Ahora que estamos en plena resaca después de ver el sonoro fracaso de la lucha entre partidos, es oportuno recordar que hay vida más allá de la política; y no sólo vida, sino análisis bastante más incisivos y clarividentes. En este sentido, el ideólogo más importante del estado español (y de parte del extranjero) ni siquiera se dedica a la política, sino a la música, y ha conseguido plasmar una visión sólida y coherente en un álbum triple que es todo un manifiesto: Agricultura Livre, una obra ecléctica en la que el cantautor orensano Emilio José no se pone más límites que la honestidad absoluta.
Agricultura Livre es un álbum totalizador que, como sin proponérselo, toca infinidad de palos: desde la bossa nova hasta el pop lánguido, pasando por una versión desquiciada de rap casero que el gallego escoge como formato preferido para despotricar contra instituciones y figuras públicas. En entrevistas en las que se trata de descifrar el porqué de ese collage estilístico, Emilio José se muestra transparente, conciso y humilde, y precisamente por eso se hace difícil obtener respuestas al uso por su parte. Cuando se le pregunta por ambiciones, influencias o por el significado ulterior de sus canciones, el artista renuncia a todo intento de definición por parte del entrevistador, y se limita a apuntar que éstas hablan por sí solas.
Y es cierto. Si hay algo unificador en el álbum de Emilio José, se encuentra en las letras. En el sentido temático son un reflejo perfecto de la heterogeneidad del apartado musical, pero todas responden a una voluntad ecuánime que sirve como manual anarquista portátil. Cualquier frase del álbum es el producto de una mente serena que se pregunta perplejo «¿Por qué los alcaldes no pasan de moda?». La lírica de Emilio José no tiene límites, porque todo para él es exactamente lo mismo. Incluso cuando se encoge de hombros ante el estatus de celebridad que ha alcanzado Kim Kardashian, lo dice en un falsete suave en el que está claro que no tiene nada en contra de la modelo, sino del papel que, en sus propias palabras, le asigna el capital.
El único enemigo de Agricultura Livre es efectivamente el Capital y lo que le rodea. Por eso, hable de lo que hable, el orensiano vuelve siempre a la misma cuestión: el papel del Poder, las instituciones y todo aquél que pretenda hacerse con el control de las mismas. La frase «quien quiere ser alcalde no tiene felicidad» podría convertirse ya en el eslogan del desencanto con el estado de la política española. El cantautor alaba cualquier tipo de vida que establezca una relación lo más desentendida posible de las obligaciones impuestas por un Estado con el que no se identifica. No hay aquí disyuntivas entre independentismo y centralismo, entre izquierdas y derechas, entre Pablo Iglesias y Mariano Rajoy. A Emilio José le trae sin cuidado quién gane las elecciones, porque «todos son jefes».
El álbum no es, pues, tan politizado como honesto e indiferente, pero eso es precisamente lo que hace falta ante una política de la opacidad y la agresividad como la que impera. Esa apertura de miras y transparencia le permiten a Emilio José proponer dos soluciones a los problemas que plantea el capitalismo español: por una parte, una independencia que no constituye un entramado institucional sino una decisión personal y, por otra, la revolución, que es sólo una extensión de una conciencia independiente. Emilio José se atreve a gritar: «¿Dónde están los putos anarquistas?», y arremete contra los supuestos estudiantes revolucionarios cuya idea de la rebelión es quemar Macbook Pros. La revolución, si se produce, debe ser útil, y los actos simbólicos no lo son. Lo cual, a su vez, explica el carácter poco «artístico» de Agricultura Livre: la música se usa como vehículo de expresión literal, no como algo que deba interpretarse, analizarse y compararse con otras expresiones culturales.
De ahí, posiblemente, que cueste tanto escribir un artículo sobre una obra que habla por sí sola, a la que hay poco más que añadir después de repasar las letras y ver que sí, que todo cuadra, que sólo hace falta alguien que se ponga manos a la obra y no necesariamente haga saltar las cosas por los aires, pero que tenga el sentido común suficiente como para hacernos entender a todos que no hay que tener miedo si hay fruta para comer y agua para beber y si todos estamos hechos de amor, que por cursi que suene es biológicamente cierto. Entre tanto eso no pasa, Agricultura Livre le da a uno herramientas para estar satisfecho con uno mismo e ignorar el circo mediático que tiene poco que ver con la política de verdad, o al menos para saber mirarlo con algo más de calma.