Fotografía: Jordi Calvera
Santi Balmes hizo una calada a un cigarro sobre el escenario. O quizá fue una calada a un canuto de marihuana, ya que minutos antes había hecho un alegato en favor de la legalización de la planta aprovechando que tocaron Shiwa. Pero esto sucedió cuando el concierto ya se encaminaba hacia el final, poco antes de los bises que llevaron a concluirlo con la marchosa y ya mítica Cuando dices Ben, yo digo Affleck. Dos horas y media antes el espectáculo había dado inicio –diez minutos tarde- con Balmes llevando un sombrero de copa iluminado con un ojo azul mientras interpretaba Cuando no me ves y Bajo el volcán, dos de las explosiones más ruidosas de poesía, psychomagia y pop que se incluyen en El poeta Halley –y que tienen todos los números para ser dos artefactos que su público convertirá en clásicos-, el disco que presentaba esa noche Love of Lesbian en la Sala Razzmatazz de Barcelona, completamente abarrotada. Como también lo estaría el viernes y el sábado; las entradas hacía meses que se habían agotado.
Aunque para los fans el concierto realmente empezó en los bares, donde empieza casi todo lo que vale la pena en la vida. En el Rocksound, por ejemplo, donde se vendían los productos de merchandising oficiales del grupo, había una oferta que te permitía comer un bocata de queso o jamón y tomarte una birra, una Fanta, una Coca-Cola o un agua –no me pareció que nadie se pidiese una- por cinco euros. Por supuesto, me lancé a consumir la promoción con un bocata de queso acompañado de la única opción alcohólica. Y poco después me pedí un vodka naranja que me costó otros cinco euros y que no me sirvió para entrar mínimamente borracho al concierto. Una vez allí, tuve que situarme al final de la pista porque tan solo quedaban diez minutos para las ocho y media, la hora en la que tenía que empezar el asunto, y la pista ya estaba repleta de individuos –como es normal, había una gran proporción de parejas homosexuales- que venían de casa con las canciones del nuevo disco aprendidas. El hecho tiene mérito porque El poeta Halley apareció a la venta a principios de marzo.
“Ho sento però ho he de dir: Ja som aquí, Barcelona” –“Lo siento pero lo tengo que decir: Ya estamos aquí, Barcelona”-, chilló Balmes al acabar de cantar Cuando no me ves demostrando que el grupo catalán tenía muchas ganas de presentar su nuevo disco en casa –las semanas anteriores lo había hecho en México y en Madrid-. Durante el resto del concierto también se expresó en su idioma materno para hacer los discursos entre canción y canción. En ellos se refirió, por ejemplo, a asuntos tan cursis como que te pasas la vida buscando al cometa Halley –metáfora de la felicidad- en el amor, el sexo o las drogas para al final acabar encontrándolo “aquí”, señalando al público. También tuvo su momento de hipocresía cuando explicó que unos días antes había leído un artículo en un periódico que sugería que si cada uno de los políticos que toman las decisiones importantes de la Unión Europea tuviese en sus brazos uno de los bebés que sufren hipotermia en los campos de refugiados quizá se darían cuenta del daño que están originando con sus políticas. Pero acto seguido, dijo que durante las dos horas y media de concierto el público tenía que olvidarse de los problemas que tuviese fuera de Razzmatazz y pasárselo bien. Y si hay que hacer otra crítica negativa sobre el comportamiento de Balmes en el escenario, quiero señalar su manía de escenificar con gestos las letras de las canciones. Aunque supongo que también tiene crítica que mientras pretendía hacer una crónica yo siguiese buscando el punto de borrachera que los vodka naranja –éste me costó ocho euros- no consiguieron regalarme.
Los retales de este último párrafo, al fin y al cabo, son aspectos que tan solo sirven para demostrar que el concierto no fue perfecto y se quedó en un notable alto. Desde el principio de la velada, la banda buscó picar al público asegurando que estaban sorprendidos de que los barceloneses hubiesen respondido tan bien a un concierto en jueves por la noche, ya que los jueves por la noche barceloneses tienen fama de no ser los más animados del panorama español. Aunque, por supuesto, a los extranjeros que había en la sala no les debió dar esa sensación. Love of Lesbian muy probablemente también hubiese colgado el cartel de sold out si el concierto se hubiese celebrado un lunes o un martes. Con su nuevo disco no tan solo han seguido por el camino que les ha llevado a ser uno de los poquísimos grupos –añadan Vetusta Morla y Manel- que se han asentado en la actualidad en el Olimpo español de los que no tienen aspiraciones de vivir gracias a sonar con temas facilones en Los 40 Principales y Europa FM –perdónenles su Fantastic Shine en el anuncio veraniego de Estrella Damm-, sino que han demostrado que están lejos de estancarse, que tienen ganas de seguir innovando y encontrar sonoridades nuevas. El poeta Halley es un disco que merece ser escuchado seguido desde la primera hasta la última canción. Supongo que éste es uno de los motivos por los que consiguió ser el más vendido en España durante dos semanas, dato que Balmes recordó para también mencionar que posteriormente lo fue el Jo competeixo de los Manel, otro grupo catalán.
Sorprendentemente el subidón de la noche se dio con Psiconautas, una de las nuevas canciones con altas capacidades alucinógenas, y no con El club de fans de John Boy.