Eres la liberación consciente
la perdición y un acto de fe,
la llamarada exacta
que hace hervir el café.
Eres el desafío tras una barra
para llegar a enumerar
el moteado de tu espalda;
la fuerza amarga
del sabor de tu mirada;
la esbeltez pícara y altiva
de musa sin ser diva;
que extrae la esencia
de los granos, a mano,
con suma paciencia
y amor artesano.
Eres agridulce sinfonía,
el ritual de desayuno
con que a otro día absurdo
le aportas armonía.