Cuando uno se sienta al lado de unas leyendas del balonmano no queda otra que tomar buena nota, abrir bien las orejas y asentir con la cabeza repetidamente asistiendo a un auténtico clínic de uno de los deportes más nobles que existen. Demetrio Lozano (Alcalá de Henares, Madrid, 1975) es la calva más famosa del balonmano español. De sus manos han salido lanzamientos potentes, ajustados a las escuadras. Fintas, suspensiones, rectificados o lanzamientos en apoyo durante dos décadas de una intachable carrera deportiva. Ciudades como su Alcalá natal, León, Pamplona, Barcelona, Zaragoza y Kiel (Alemania) han disfrutado con uno de los laterales izquierdos más potentes del balonmano mundial en los últimos años. Hoy, domingo, Demetrio cuelga las botas con una sonrisa en el rostro, aquella que se dibuja en las personas que han cumplido con sus objetivos en un período de su vida disfrutando de su trabajo con la máxima entrega, cosa que no todo el mundo tiene la suerte de poder decir. Nos recibe en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza, su casa las últimas cuatro temporadas y donde parece haber echado raíces a tenor de los proyectos que tiene en marcha y los que van cruzándose por su mente. Pasen y lean a un hombre que respira balonmano por los cuatro costados. Charlamos con tranquilidad, así que esperemos que no nos piten pasivo. Juguemos.
–Dos Copas de Europa, dos Copas EHF, cuatro ligas ASOBAL, dos Copas del Rey, una Bundesliga, un Mundial, cuatro medallas en Europeos, tres Medallas en Juegos Olímpicos… ¿me dejo algo?
–Te dejas Licenciado en Actividad Física y del Deporte, Doctor…
–Al palmarés deportivo me refiero, a lo logrado en la pista.
–Ahhh… en la pista. Lateral izquierdo [ríe]. Sí que tengo algún nombramiento individual [como mejor jugador] también, pero al final depende todo del equipo, es un deporte colectivo. Todos esos títulos son gracias a los grandes equipos en los que he estado.
–¿Tienes especial recuerdo de alguno de los títulos conseguidos?
–La verdad es que de los partidos [de esas finales] me acuerdo poco. Juegas tan concentrado, estás solo pensando en el balón, muy concentrado en el juego. Me acuerdo más de las celebraciones.
–¿El primer título quizás?
–No… [reflexiona] Fue más bonita la primera medalla olímpica. Con 20 años, imagínate lo bien que te lo pasas haciendo cualquier cosa, da igual si estás de fiesta en Pacha o jugando un Mundial… pues imagina ir a unos JJ OO. y encima ganar una medalla. Analizándolo con perspectiva, esos Juegos de Atlanta, ese verano del 96… me cambió la vida totalmente. Cogí protagonismo en la selección, fue un verano inolvidable.
–¿Alguna espina clavada? ¿No haber ganado los Juegos Olímpicos, precisamente? ¿O no tener un oro en un Campeonato de Europa, quizás? A nivel de club lo has ganado prácticamente todo.
–Algo que sí que me ha quedado en el debe ha sido jugar una final olímpica. Preparando los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 nos marcamos el objetivo de jugar una final olímpica, de al menos tener en nuestra mano la posibilidad de ganar el oro, ese metal que nos faltaba a los integrantes de nuestra generación y al balonmano español. Ese verano, preparándonos, jugamos cinco veces contra la selección de Islandia y les vencimos todas. Pero la que realmente contaba, la que te daba el pase a la final, perdimos contra ellos en semifinales…
–Y ahora, toca el momento de colgar las botas. 21 años de carrera en el mundo del balonmano dan para mucho.
–A colgar las botas sí… La verdad es que me siento bien. Feliz de terminar ya la temporada. Llevamos todo el año, desde agosto del año pasado, sin parar. Ahora queremos ya vacaciones. Hay ganas de descansar. Seguramente en septiembre cuando vea otra vez los partidos, viendo que empieza de nuevo la liga, me apetecerá jugar. Espero estar muy ocupado, con proyectos nuevos que se van a poner en marcha ahora con lo que espero no tener demasiado problema con ello. Soy consciente de que tengo 38 años, no 28.
–Repasando tu trayectoria, has estado en clubes tan laureados como el Barcelona (en dos etapas), el Ademar de León (en su mejor versión a finales de los 90), el Portland San Antonio o el Kiel. Eso son palabras mayores.
–He tenido suerte de jugar en grandes clubes, con grandes equipos, grandes plantillas y ambiciosos objetivos. Por ejemplo, cuando llegué al Ademar [temporada 1995-1996] acababa de ascender a Asobal. En ese año llegó Manolo Cadenas y fichó a muchos jugadores jóvenes. Finalizamos sextos y al año siguiente ya terminamos segundos. Después con el Barça el equipo estaba ya hecho. En fin, he tenido mucha suerte de elegir dónde quería irme, primando siempre la parte deportiva que no los mejores contratos o las mejores ciudades para vivir. He buscado siempre mi crecimiento deportivo.
–¿Qué recuerdos tienes de tus primeros pasos en el Juventud Alcalá?
–La verdad es que empecé a los nueve años a jugar a balonmano, así que ya ha pasado mucho tiempo. Mi primer entrenador fue Manolo Laguna, uno de los grandes de este deporte, de los grandes maestros del balonmano, y con los años, con la distancia te das cuenta que fue él quien puso los cimientos del jugador en el que me convertí. No fui yo el único que salió de ese club que entonces estaba en ASOBAL: Rafa Guijosa, Javi Valenzuela, que igual que yo aprovechamos esa gran estructura de trabajo para hacernos un sitio en la ASOBAL. Entrenábamos cinco días por semana. Eran unos entrenamientos muy didácticos, con vídeos… Son muy buenos recuerdos, con amigos que todavía hoy conservo, yéndonos de cañas y hablando de balonmano.
–¿Crees necesario que se potencie más el balonmano en la capital de España? Tras el experimento fallido del Atlético, la región de Madrid sigue sin tener un equipo en la élite
–Está claro. No sé lo que pasa con Madrid, que no consigue tener un equipo de balonmano en la élite de forma continua. El Atlético de Madrid fue un proyecto que se vino abajo por su propio peso. Un proyecto más atractivo de lo que era ese es difícil de conseguir. Quizás no hay un tejido de balonmano lo suficientemente potente como para que los empresarios apuesten por ello y convenzan a un político o un banquero.
–Has jugado en Alemania, en el Kiel, sin duda el equipo con más solera en el balonmano germano de la última década. ¿Con qué te quedas de tu experiencia allí?
–Me quedo con muchas cosas. Creo que el Kiel es el club más potente del mundo. Si hay un sitio que puede ser la cuna del balonmano mundial es ese. Es una ciudad muy relacionada con el deporte, en el norte de Alemania, en el mar Báltico, muy cerca de la frontera con Dinamarca, país de balonmano también. Fue también sede [puerto olímpico] en los JJ OO de Múnich’72. El balonmano allí… [medita unos segundos y cambia la frase] el Kiel es más que un club. Es como una religión. Es espectacular jugar allí. Más de 10.000 personas siempre en su estadio, siempre lleno. Los abonos se heredan de padres a hijos. La ciudad está totalmente volcada con el club, que engloba también otras disciplinas deportivas, como el Barça. Es increíble cómo cuidan al jugador, el cariño de la gente, cómo trabajan el marketing del club.
–Tiene que ser increíble
–Cuando estás allí jugando te das cuenta de todo eso. Me acuerdo de las primeras semanas que estuve allí, los partidos que jugábamos fuera de casa y el autobús nos recogía en la antigua sede del Kiel. Una vez entré en la sala de trofeos, donde vi copas que ganó el equipo hace casi cien años. Estamos hablando de un club centenario. Había fotos de jugadores jugando a balonmano en los años 20, así como de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Aquel equipo, el Kiel de entonces, tenía jugadores que portaban la esvástica en sus camisetas. Era pura historia del balonmano, de Europa y del mundo incluso. Aquí, en España, uno de los principales problemas es que no aguantan, no se conservan los clubes históricos. Bidasoa, Teka Cantabria, Atlético de Madrid, Portland San Antonio… Si estos equipos se hubieran mantenido, al final los socios van con sus hijos, nietos, etc. La tradición continúa.
–Dejando de lado la crisis económica y su impacto desigual en Alemania y España (y por ende en el mundo del balonmano), ¿qué podemos aprender de la Bundesliga?
–Todo. Ellos tienen un producto que se vende mejor que el nuestro. Nuestro balonmano no tiene nada que envidiar en calidad al suyo pero ellos lo hacen un espectáculo con speaker, cheerleaders, mascotas… En los tiempos muertos, por ejemplo, apagan las luces del pabellón y te montan un espectáculo.
–¿Y las televisiones?
–Sí, también apoyan, claro. Pero tú eso lo generas después. Si tu producto es malo para la televisión, no se vende bien. Aquí, al pabellón Príncipe Felipe, han venido tres veces esete año y si el pabellón está medio vacío el que está viendo la televisión en su casa va a cambiar de canal.
–En España el balonmano parece que solamente tiene tirón en las ciudades pequeñas
–Totalmente. Se ha convertido en el deporte de ciudades pequeñas en las que no hay otro equipo en la élite y la localidad se vuelca con el equipo como en Aranda de Duero [Villa de Aranda] o en Cangas [Frigoríficos Cangas de Morrazo]. Antes eran las capitales de provincia. Ahora son incluso ciudades más pequeñas.
–Después de tres años en Alemania vuelves a la ASOBAL en 2004 y recalas en el Portland San Antonio. Disfrutaste de los últimos años de esplendor de los pamplonicas. ¿Cómo se vivió en la distancia la noticia de la desaparición del club?
–Con tristeza. Es un club histórico, que ha sido campeón de Europa. Que desaparezca es una lástima, sobre todo por lo que significaba el Portland San Antonio en Pamplona.
–Otro equipo de tus amores, el Ademar de León, también ha pasado por graves problemas económicos los dos últimos años. La ciudad se volcó con el balonmano y parecen haber reconducido la situación
–Que se hayan metido en competición europea no significa que hayan solucionado aún sus problemas económicos. Afortunadamente, los jugadores de balonmano muchas veces sabemos separar lo deportivo de lo económico. Somos profesionales, intentamos vivir de esto pero al mismo tiempo amamos este deporte y lo haríamos gratis. Sigues jugando porque te gusta, porque te encanta el balonmano. Esperemos que en el caso del Ademar pronto vuelvan a la normalidad.
–La campaña de ‘crowdfounding’ impulsada por el club finalmente no alcanzó el objetivo fijado de 20.000 euros. No se pudieron lograr 7.000, ¿crees que van a poder conseguirlos? ¿Hay noticias al respecto?
–La campaña de crowdfounding la verdad es que funcionó muy bien. La gente se ha volcado, aumentó el número de socios, se sacó el dinero que nos habíamos propuesto. Te llena de orgullo que la gente haya respondido así y eso se ha visto en la grada también durante los partidos. La campaña se cerró ya y aunque no se llegaron a los 20.000 euros, al menos se consiguieron los 12.000 que eran el mínimo que necesitábamos para aguantar hasta el final de temporada. Además, si no se llegaban a los 12.000 €, la iniciativa de crowdfounding hubiera devuelto el dinero a los que participaron. Con ese dinero se pudo pagar el canon de los árbitros, los desplazamientos cuando jugábamos fuera…
Así es Demetrio Lozano. Pese a que se marchó del Ademar en 1998, habla del equipo leonés en primera persona. Como si no hubiera pasado el tiempo. Su corazón continúa siendo marista.
–Los jugadores del BM Aragón sois un ejemplo de amor por el juego. El equipo no ha podido hacerlo mejor tras dar la directiva carta blanca en Navidades a los jugadores de la plantilla que quisieran irse. El objetivo, la permanencia, se ha cumplido
–Sí, el objetivo se ha cumplido. Hemos conseguido ilusionar a la gente. No nos han abandonado, el pabellón ha respondido y ha habido mucha sintonía entre equipo y afición. Los chicos jóvenes de la cantera han aportado muchísimo. Han aprovechado la oportunidad de jugar en Asobal y han estado a un nivel impresionante. Quizás mirando hacia atrás no hacía falta haber fichado a gente que se fichó en los últimos años e incluso a principios de esta temporada, con un derroche de dinero que quizás el club no se podía permitir tras la retirada del patrocinio de la CAI.
–¿Cómo vas a vivir tu último partido de balonmano? ¿Crees que te tienen preparada alguna sorpresa especial?
–Seguro que estos cabrones [por sus compañeros] algo me van a hacer [ríe]. Lo único que sé es que yo he invitado a todo mi círculo al partido, a mis amigos, compañeros, gente que ha estado conmigo otros años. No sólo al partido, después ya les invitaré a echar una cerveza juntos. Así podré despedirme con un buen sabor de boca más allá de la cancha. Además, quizás sea también la despedida de otros compañeros, no sólo la mía. Veremos si Amadeo Sorli o Toño Cartón continúan. Espero que el club les brinde un homenaje, si no es el domingo, el año que viene, lo que será positivo porque significará que el club sigue adelante. Yo solo he estado aquí los últimos cuatro años pero en el caso de Sorli, por ejemplo, hablamos de toda la vida. Cartón también muchos muchos años. Espero que tengan la despedida que se merecen, que no se vayan por la puerta de atrás, porque si pasa eso sería lamentable.
–Zaragoza ha sido la única ciudad en la que has pasado más de tres temporadas. ¿Es simplemente una coincidencia que hayas cambiado de aires siempre cada trienio? ¿Ha tenido algo que ver con condiciones contractuales?
–Todo se ha juntado, es simple coincidencia. En el Ademar fiché tres años y cumplí los tres. En el Barça, en la primera etapa, fiché por cinco años y me fui al tercero. En el Kiel firmé por tres y cumplí el contrato. En Pamplona fueron cinco, pero al final también me quedé solo tres, igual que en la segunda etapa del Barça y, finalmente, los últimos cuatro años aquí con el BM Aragón. Realmente, en Zaragoza he jugado tres campañas y esta última ha sido por inercia. Lo de cambiar cada tres años ha sido fruto de la casualidad, pero a mí me ha ayudado. Esta dinámica deportiva me ha permitido enlazar muchos proyectos deportivos ilusionantes, sin estancarme. Además, los cambios de entrenador también te enseñan mucho porque cambias el modelo, el sistema de juego, la preparación física, los entrenamientos. Ganas en capacidad de adaptación. Podemos decir que esos períodos eran un año de adaptación, uno de máximo rendimiento y al siguiente buscando equipo [bromea]. Aquí me he quedado un año más también por las circunstancias. Soy consciente de que tengo 38 años y si hubiera venido en la época fuerte del CAI BM Aragón, hace cuatro o cinco temporadas, cuando estaba Zaky o alguno de esos jugadores, no habría tenido sitio en el equipo.
–Y ahora en esta última etapa, compaginas los entrenamientos con la docencia como profesor en la Universidad de San Jorge, aquí en Zaragoza. ¿Qué te atrae de la enseñanza?
–La enseñanza me encanta. Desde que era universitario ya tenía la idea de ser profesor de universidad. Trasmitir todo lo que sabes a gente que tiene interés en ello es increíble. He entrenado a chicos pequeños, he dado clases en colegios pero dar clase a gente de 18 a 20 años en la universidad que ya razonan, tienen interés por aprender algo del balonmano o porque lo necesitan para aprobar la carrera es maravilloso, además de por el gran ambiente que se ve en la universidad. No obstante, somos profes y ya no vives tan bien como cuando eres alumno. Es la mejor época de la vida.
–¿Cómo llevas tu tesis doctoral?
–La tengo ya depositada y la defiendo el 11 de junio.
–¿Te tomarás un descanso del mundo del balonmano o seguirás ligado?
–Sí, seguiré ligado, seguro. Aparte del Campus de Balonmano en verano en Mora de Rubielos [Teruel], soy profesor también en la Federación Española de Balonmano y tengo mi puesto de profesor en la Universidad de San Jorge.
–¿No te planteas sentarte en el banquillo como entrenador?
–A corto plazo, no. Me han ofrecido alguna cosa, que podría ser interesante pero de momento no lo considero. No quiero nada más dejarlo tener que estar ocupado todos los fines de semana. Quiero dedicarle tiempo a mi familia. Mis niñas tienen una edad fantástica para disfrutar con ellas y hasta ahora sólo han conocido a su padre cogiendo la bolsa de deporte y saliendo a jugar todos los fines de semana sin poder pasar tiempo en casa. Cuando vayan a la universidad o ya sean independientes y hagan su vida, quizás considere esta vía.
–Coincidió con Iñaki Urdangarín en el Barcelona durante dos temporadas y en la selección. ¿Cómo has vivido toda la polémica de su imputación desde la distancia? ¿Mantienes con él algún contacto?
Pasapalabra… [sonríe].
–Para terminar. ¿Qué les dirías a aquellos niños que han decidido jugar a balonmano tras emocionarse con la conquista del Mundial de la selección española el año pasado? ¿Se puede confiar en la salud deportiva del balonmano español en el futuro?
–De ellos [los niños] depende. Claro que también depende de los gestores del balonmano, las instituciones, patrocinios, el trabajo en las federaciones y en los clubes, pero sobre todo depende de su ilusión, de que ellos generen esa ilusión, la canalicen en los entrenamientos y que eso se plasme en la pista después. Jugar a balonmano es algo que siempre he defendido con orgullo cuando me preguntaban y les decía: “Hey, que yo juego a balonmano”. Es un deporte noble, físico, de guerreros. Ese nivel educativo, esos valores de nobleza y respeto es lo que el balonmano debe defender porque lo tiene muy arraigado.