Hace tiempo leí un artículo de Rik Torfs, doctor en filosofía y figura mediática además de rector de la Universidad de Lovaina, que comentaba el asombro que le produce en verano ver el panorama de tanta belleza femenina bronceada extendida sobre la arena de la playa. No por la belleza femenina en sí, que le asombra todo el año, sino por los libros que leen: todas sin excepción novelas de crímenes y de intriga, habiendo como hay hermosos volúmenes de poesía mucho más apropiados (según él) para ser leídos a la orilla del mar. Confieso ser parte integrante de ese grupo de féminas, no por la belleza y el bronceado sino por mis lecturas veraniegas. Nada como compartir hamaca y parasol con psicópatas y asesinos durante unas vacaciones familiares, el verano es el momento de acudir a lecturas sencillas, honestas y sin pretensiones, que te vuelven a recordar por qué empezaste a leer en primer lugar.
De esa manera tuve el placer de trabar conocimiento con Janet Evanovich, una autora estadounidense que escribe novelas de fórmula de manera consciente y explícita. Sabe lo que el lector espera de sus libros y se lo da en las dosis adecuadas en el momento oportuno, cuidándose bien de no quemar sus naves y guardarse bastantes triunfos en la manga que le aseguren la venta de la próxima entrega de la serie. Janet Evanovich ha dado vida a unos personajes que le pueden dar mucho juego: la cazadora de recompensas Stephanie Plum, que viene acompañada de una extensa red de familiares, conocidos y vecinos, además de su casi novio y poli canallita Joe Morelli y de su peligroso y atractivo admirador y compañero de faenas Ranger. Y con todo ello proporciona al lector unas novelas simples pero altamente disfrutables, un producto bien hecho y fabricado según las reglas del género con la adición de buenas dosis de humor y la inversión de los papeles tradicionales del hombre y la mujer en la novela negra más clásica. En los libros de Janet Evanovich las chicas son guerreras y los tipos duros no lo tienen fácil para dar la talla a su lado, la preocupación de Rik Torfs sobre las lecturas femeninas veraniegas podría no ser tan filosófica como pudiera parecer a primera vista.