Julio Scherer nos lega un ejemplo de congruencia.
Pese a la avalancha de spots azucarados, las elecciones de este año vienen teñidas de inequidad y litigio. El aperitivo fueron las trampas del Partido Verde y las huisacheadas de las autoridades electorales. Pese a la mugre hay razones para el optimismo.
Entre agosto y diciembre de 2014 las intenciones de voto del Verde pasaron de 5 a 11 puntos. En esos meses convenció a tres millones 650 mil electores. Lo hizo con un timo ensayado en 2009 y 2012: se adelantó a los otros y en el otoño de 2014 difundió 239,301 anuncios por televisión y saturó el paisaje mexicano con el estribillo de “El Verde sí cumple”. El pretexto que usaron fue la difusión de los informes de actividades de cuatro diputados y dos senadores.
En 2012 el Consejo General del Instituto Federal Electoral calificó una treta similar de inequitativa e ilegal y le impuso una “sanción ejemplar” de 5 millones de pesos. En 2014 la Comisión de Quejas y Denuncias del INE ignoró el precedente y desechó la solicitud elaborada por un grupo de partidos de castigar al Verde. El PRD llevó el asunto al Tribunal Electoral quien primero le dio la razón “se inobserva (sic) el principio de equidad” previsto en la Constitución para luego imponer al Verde un castigo de cuates: lo condenó a recibir una ¡amonestación pública!
El huisache es un árbol espinoso del cual se hace tinta. De ahí evolucionó a “tinterillo” (oficinista) para luego transformarse en sinónimo del abogado que ejerce sin título y estafa a quien se deja. Pues bien, en el caso del Verde –entre otros– una parte del Consejo General del INE y del Tribunal Electoral se comportan como huisacheros de comisaría.
¿Y a qué viene tanto mimo para el desprestigiado Verde? La explicación estructural viene de una perversión del sistema político mexicano. En 2003 las televisoras pusieron a dos de los suyos en la Cámara de Diputados. Al inicio de 2015 la telebancada ya tenía a ¡16 diputados y senadores!, once de los cuales llegaron con las siglas del Verde (los otros 5 se pusieron la camiseta tricolor).
El 2 de diciembre de 2012 se presentó el Pacto por México. Ese día el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, aseguró que los poderes fácticos constituían un reto para la “vida institucional del país” por su “concentración de riqueza y poder”. Prometió que la “tarea del Estado” y del gobierno de Enrique Peña Nieto sería someter a esos “intereses particulares, [que obstruyen el] interés nacional”. Dos años después puede asegurarse que el peñanietismo ni pudo ni quiso domar a las televisoras que siguen siendo primeras actrices de ese desorden nacional, al que tanto contribuyen los tramposos y los huisacheros.
Poniéndome generoso, encuentro tres razones para el optimismo. La primera es que dentro del INE si hay consejeros que piensan en el bien común. En la Comisión de Quejas y Denuncias del INE, hay dos consejeras, Beatriz Eugenia Galindo Centeno (presidenta) y Adriana Margarita Favela Herrera que acostumbran frenar los castigos al Verde imponiendo su mayoría al tercer integrante de la Comisión, José Roberto Ruiz Saldaña. El 31 de diciembre de 2014 no se presentaron Galindo y Favela; fueron sustituidos por Pamela San Martín Ríos y Valles y Ciro Murayama Rendón quienes, junto con Ruiz Saldaña, tomaron la decisión unánime de ordenar al Verde que suspendiera la inequitativa difusión. Una victoria simbólica porque la medida sólo se aplicó en algunos distritos.
Otro signo positivo son unas palabras del presidente del INE, Lorenzo Córdova: los partidos –dijo– deberían ser ejemplo de “rendición de cuentas”. ¡Buena idea! Para hacerla realidad el presidente del INE debería impulsar un informe a profundidad que aclare la duda de si el Verde es realmente un partido o el negocio de unos cuántos que está al servicio de las televisoras y del PRI. El INE es muy bueno instalando casillas y contando votos, pero con ello no combate el enorme desprestigio que envuelve a los partidos políticos y a instituciones que, como el INE y el Tribunal Electoral, terminan transformándose en cómplices de quienes lastiman la equidad y envenenan la confianza ciudadana en las elecciones.
La tercera causa del optimismo es el evidente renacer de un pensamiento crítico decidido a regenerar la democracia. Ello requiere equidad en las reglas del juego que se logra controlando a tramposos y huisacheros. Lo demás son sólo spots, millones de spots.
Comentarios: www.sergioaguayo.org
Colaboraron Maura Roldán Álvarez y Clementina Chávez Ballesteros.