Hace poco más de un mes de la tragedia de Charlie Hebdo. Unos hechos terribles y tristes que en seguida llenaron las portadas de todos los diarios nacionales e internacionales y que, además, provocaron que las redes sociales se asemejaran a una pastilla efervescente con las imágenes de los atentados, las opiniones, frases tristes y otras de ninguneo; y el viejo debate del “por qué una vida estadounidense vale más que cualquier otra” al ver que nadie hacía caso de las 2.000 muertes perpetradas por Boko Haram en Nigeria tras un atentado.
Hoy mismo en EEUU han sido asesinados tres jóvenes musulmanes de la misma familia por un hombre ateo y nadie parece inmutarse; ni siquiera se comenta por las redes y los medios hacen caso omiso. No ha salido en las portadas ¿A nadie le importa esos asesinados? ¿Por qué le llaman tiroteo en vez de disparos a sangre fría? ¿Es que acaso los asesinados iban armados y devolvieron disparos? ¿Cuánto vale una vida humana de alguien que no sea blanco y de tradición cristiana?
Cuando era pequeño, en Marruecos, el precio del pan era tan bajo que al cambio con la peseta no existía el valor. Es lo que sucede cuando mueren personas que no son blancas y de tradición cristiana. En Francia mueren asesinadas unas personas por franceses musulmanes y se revoluciona absolutamente todo el mundo. En EE UU son asesinados tres musulmanes estadounidenses a manos de otro ateo y aquí no pasa nada.
Los terroristas del ISIS nos han demostrado que una vida humana para ellos vale muy poco, ya sean musulmanes, cristianos o yazidíes. Nosotros demostramos que sólo unas vidas tienen valor y que valen más que otras; y seguro que hay alguien que sacará pecho por esto. Hasta que dejemos de ver las muertes, la guerra y el hambre como problemas de otros y no de toda la humanidad, el ser humano está condenado al desastre.