El topo es una de esas historias que parecen haber existido desde siempre con independencia de su creador, una historia tan completa, precisa y apasionante que solamente hacía falta que alguien se tomara el trabajo de descubrirla y contarla al mundo. Pero tener una buena historia es solo la mitad de la tarea, aún más importante es saber contarla. Y aquí es donde Le Carré nos muestra su genio sin igual : a diferencia de Ludlum y compañía, que centran sus creaciones en un héroe único que lucha contra el sistema, Le Carré ha sido capaz de crear todo un universo propio en el que George Smiley más que el protagonista es el nexo de unión entre sus elementos, un elenco completo de personajes secundarios que por su personalidad, su pasado y su idiosincrasia habrían podido protagonizar otras tantas novelas en lugar de intervenir de pasada en un libro ajeno. Sin olvidarnos de Ann, la esposa de Smiley, el personaje invisible y omnipresente de la obra de quien todos hablan pero a quien nunca tenemos la ocasión de conocer.

Sobre un transfondo puramenete británico de luchas a muerte tras las sonrisas y los apretones de mano en el club, asistimos al duelo irrepetible entre los dos mejores antihéroes de la novela negra : George Smiley, un intelectual poco agraciado físicamente y con una personalidad anodina, inexplicablemente casado con una mujer muy por encima de sus posibilidades a la que ama con locura pese a las continuas infidelidades de ella. Y Karla, el ascético y enigmático jefe de los espías rusos de quien no se sabe nada salvo un breve encuentro con Smiley en el pasado y que tiene más de fanático religioso que de bestia política.

Pero se trata de un duelo carente de la épica y el romanticismo de otros espías británicos al servicio de su majestad, Smiley y Karla son dos funcionarios de sus respectivos sistemas que juegan a un ajedrez mortal donde las piezas son agentes intercambiables y prescindibles pero guiados por unos ideales de los que sus jefes hace tiempo que se han desprendido, de manera que después de tantos años en el juego resulta difícil saber quién es quién en el tablero.   Este derroche de caracteres le da a la novela su ambiente tan especial, unido a la fina ironía no desprovista en absoluto de empatía y nostalgia hacia un mundo que llega a su fin, el de las enemistades como un juego de caballeros en el que no cabe la compasión pero donde la falta de respeto es un error imperdonable.

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Sir Alec Guiness caracterizado para interpretar el papel de George Smiley. © Negra Tinta (2014)

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