Los 14 de febrero las parejas de medio mundo publican su amor a los cuatro vientos. Las redes sociales rebosan de libido y los restaurantes ponen el cartel de aforo completo para preparar menús melosos a más no poder, aderezados con una música exageradamente empalagosa. Pero… ¿Nunca os habéis preguntado de dónde narices viene todo este jaleo? ¿Quién narices era San Valentín, azote de los solteros?
Nos tenemos que remontar al Siglo III d.C. para adentrarnos en esta medio historia, medio leyenda. Valentín fue, según fuentes medievales de más de diez siglos después, uno de los tres mártires que el emperador Claudio II Gótico mandó asesinar. Las dos vertientes más fiables hablan de que Valentín o bien fue un médico que se convirtió en sacerdote en Roma, o un obispo de la ciudad italiana de Interamna (actual Terni), donde hay una iglesia y un sepulcro en su honor. El problema es que, en Santa Maria in Cosmedin, en Roma, se supone que está el cráneo del patrón de los enamorados.
El caso es que, más o menos, todas las versiones coinciden en que vivió (y murió) en la época de Claudio II. Este emperador, que pasó sin pena ni gloria por la Historia del Imperio Romano, promulgó, supuestamente, un edicto por el cual los soldados romanos, para que rindiesen más durante las campañas militares, no pudiesen contraer matrimonio. Aquí es donde entra en escena nuestro Valentín. Al parecer, el cura/obispo, casaba a los soldados con sus prometidas a escondidas de las autoridades imperiales, lo que le causó la simpatía de los legionarios romanos.
Y aquí llega el triste final de Valentín. Cuando el emperador fue informado sobre lo que hacía el Cupido cristiano, lo mandó buscar para ejecutarlo. Le acusaron de desacato y también, como no, de cristiano. Cuando le ofrecieron arrepentirse (de ambas cosas) y se negó, fue fulminantemente ejecutado un 14 de febrero de 269.
Esta es sólo una versión. También se dice que se celebra el 14 de febrero porque coincide con la fecha en que los pájaros comienzan a emparejarse. También hay que apuntar que estas tradiciones suelen tener un origen edulcorado en la Edad Media, donde ya sabemos que gracias a la lírica trovadoresca un poema o un relato romántico podían derretir hasta a la más bella dama.