gasta rozan el ridículo.
En cuanto al tema del sexo, por mucho marketing que hayan utilizado, es fácil descubrir que los métodos que se usan para controlar a la protagonista no son fustas y ataduras -la mayor parte del tiempo se usan cubitos de hielo o plumas de faisán- si no la coacción sexual y el maltrato psicológico. La investigadora Amy Bonomi, perteneciente al departamento de Comportamiento humano en la Universidad de Ohio, realizó un estudio en cuya conclusión se podía leer que «50 sombras de Grey contribuye a perpetuar la violencia de genero». Los autores afirman, así mismo, que las interacciones de la pareja son emocionalmente abusivas y donde el abuso emocional está presente en casi todas las interacciones, no sólo en las sexuales. En los juegos de sumisión sexual, el miembro que realiza el rol de «dominante» debe de preocuparse sobre el bienestar físico, emocional y mental del «dominado» y nunca haría nada que empujara a su compañera a cruzar sus limites. Dominación no es control y las parejas que practican el BDSM – Bondage, Disciplina, Sadismo y Masoquismo- deciden juntas qué clase de fronteras quieren cruzar de un modo seguro, sano y consensuado, algo que claramente no ocurre en la historia de Christian y Anastasia, donde ella no tiene capacidad de elección.
En conclusión, 50 sombras es una mentira lanzada desde los mass media; una mentira que dice que puedes arreglar o curar a alguien con tu amor a pesar de que él te haga hacer cosas que tu no quieres y que las mujeres debemos de ser la parte sumisa y devota en toda relación. El indiscutible éxito parece lanzar a los hombres el mensaje de que las mujeres queremos eso, que nos traten terriblemente mal y que nos tengan bien controladas. Cuando la violencia se convierte en algo sexy no nos debe sorprender que las cifras de violencia -física y sobretodo emocional- estén aumentado en la sociedad occidental donde existen mujeres en la vida real que viven en una burbuja con un perfecto mundo exterior que esconde una pesadilla de abusos, celos y maltrato psicológico interior. Para nuestro alivio, empiezan a proliferar webs como fiftyshadesisabuse donde desde el Instituto Americano de Explotación Sexual llaman a la rebelión contra la película, a pesar de que se calcula que ha generado más de 60 millones de dólares en su primer fin de semana.
Las voces que nos alzamos criticas a ella no pretendemos boicotearla ya que, como cualquier obra de arte no debe de ser censurada, si no analizarla desde una perspectiva más amplia y tratar de demostrar que ese no es la clase de amor que queremos para nosotras mismas, para nuestras madres o para nuestras hijas. Merecemos un «Mr. Right» que nos quiera, nos ame, pero, sobretodo, nos respete. Sin contratos de 10 páginas.