El antídoto para el miedo y la violencia es la cultura de la paz. Este principio tan elemental es ignorado por quienes gobiernan; y un botón de muestra es la manera como los principales noticieros televisivos informan sobre las manifestaciones.
México es testimonio vivo del “triángulo de la violencia” conceptualizado por Johan Galtung. El vértice superior sería la fuerza “directa” (física, verbal, visible) y en la parte inferior estarían las violencias “estructural” (pobreza material) y “cultural”.
Somos una sociedad amedrentada de manera intencional. La delincuencia organizada aterroriza a la población para saquearla; los partidos políticos y los gobiernos excluyen la participación ciudadana independiente para saquear sin testigos el presupuesto. Ambos difunden la idea de que lo existente es inamovible, que la mejor opción es la resignación y que el buen ciudadano sólo vota, calla y aplaude. Quien lo dude intente recordar comerciales gubernamentales o partidistas promoviendo la organización ciudadana para defender activamente derechos.
Los últimos dos meses han desmentido el mito del mexicano violento y cruel y el del ciudadano pasivo. Ayotzinapa ha llenado las calles y las redes sociales de personas que vencen el miedo y protestan, en su mayoría, pacíficamente por lo que hicieron con los jóvenes normalistas el Estado y los criminales; y por la corrupción, la violencia, la impunidad y las desigualdades que anegan nuestra existencia. Dadas las condiciones, es hasta milagrosa la fortaleza de nuestra cultura de paz construida sobre el respeto a la dignidad de los otros y del planeta. También se reconfirma que, a excepción de patologías, los individuos no están predispuestos a la violencia.
¿Trascenderá esta indignación? Las redes sociales han mostrado su utilidad para la expresión de enojos individuales. Ese impulso renovador se perderá si no se transforma en tejido social permanente. Y en este terreno hay dos malas noticias: a) son notoriamente insuficientes las organizaciones autónomas que existen para canalizar la acción de ese 50% de la población que desea involucrarse en los asuntos públicos; y b) ya están en movimiento las fuerzas que promueven la pasividad y la desmovilización. Ilustro esto último con la manera como informaron los noticieros nocturnos de Televisa y TV Azteca (conducidos respectivamente por Joaquín López-Dóriga y Javier Alatorre) sobre las manifestaciones del 20 de noviembre y del primero de diciembre en el Distrito Federal.
Ambos reconocieron que las marchas fueron pacíficas y a esa idea dedicaron 8’50”; el contraste que desconcierta es que dedicaron 26’04” a transmitir imágenes de “vandalismo”, “encapuchados” y “desmanes”. Debería quedar registro visual de una sociedad ejerciendo pacíficamente sus derechos; en vez de ello queda una violencia que ni explicaron ni enmarcaron con preguntas relevantes. Por ejemplo, los conductores jamás plantearon la posibilidad de que algunas autoridades federales y capitalinas estén manipulando a estos grupúsculos sospechosamente tolerados con el objetivo de desprestigiar al movimiento y desalentar las protestas.
Las televisoras y los conductores podrían justificarse invocando la libertad de expresión olvidándose del texto de la ley: las estaciones de radio y televisión son concesiones y, por tanto, están obligadas a “orientar a la comunidad de forma veraz y objetiva” (Artículo 4º de la Ley Federal de Radio y Televisión). ¿Fue objetivo el tiempo dedicado por las televisoras a las dos caras de las manifestaciones: la pacífica y la violenta? No lo fue pero la entidad responsable de hacer cumplir esta norma es, en primera instancia, la Secretaría de Gobernación. ¿Se atreverá a cumplir con esta obligación a partir de que una de sus prioridades es enfrentar a los violentos en la sociedad y el gobierno? Sería lo lógico dada la inversión multimillonaria que está haciendo en prevenir la violencia.
Sé que la sociedad organizada mexicana tiene una agenda cargadísima. Aun así algunos organismos deberían incorporar como prioridad la consolidación de una cultura de la paz que incluya el monitoreo del contenido que se está transmitiendo por las televisoras que, después de todo, son las principales responsables de la educación informal en México. El miedo y la paz son estados, anímico y social, tan importantes para dejarlos en manos de Gobernación y las televisoras.
Colaboraron Clementina Chávez Ballesteros y Maura Roldán Álvarez.