Fotografías: Ismael Llopis (Momo-Mag)
Sergi Cabeza espera con semblante serio junto al Liceu. «No lo recordaba así», pienso en cuanto le veo; luego caigo en la cuenta de que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que coincidimos. Seis años. Mucho ha llovido desde entonces. Hasta hace unas semanas, Sergi (Barcelona, 1981) vivía en El Cairo; ha estado en Siria durante la guerra; en Libia con inmigrantes tras la caída de Gadafi, y hace apenas dos días que acaba de llegar de Hungría, donde ha estado grabando el drama de los refugiados para eldiario.es con una de las periodistas españolas de referencia, Olga Rodríguez. Cuando Sergi y yo nos abrazamos nos damos cuenta de que ya no somos aquellos veinteañeros que jugaban a ser periodistas.
Caminamos por unas Ramblas imposibles, infestadas de turismo «a 2 euros», bajo el manto de una Barcelona que nos desencanta. Nos abrimos paso hacia la calle del Carme y nos aposentamos en unos de esos rincones de Barcelona con encanto: los jardines de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya. Es el sitio ideal para charlar con Sergi sobre el largo lustro que ha pasado en Oriente Medio. Ahora, de vuelta en Barcelona, se encuentra en una encrucijada de nuevo. «No quiero volver a El Cairo, pero tampoco me quiero quedar aquí, no sé qué hacer», dice pensativo. Él se pide un café con leche, yo un carajillo de Baileys. Me roba un azucarillo y suelta: «Me quiero ir a Colombia».
–Pero si tienes ahí uno…
–Ya, pero ese es azúcar moreno. Paso.
Y comienza la entrevista.
–Siempre has tenido mucho interés por el mundo árabe. ¿De dónde viene esa obsesión?
–El padre de un compañero del instituto es palestino y él, mi colega, siempre me hablaba de Palestina. Estamos hablando de 1999… Un día va y me dice: «Algún día, tú y yo iremos juntos a Palestina». Y así fue: al cabo de unos años me propuso ir y yo acepté. Era un intercambio subvencionado, creo que salía a 120 euros, quince días; todo pagado.
–Y tu p’alante, claro.
–Sí, eso fue en 2002. Desde entonces he ido y he vuelto, estuve seis meses haciendo un voluntariado y luego empecé a estudiar Filología Árabe, me metí en esa carrera antes de comenzar Periodismo. Y al final terminé en El Cairo, casi de manera natural.
–Hablemos de El Cairo. Te vas durante la Primavera Árabe a Egipto y te quedas cuatro años.
–Sí, yo llegué un mes después de la caída de Mubarak…
[En este momento aparece un grupo de música en la terraza, armado con toda clase de instrumentos. Tocan reggae, ya los he visto anteriormente y se me había olvidado por completo que siempre andan por estos lares. Decidimos parar la entrevista, hacer unas fotos y esperar a que se marchen].
–Decías que cae Mubarak, accede Mursi al poder…
–Sí, pero pasa un tiempo hasta que se completa el vacío de poder. Antes de Mursi hubo revueltas, violencia por parte del Ejército contra los manifestantes, el test de la virginidad con el que sometían a las chicas… Cosas que decías: «Uy, esto no es muy revolucionario». El poder continuaba en manos del Ejército. Si en un régimen militar cae el presidente, pero los militares continúan en el mismo sitio, no podemos hablar de revolución. Cada mes había disturbios y ya se veía que las cosas no iban a funcionar como se esperaba. Pero al principio la gente estaba ilusionada, quería hablar, tenían esperanza en un futuro mejor.
Entonces llegaron las elecciones y ganó Mursi. Yo me fui todo ese año que estuvo Mursi en el poder [mayo de 2012-junio de 2013]. Si quieres que te cuente mi teoría, te la cuento.
–Adelante.
–Todo había sido planificado anteriormente por el Ejército. Tanto la subida como la caída de Mursi. En mi opinión, dejaron ganar a los Hemanos Musulmanes para luego echarlos. Es una teoría que obviamente no puedo demostrar, pero que bueno… Al final se ha vuelto al punto de partida: un gobierno militar con un militar como presidente. Al principio, cuando Al Sisi dio el golpe de Estado dijo que no quería ser presidente, pero al final ahí está. Ahora los egipcios viven en un clima de represión igual que con Mubarak. Miles de detenidos, periodistas también. Hay periodistas egipcios arrestados desde agosto de 2013, durante la masacre de Raba, que continúan detenidos, sin cargos, pero retenidos. Recientemente, Al Sisi dijo que había en Egipto una libertad de prensa sin precedentes. Es mentira. También están ahogando al periodista extranjero, hay mucha burocracia para ejercer y cada vez ponen más obstáculos.
Ahora se han inventado una cosa que se llama Fact Check Egypt y ellos comprueban las fuentes. No puedes usar fuentes anónimas y, si lo haces, te envían un mail y te preguntan de dónde has sacado la información. El Ejército ha sacado una ley que nos obliga a publicar solamente la versión oficial de los hechos. Por ejemplo, en el norte del Sinaí hay una guerra en marcha, los periodistas tenemos totalmente prohibido ir y no sabes cuánta gente está muriendo. Los militares te obligan a sacar únicamente las cifras de bajas que ellos proporcionan a la prensa. Nunca sabes lo que es verdad o lo que es mentira. Y no tienes manera de comprobar nada, porque no puedes ir al lugar de los hechos. Sí, podemos decir que la libertad de prensa en Egipto no está en su mejor momento, diga lo que diga Al Sisi.
–¿Entonces, cuál es el futuro del país, podrá mantenerse Al Sisi mucho tiempo en el poder?
–Es difícil. Lo primero que hay que saber es que Egipto es un país con un retraso de 30 años en infraestructuras. El Cairo es un caos en todos los sentidos: transporte, sanidad, educación. Está todo muy dejado. Durante los 30 años de Mubarak no se hizo nada en este sentido. Ahora, el Gobierno viene con estas grandes ideas de construir una nueva capital, de abrir una línea férrea de alta velocidad entre Luxor y El Cairo… Los egipcios no necesitan esas infraestructuras, necesitan un buen sistema educativo, una buena asistencia médica y otras cosas que no tienen. Da la sensación de que el Ejército tiene visiones grandilocuentes, como otros líderes del mundo árabe. Los militares se creen que tienen grandes ideas pero no practican, ni de lejos, un buen gobierno. Por ejemplo: acaban de producirse algunas dimisiones porque el Ministerio de Agricultura estaba completamente corrompido. Y así es como funciona el país: se hereda la macro y la micro corrupción de épocas anteriores. Tú vas a hacer papeleo burocrático y siempre tienes que meter un billete entre los papeles para acelerar el trámite. Eso no ha cambiado y será complicado que cambie. No veo que la cosa pueda ir a mejor.
Políticamente, la represión es muy fuerte ahora. Al Sisi recibe el apoyo incondicional de Occidente, de Europa y de Estados Unidos, ya que dicen que él ha sido el único que ha dado estabilidad a la región. Y en cierto modo es verdad, ya que no hay guerra. Tenemos a Libia al lado sumida en el caos; los bombardeos en Yemen, donde Arabia Saudí está bombardeando sin que nadie diga nada; Siria está como está, Iraq, más de lo mismo… En este sentido, Egipto es importante porque es el país más poblado de la zona, con 90 millones de habitantes; si hubiera un conflicto armado en Egipto sumiría en el caos total a Oriente Medio. Lo único que le interesa a Occidente es que Egipto no caiga en la espiral de violencia que asuela la región.
–Bueno claro, por la influencia que tiene Egipto en la zona. También es frontera con Israel, no nos olvidemos.
–Pero económicamente es un país que está al borde del colapso. Hablamos de un estado superpoblado. Los egipcios tienen problemas para proveer electricidad, problemas de saneamiento de aguas. Parece que no nos importa, a los gobiernos Occidentales, lo que pasa dentro de Egipto mientras de puertas hacia fuera todo esté en orden. Es lo que ellos llaman una situación de paz, en contraposición a la guerra.
–Pero la paz no es ausencia de guerra…
–Esa es la definición de paz que le interesa a Occidente en estos momentos. Es evidente que interiormente, Egipto en estos momentos no es un país democrático. Sí, ha habido elecciones, pero en el momento en que ganas unas elecciones con un 97 por ciento, algo huele mal. Es un país polarizado, no inclusivo y sin ningún tipo de diálogo con la oposición, sobre todo con los Hermanos Musulmanes, como he dicho antes. Allí se vive una caza de brujas. Así, en principio, no se puede construir un gobierno democrático. ¿Cuánto tiempo aguantará Al Sisi? Puede que aguante 30 años o puede ser que los egipcios vuelvan a salir a la calle. Esta última opción yo no la veo viable a corto plazo porque si algo sienten los egipcios en estos momentos es cansancio. Están cansados de esta transición, desde que se iniciara la revolución hace más de cuatro años. En estos momentos no creo que tengan ganas ni energía. Mucha gente se está yendo del país.
Gente que antes era revolucionaria, ahora es pro Sisi. Han vuelto los tiempos en los que vas por la calle y puedes tener problemas graves si criticas al Gobierno. Hay gente en la cárcel por llevar pegatinas que conmemoran la Revolución del 25 de enero. A pesar de que Al Sisi dice que el poder emana de la Revolución de Enero y de la Revolución del 30 de junio de 2013, considerada una revuelta popular [fue la manifestación en contra de Mursi]… Sin embargo, esa creencia es falsa: la última revuelta fue fraguada por el mismo Ejército, no se puede considerar una revolución espontánea o genuina del pueblo egipcio. Bueno, para ellos [el Gobierno autoritario que domina el país] sí que lo es, claro.
[En este momento, intento hacer algún comentario sobre el revuelo de las recientes elecciones catalanas y el independentismo. Sergi pasa, o no le interesa, o no quiere hablar de ello. Prefiere seguir hablando de Egipto].
–¿Hay en el Ejército algún tipo de oposición a Al Sisi en estos momentos?
–No. Hay opositores políticos, pero no militares.
–¿No hay nadie pudiese fracturar el estamento militar?
–No, no hay nada, al contrario. Los grupos políticos de la oposición son pro Al Sisi. Es lo que toca en estos momentos, no pueden ir en contra. La retórica oficial es muy clara: ellos están en guerra contra el Estado Islámico en el Sinaí, cerca de Gaza. Por ejemplo, los Hermanos Musulmanes están al mismo nivel de terrorismo que el Estado Islámico. Para el Gobierno son lo mismo. Sus militantes fueron masacrados después del golpe de Estado y han sido y son perseguidos. Lo que es evidente es que hay un porcentaje de población que se siente cercana de los Hermanos Musulmanes. Es un sector social que está en estos momentos callado, escondido y que es contrario al régimen. De hecho, cada semana hay manifestaciones en los barrios de El Cairo, pero no se oye hablar de esas protestas. No sabemos nada de ellas.
–¿Te atreverías a decir que se vivía mejor con Mubarak?
–[Se ríe] Con Franco esto no pasaba [Risas]. Bueno, el contexto regional es diferente. Con Mubarak, los egipcios tampoco estaban bien, por eso la gente salió a la calle. Fue una manifestación genuina porque la población estaba cansada y muchos pensaban en ese momento, ingenuos, ahora que lo vemos con perspectiva, que todo iba a cambiar y que el país iría a mejor. Salieron a la calle porque las cosas no funcionaban.
–Esto sería extrapolable a las otras naciones que vivieron primaveras árabes hace cuatro años. ¿Era imposible prever en 2011 lo que ha terminada pasando tras las revueltas?
–Es muy fácil hablar con perspectiva. Por ejemplo, Siria estaba mucho mejor que ahora, obviamente. Simplemente porque ahora no hay Siria. El futuro libio tampoco está claro.
–Vámonos a Siria. ¿Cómo lo ves?
–Antes había Siria y ahora ya no hay Siria, simplemente. Nadie podía prever que a una manifestación el Gobierno enviase tanques y francotiradores. Pero así son las cosas.
–Tú estuviste allí unos meses, poco después de que empezara la guerra…
–Yo estuve entre octubre de 2012 y marzo de 2013, entrando y saliendo del país. En Alepo y la zona kurda del nordeste.
–¿Hacia dónde va Siria? O la no Siria.
–Va hacia la destrucción total y absoluta. Nadie sabe cómo acabará.
–En Siria hemos visto diferentes fases del conflicto: las manifestaciones, el enquistamiento de la contienda, los vetos de China y Rusia a una posible intervención internacional…
–Se ha ido radicalizando todo. En su momento no se actuó.
–¿Crees que se hubiese tenido que actuar?
–No lo sé, yo no soy nadie para decidir sobre eso, pero sí que es cierto que los sirios en algún momento se preguntaban por qué en Libia sí actuó la ONU y en Siria no.
–Pero tú en otras entrevistas comentabas que lo mejor hubiese sido dejar de armar a las dos partes…
–Algo que les hubiese gustado a los sirios hubiese sido una zona de exclusión aérea en el norte, que ha sido la zona rebelde desde el principio de la guerra. Desde 2012, esa área estuvo controlada por el Ejército Libre Sirio, aún activo actualmente. Al principio no había yihadistas extranjeros ni nada similar. Ellos [los rebeldes] se hicieron con gran parte del norte del país, la mitad de Alepo incluida. Una zona de exclusión aérea allí hubiese permitido construir instituciones con cierta normalidad. Como eran bombardeados constantemente, fue imposible crear una organización. A pesar de que hubo algunos intentos, los sirios han tenido que marcharse. Nadie puede vivir bajo las bombas. Y han aparecido los grupos radicales que campan libremente por estas zonas porque no hay ningún tipo de ley.
–Hubo un momento en que sí parecía que Bashar al-Asad iba a dimitir.
–No, no lo creo. El peor momento de Al-Asad fue durante el ataque químico al sur de Damasco. Obama dijo que había traspasado una línea roja, pero al final quedó en nada. Se hizo un pacto de última hora con los rusos y las líneas rojas de los Estados Unidos desaparecieron. Matar sirios está permitido y sale gratis. Y, ahora, se está demostrando de nuevo. Han entrado los rusos, no a bombardear al Estado Islámico, sino a los rebeldes.
–De hecho, hasta lo han admitido.
–Sí, porque el Ejército sirio ya no tiene efectivos suficientes para combatir la Revolución. Les faltan recursos humanos, ya que es una guerra de desgaste.
–Rusia entra en Siria porque Bashar al-Asad se lo pide. En principio, si un estado soberano pide la intervención de un tercero, está amparado legalmente, ¿no?
–Si hablamos de Derecho Internacional, podemos citar masacres documentadas, más de una, más de dos y más de cinco amparadas, en su momento, en la legalidad. Bashar al-Asad debe ser juzgado por un tribunal internacional, y condenado a prisión durante 2.000 vidas.
–Bueno, de hecho en los medios se habla más de las reacciones internacionales que de la tragedia, de lo que está pasando realmente. Los medios hablan en términos militarizados, de la estrategia, de la pugna entre Rusia y Estados Unidos. No se habla de los muertos que hay. El discurso que recibimos es insensible a la tragedia humana, un discurso en clave militar que se puede leer como si estuviésemos jugando a un juego de rol.
–Bueno, es ahora cuando Europa se está empezando a dar cuenta de lo que pasa en Siria. Con la llegada de los refugiados a nuestras costas estamos empezando a ver las consecuencias que tiene esta guerra.
–¿Podemos hablar de un pulso entre Estados Unidos y Rusia o de una recreación de Guerra Fría? ¿Es esto un golpe en la mesa de Rusia para reafirmarse en el tablero de la política internacional?
–Rusia ha apoyado, desde el principio, a Al-Asad. Lo único que ha hecho ahora Putin es llevar ese apoyo a la práctica, enviando soldados. Logísticamente los han estado apoyando desde el principio, es uno de los actores implicados desde el comienzo de las hostilidades. Ahora, la diferencia, es que hay soldados, pero los aviones que bombardeaban en 2012 a los rebeldes eran rusos.
–Yo sí lo veo como un golpe en la mesa por parte de Rusia.
–Bueno, también hay que destacar la falta de liderazgo de la Administración Obama en Oriente Medio: no se ha avanzado nada en el tema de Israel y Palestina, la intervención en Siria ha sido nula… Es evidente que no sabían qué hacer. Y Putin lo ha aprovechado.
–Bueno, igual la prioridad de Obama no era Oriente Medio. Recordemos que en 2011 se produce el famoso Pivot to Asia con la intención de contener a China, liderado por Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado. Tras las malas experiencias en Iraq y Afganistán, Obama optó por mirar hacia el gigante asiático, en estos momentos la potencia a controlar.
–Pues no te sabría decir, yo no soy analista político. Yo sólo digo que ha habido una inacción que nos ha llevado a donde estamos ahora: un país con un régimen de carniceros masacrando a su pueblo, donde hay una oposición armada muy heterogénea y una gran presencia del Estado Islámico, que a ver cómo consiguen sacarlo de allí…
Si miras al futuro, no se le ve solución a la guerra, de momento.
[Sergi se queda pensativo. Toma la palabra de nuevo].
Bueno, en 2009, Obama pronunció un discurso en El Cairo donde tendía la mano a Oriente Medio, pero la inacción ha sido total en todos los frentes.
–Sí, recientemente Abbas afirmó que dejaban de ser válidos los acuerdos del 93…
–Sí, y en Libia, lo mismo. La OTAN bombardeó, hizo caer a Gadafi y luego todo el mundo se olvidó del tema.
–Tú has estado en Libia, después de la muerte de Gadafi… ¿Qué está pasando?
–Los 40 años de Gadafi fueron una locura. La oposición cogió las armas, vieron que salieron ganando con la lucha armada y ahora no quieren desarmarse. Cada milicia tiene su ley, son incapaces de llegar a ningún acuerdo y esto ha provocado que el Estado Islámico se instale en el este del país. Se ha repetido la pauta de Siria en esta zona. Occidente se ha olvidado totalmente de Libia desde que murió Gadafi. A ver, podrían llegar a un acuerdo, ya que es un país con pocos habitantes, un Estado muy rico. Si llegasen a un acuerdo, podrían vivir muy bien, ya que tienen muchos recursos y poca población, pero allí nadie está dispuesto a ceder ni un centímetro, y así es complicado.
–Volviste de Hungría hace un par de días. Estuviste cubriendo la crisis de los refugiado.
–A ver, los refugiados han estado haciendo esta ruta desde hace tiempo, desde hace dos años, concretamente, pero en grupos más pequeños. Ahora nos encontramos con que los refugiados que estaban en Turquía o el Líbano han visto que no prosperaban y han decidido marcharse a Europa. Hay que recordar que tanto Turquía como el Líbano, por sí solos, tienes más refugiados de los que están entrando en Europa. La Unión Europea está actuando sobre la marcha, no se ha planteado un plan organizado para acogerlos. La noticia también ha calado en los medios porque Viktor Orbán [primer ministro de Hungría, de corte netamente conservador] ha utilizado a los refugiados con fines políticos. Ha puesto en marcha un discurso anti inmigración que ha obstaculizado el tránsito de las personas.
Es imperdonable que los refugiados tengan que jugarse la vida cruzando mares y fronteras. Que tengan que andar decenas de kilómetros, coger autobuses y trenes, gastándose 2.000 dólares en el viaje. Claro que si van a cualquier embajada de cualquier país europeo les van a decir que no, que no hay asilo posible, así que no les queda otro remedio que jugarse la vida. La Historia está llena de refugiados.
–Ahora se ha abierto el debate refugiado versus inmigrante. Aunque para mí todo es lo mismo. El inmigrante quizás no huya de una guerra, pero huye de otras cosas: el hambre, la inestabilidad política…
–Tú puedes pedir asilo por motivos religiosos; por ejemplo, si eres ateo en un país islámico como Pakistán o Irán; por temas sexuales, si eres gay o lesbiana en un país donde está perseguida la homosexualidad… Hay muchos motivos por los que puedes pedir asilo político. Los sirios, por ejemplo, lo tenían muy claro: ellos no querían salir de Siria de ninguna manera. Mucha de la gente con la que he hablado es gente que vivía bien, que tenía sus negocios, su familia, su coche o casa, su vida social… Todo le iba bien. Pero claro, si les bombardean, ¿qué van a hacer? Así no se puede vivir. Esto es todo un reto para Europa, para ver los solidarios y organizados que somos. Y, de momento, la situación me parece surrealista.
–Debería ser un proceso más natural, más fácil para los refugiados.
–Sí, a través de las embajadas, por ejemplo. Me parece increíble lo que ha hecho Hungría. Montar este show para ganar rédito político… En las encuestas Orbán está subiendo como la espuma, cuando en realidad no había ni un sólo refugiado que se quisiese quedar en Hungría. Todo esto [en referencia a la actitud de Hungría] ha sido una performance política. Los han tratado como animales: subiéndolos a trenes sin decirles dónde iban, teniéndolos retenidos horas y horas, diciéndoles que iban a un sitio cuando en realidad iban a otro… Joder, ¿hacia dónde vamos? Países como Macedonia, por ejemplo, lo han hecho mucho mejor. Ellos saben que los refugiados no se quieren quedar allí, así que les proporcionan trenes para que vayan hacia la frontera con Serbia.
–Hablando de shows… ¿Qué pasa con el show de los medios? Al principio se habla mucho de Siria, luego pasamos a un silencio absoluto sobre el conflicto, de repente reaparece en los medios y ahora, con el tema de los refugiados, Siria vuelve a abrir portadas. Y, ¡zas!, por arte de magia, cientos de periodistas se marchan a Hungría a cubrir la crisis de los refugiados, enviados por las mismas cabeceras que han obviado el conflicto durante tantos meses. Llegan, hacen cuatro fotos, cuatro crónicas y vuelven. Y los refugiados desaparecen de la agenda mediática cuando en realidad hablamos de un conflicto de casi un lustro de antigüedad. Tú mismo has dicho que flujos de refugiados los ha habido siempre.
–Bueno, la diferencia entre la cobertura del tema de los refugiados y la cobertura de la guerra de Siria es que en Siria no se puede entrar ahora. Además, estamos hablando de un tema que quieras que no, nos toca más de cerca, tocamos el funcionamiento de la Unión Europea. Es algo que pasa en casa. Siria… pues es lo de siempre: es una guerra que parece que está lejos, aunque esté aquí al lado.
–Si la gente cogiese un mapa y mirase donde está Siria…
–Algunos periodistas hemos intentado cubrir la Guerra de Siria, pero ahora es imposible entrar. Ir a Siria es jugársela, de hecho hay tres compañeros secuestrados. Siria es un territorio sin ley, lleno de grupos armados. El riesgo de secuestro es muy alto. Ya no es que te maten o no te maten, es que te vendan a otros grupos. En estos momentos, un occidental es una oportunidad para hacer dinero. Así no se puede trabajar con normalidad, porque no hay seguridad. De todas maneras, creo que es normal que se le haya dado tanta cobertura al tema de los refugiados, porque es un tema que toca de cerca. Y si está dos semanas en los medios y luego desaparece… pues es que ya sabemos cuál es el ritmo de las noticias.
–Hablemos de la situación del periodismo internacional. Decías en otra entrevista que los medios ya no encargan nada a nadie porque entonces, si le ocurre algo al periodista, se tienen que hacer cargo ellos.
–Desde que empezaron a secuestrar periodistas en Siria y cuando empezó a pasar lo de las decapitaciones, los medios decidieron no enviar a nadie. Sí hay algún medio que se arriesga, pero con cuentagotas. El oficio del freelance es el siguiente: ir a los sitios a los que nadie se arriesga a ir para ganarte la vida. Esto es lo que ha hecho Antonio [hace referencia a Antonio Pampliega, periodista español actualmente secuestrado en Siria]. Obviamente, si me voy a cubrir la crisis de los refugiados en el este de Europa, tendré mucha más competencia que si me voy a Yemen, donde no hay prácticamente nadie. Podré vender más historias.
–A costa de arriesgarte mucho más…
–Claro, ahí está. Hay muchas categorias de freelance. Hay algunos que siempre colaboran con los mismos medios y tienen una cierta estabilidad: saben que si van a un sitio tendrán trabajo. Hay otros, como yo, que no tenemos esa seguridad y que vamos a la aventura cada vez que realizamos una cobertura.
–¿Está destinado a desaparecer el periodismo de corresponsal, o enviado especial en zonas de conflicto? Es decir, ¿crees que cada vez se tenderá más a comprar las crónicas de un freelance para evitar responsabilidades?
–Depende de los casos. Creo que siempre habrá prensa de calidad dispuesta a enviar a gente preparada, asegurada y con todas las garantías de seguridad, dentro de los posible. Sin embargo, el freelance será el primero en entrar y el último en salir, el que haga el trabajo sucio. Sobre todo durante las primeras fases de los conflictos, luego el periodista pasa a ser un objetivo. En Siria, por ejemplo, al principio la gente hablaba con los freelance, pero luego llegan los periodistas de los grandes medios, que contratan fixers por 300 euros y todo se encarece. Claro, los freelance no podemos pagar esas cantidades de dinero. Sólo el seguro en Siria me costaba 40 dólares al día. Es difícil de costear si no tienes a nadie detrás que te apoye.
–Y mucho más si te pagan a 50 ó 100 euros la crónica…
–Cierto. Muchos medios están interesados en tus piezas, pero no están dispuestos a gastarse el dinero. Es un juego de equilibrios complicado.
–Yo siempre digo que no es que los temas no interesen, sino que son los medios los que no están interesados en pagar. A veces se dice que es el público el que no está interesado, pero no nos engañemos: si hay una buena historia, la gente se interesa.
–Claro, pero… ¿Quién decide los que interesa y lo que no? Los medios. Siempre hemos subestimado la capacidad de la audiencia. Obviamente que hay interés, pero si das cada día prensa del corazón, la gente pedirá prensa del corazón. Si das buen periodismo, la gente pedirá buen periodismo.
Los editores pueden decir misa. A mí me hace gracia cuando alguien dice: esto interesa, esto no. La gente tendrá su punto de vista, digo yo. Lo que está claro es que la información internacional y de zonas de conflicto es cara y está muy mal pagada, desestimada. Sobre todo en los medios españoles. Fuera hay excepciones.
–Para esto está el crowdfunding…
–Sí, además ahora el periodista trabaja como una empresa: crea comunidad en las redes sociales. Ya no depende del papel para trabajar y explicar las cosas. A mí, por ejemplo, cuando estaba en Hungría, varios medios me llamaron porque leían mis tuits. Esto hace que no tengas tanta dependencia de los medios tradicionales. La gente ya no busca una cabecera, busca un nombre, busca a Aldekoa, a Ayestarán. También están saliendo nuevos medios, todo está cambiando. Hay todo un mundo de oportunidades que se abren.
Con la mente bien abierta y mirando a ese futuro repleto de posibilidades, damos por zanjada una conversación de casi una hora. Cincuenta y ocho minutos llenos de pasión por contar, de melancolía y tristeza pero también llenos de esperanza en este oficio tan complejo y apasionante.