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Saül Gordillo (Calella, 1972) ejerce un papel singular en el movimiento soberanista catalán en la red. Podría ser su cronista oficial. En 2007 narró, en Nació.cat (Òmnium Cultural/Editorial Mina), la obtención de un dominio propio para Catalunya en internet y ahora hace lo mismo con los diez años de activismo soberanista en la red en Sobirania.cat (Crea’t Edicions). Pero también ha sido uno de sus protagonistas –con las contradicciones que eso supone para los puristas de la historiografía–, mucho antes de que internet y el independentismo fueran una cuestión mainstream: su Bloc sense fulls (Bloc sin hojas) ya hace diez años que habla sobre la actualidad catalana.

Expresivo e inquieto, Gordillo gesticula, se reclina en la silla, cruza las piernas. El smartphone rozando los dedos, mensajería instantánea a punto, habla de tú a tú. De vez en cuando mira hacia la redacción de El Periódico –es jefe de contenidos digitales– que se transparenta a través de los cristales del cubículo, justo en medio de la redacción. El tac-tac de los teclados, el murmullo de las prisas y el sonido de una campana que anuncia la reunión de portada te mantienen conectado a la realidad exterior, tal como lo hacen internet y la tecnología móvil en tantas otras ocasiones. En el caso del soberanismo, según Gordillo, esta conexión es más que una transmisión de información: es el motor de todo el proceso.

–Afirmas que el movimiento soberanista que ha aparecido en la red está en la misma sintonía que los movimientos Occupy Wall Street, 15M o las primaveras árabes, movimientos que han tenido desenlaces diferentes a los que parecían intuirse a través de las redes sociales. ¿Le puede pasar lo mismo al soberanismo?

–Es una posibilidad. Lo que mueve estos movimientos, que en el caso catalán enlaza con la reivindicación soberanista, es la expresión local de unos fenómenos globales. Las primaveras árabes suceden en países donde los parámetros democráticos no equivalen a los de los países occidentales. El movimiento de fondo y la reclamación que tiene el soberanismo, sumando el fenómeno digital y de protesta, y el hecho de que se produzca en Europa y en una democracia como la nuestra sí que podría invitar a pensar que puede tener un desenlace diferente.

–En el final del libro incluyes un epílogo con 216 nombres de personas significativas dentro del movimiento soberanista en la red. En esta lista solo 24, un 11%, son mujeres. ¿Por qué?

–El libro habla de internet en los últimos diez años. No de la red que conocemos ahora. La presencia de la mujer en la red ha evolucionado de un tiempo a esta parte, ahora las mujeres son más activas y visibles que hace diez años. Pero como mi libro es un resumen de los últimos diez años he hablado de la gente que estaba en la red hace diez años. El libro, además, habla mucho de política y ahora mismo solo hay un 16% de alcaldesas en Catalunya. Sí que hay muchas mujeres que hacen muchas cosas en muchos ámbitos en internet, pero en los últimos diez años en el ámbito soberanista no ha habido tantas. Sería injusto que las mujeres que salen en el libro estuvieran en él para llegar a una cuota. Las que aparecen merecen salir.

 

–Explicas que el movimiento soberanista tuvo, primero, una etapa de etapa de autoafirmación, seguida de unos períodos de reivindicación, organización y respuesta. En cada uno de estos niveles hablas de diferentes herramientas digitales, blogs, webs, redes sociales y dispositivos móviles. ¿Sin estos recursos no se habría llegado al mismo sitio?

–No lo sabemos. Sin estos recursos no sería un movimiento liderado por la sociedad civil, sino que sería una transición o un proceso político dominado por unas élites. La peculiaridad y la fuerza del caso catalán es que los que están empujando y están a la vez delante son los ciudadanos, empoderados por unas herramientas sociales.

La etapa de autoafirmación y salida del armario del debate estatutario y de evolución del catalanismo a soberanismo coincide con la época fuerte de los blogs, unas herramientas que permiten reflexionar y desarrollar ideas y que facilitan la conversación y el diálogo. Después vienen las redes sociales, espacios de agitación y movilización. Estamos en esta fase, en la fase de dar respuesta a todos los argumentos que vienen desde Madrid, a todas las noticias de la prensa española. Gracias a las redes sociales la sociedad catalana más implicada con el proceso se ha podido organizar y ha podido dar respuesta. Al principio, la red era más pausada, más social. Requería tiempo escribir un post que como mucho aspiraba a convertirse en un apunte para gente que más o menos nos conocía. Ahora hay mucha más excitación y mucho más ruido.

–De hecho, afirmas que hay mucha más agitación en Twitter que en la calle.

–Sí. Si miras Twitter verás que hay un ambiente tormentoso. En cambio, en la calle no lo percibes. Hace tiempo, en las redes se podía vivir con normalidad en catalán. El catalanismo se expresaba en la red con mucha más naturalidad que en el mundo analógico, donde al margen de TV3 y Catalunya Ràdio no había tantos medios en catalán. Ahora lo que hay es más tensión en la red que en el mundo analógico o el mundo real. Hoy en día la gente puede discutir de política, puede hablar sobre la consulta o el caso Pujol y lo hace de forma bastante civilizada. Pero si sigues Twitter, puedes tener la sensación de que aquí hay una crispación muy fuerte y que la situación no se puede reconducir. Espero que sea fruto de la tensión por la proximidad de la consulta y que después podamos volver a recuperar el buen rollo que había en internet.

–¿Y si la consulta no se hace, porque es poco probable que se haga, o si se hace y gana el ‘no’?

–Más allá de si se celebra o no se celebra la consulta o de si gana el sí o el no, si el tema catalán no queda resuelto de una manera en la que se le haya dado voz a la ciudadanía y que permita expresarse a la ciudadanía –tradúcelo como quieras–  el buen rollo no volverá hasta que se resuelva este problema. La gente está empujando desde el entorno digital para que se le deje trasladar su opinión en el área donde se toman decisiones, que son las urnas y, finalmente, el Parlament y las instituciones.

–En el libro hablas de herramientas que han influido mucho en el soberanismo, como la Viquipèdia, y dices que en los primeros tiempos la mayoría de medios digitales de Catalunya eran en catalán. ¿Qué papel tiene el castellano en la reivindicación soberanista?

–Al principio todo se originaba en el entorno de gente que se expresaba en catalán. A medida que el movimiento independentista se ha hecho más mayoritario con la creación de entidades como Súmate o con perfiles de Twitter que intentan replicar a los usuarios del resto del Estado o que van dirigidos a un público castellanoparlante de Catalunya, el debate ya no tiene tanto que ver con la lengua y la cultura. Lo que ha mantenido la llama del movimiento independentista durante estos años han sido estos entornos donde el mínimo común denominador era el catalán y donde había ciberactivismo en favor de la lengua y la cultura, como en los casos de la Viquipèdia y Softcatalà.

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–¿Si Catalunya consigue un estado propio, la tendencia que se ha registrado en la red –una cultura en catalán que tira del carro y una cultura en castellano que se le suma después– se podría repetir?

–Yo creo que no. Un país, o una red, que ha tenido que trabajar para conseguir que Twitter y Facebook tengan versión en catalán y para que haya contenidos en catalán; un país que ha tenido que ganarse a pulso la presencia de su lengua en la red será sensible para no discriminar otra lengua. Y menos si es una lengua oficial como creo que debería ser el castellano [en una Catalunya independiente].

–Defines el proceso soberanista como un proceso en el que se ha trabajado largo y tendido y que ha sido liderado por la sociedad civil. El Estado, en cambio, parece optar por una estrategia agresiva a golpe de escándalo. ¿Puede el caso Pujol hacer más en favor del ‘no’ que todo lo que se ha hecho durante diez años en favor del ‘sí’?

–España no ha dado una respuesta seductora para estimular a los hipotéticos votantes en favor de la continuidad de Catalunya dentro del Estado. De la tercera vía no ha llegado una respuesta atractiva de momento, sino todo lo contrario. El recorte del Estatut y la involución en el autogobierno dirigida desde las instituciones estatales no forman una propuesta precisamente buena para parte de los catalanes. Ha hecho más para desmovilizar o para evitar que crezca el ‘sí’ este jarro de agua fría que ha supuesto el caso Pujol. Hay gente que dice que no puede influir… Yo creo que en la parte de la sociedad más movilizada y más consciente, no; este proceso no tiene marcha atrás, pero en la parte de votantes indecisos de dar el paso puede que algunos se queden donde estaban.

–Pero Pujol siempre ha sido autonomista.

–Sí, pero Pujol era un político catalán. Mucha gente hace este análisis: “Los políticos catalanes son iguales que los españoles, ¿para eso queréis la independencia?” Y para alguien que se plantea algo tan básico, el caso Pujol es un jarro de agua fría. Para los soberanistas e independentistas convencidos es todo lo contrario. Los estimula más porque precisamente el caso Pujol demuestra que, durante 20 ó 30 años, España ha pactado con políticos autonomistas que han gobernado silenciando casos de corrupción a cambio de obtener pactos de estabilidad.

–¿El movimiento independentista está preparado para detener esos golpes o ha menospreciado el poder del Estado?

–Puede que sí exista un independentismo naif y de sofá que se piense que la independencia sea como pedirse una pizza; puede que sí que haya una parte de la población que es digital y que no tenga presente en su memoria histórica particular los casos en los que el Estado ha puesto en práctica la guerra sucia y que pueda llegar a pensar que con una campaña en Change.org se conseguirá la independencia. Pero los dirigentes, los activistas y la gente que tiene un poco más de experiencia sabía perfectamente que el Estado movería sus piezas y utilizaría todas sus herramientas para impedir la independencia. Forma parte del guión. A mí no me sorprende que se produzcan casos como el del presidente Pujol. Me ha sorprendido por el hecho de que sea el presidente Pujol y por la magnitud del caso, pero si levantas la alfombra y tienes cosas allí abajo, salen y saldrán.

–En todo este proceso destacas la influencia que han tenido las redes sociales en la política. ¿La política actual, más allá de las tendencias soberanistas, busca repercusión en estos nuevos espacios?

–Antes los políticos montaban comparecencias y ofrecían ruedas de prensa con la idea de dar un titular y que los periodistas lo compraran. Hoy, los partidos políticos, las CUP y Podemos son paradigmáticos en este aspecto, hacen exactamente lo mismo, pero teniendo en cuenta de que parte de su repercusión está en las redes sociales. Las CUP tienen cinco diputados en el Parlament de Catalunya y Podemos cinco eurodiputados, pero carecen de peso específico en los medios tradicionales. Sin embargo, en las redes sociales tienen muchos más seguidores. Parte del trabajo de estos partidos es comunicar pensando en 140 caracteres y en una foto para incrustarla al tuit o en vídeo que ellos mismos viralizan. En parte sigue siendo la misma la moto que han querido colocar todos los partidos, pero las formaciones que son más recientes y frescas tienen la habilidad de colocar estos mensajes en el entorno digital, donde sus prescriptores, simpatizantes y militantes son más activos e influyentes.

–¿Ser progresista o conservador influye en la política adoptada en las redes sociales?

–Sí. Pero no debido a una cuestión de derechas o izquierdas, sino por la manera de entender la sociedad, el liderazgo y el papel que tienes que representar en el ámbito público. Y eso no tiene nada que ver con la izquierda o la derecha o con las siglas. Hay partidos que no sé si calificarlos como conservadores, pero que son agresivos y audaces en la comunicación digital, como por ejemplo Ciudadanos. Existen otros partidos que están a la izquierda y son rompedores. Y también tenemos otras formaciones, supuestamente de izquierdas y progresistas, a las que les está costando mucho más [adaptarse] porque son conservadoras comunicativamente.

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–¿Cómo por ejemplo?

–El PSC. Hace una década era hegemónico en la blogosfera catalana, tenía blogueros muy influyentes y una parte muy importante de su militancia tenía blogs en funcionamiento, pero ha perdido impulso con las redes sociales.

–¿Tiene eso que ver con la caída electoral que sufren los socialistas?

–Seguro. Es un reflejo. Antes se movía bien en los círculos de decisión, en el mundo de las instituciones, de los sindicatos, las entidades o las asociaciones de vecinos. Pero, hoy en día, las cosas suceden en las redes sociales, que es el lugar en el que más exigencia de apertura, democracia y transparencia hay, donde se palpa el espíritu más crítico con las instituciones y las conductas de los políticos. Y a ellos les cuesta. Además, si el tema soberanista te genera un problema –no solamente le ocurre al PSC–  eso se acaba reflejando en los resultados electorales. En este caso, las realidades digital y analógica van ligadas. Según avanza el tiempo todo es una misma realidad.

–¿El mundo digital ha influido a los medios de comunicación tradicionales? Los medios digitales hablaron antes del proceso soberanista mientras que los analógicos se han volcado en su cobertura a última hora.

–En general, los medios digitales condicionan a los tradicionales. Algunos temas acaban entrando en la agenda informativa de los medios tradicionales por el hecho de salir en los digitales, medios que beben de las redes sociales, que es la ciudadanía, los lectores, los usuarios. La lógica digital tiende a jerarquizar los temas en función de su audiencia, como si internet estuviera más cerca de la televisión que del papel. Los medios en papel tienen webs y los periodistas descubrimos a diario que lo más leído son noticias que en un primer momento podían estar fuera de nuestra agenda periodística. Eso provoca que algunos que temas que aparecen hoy en los medios tradicionales no lo hicieran cuando no había medios digitales. Estamos obligados a introducir la variable social que tan bien recoge internet.

–Ahora, los periodistas que escriben en diarios también tienen un blog donde poder opinar, como ocurre en tu caso. ¿Cómo se enfoca profesionalmente esa dualidad, sobre todo en una época marcada por el intenso debate político que se ha generado alrededor del soberanismo?

–Es un conflicto apasionante. Existe un debate muy profundo sobre cómo combinar el legítimo derecho que tenemos a expresarnos en las redes sociales, como hace cualquier ciudadano, con los deberes profesionales que tenemos con unas empresas que ahora están sometidas al impacto de toda una revolución digital. Esto es algo brutal. En el caso catalán, la manera que algunos periodistas han descubierto para ser honestos es seguir trabajando en sus medios, haciendo lo que toca y expresando su visión personal en sus cuentas de Twitter o Facebook y en sus blogs. Son sus válvulas de escape. Hace unos años ocurría lo mismo, aunque se diera sin el impacto de las redes sociales, con los periodistas que ejercían de tertulianos.

–Se ha cuestionado mucho la cobertura que han hecho TV3 y Catalunya Ràdio del proceso soberanista. Como exdirector de la Agència Catalana de Notícies, ¿cómo crees que los medios públicos tienen que cubrir la información sobre el debate independentista?

–La Corporación Catalana de Medios Audiovisuales es plural. El vicepresidente del órgano de gobierno de los medios públicos de Catalunya elegido por el Parlament es un militante del Partido Popular. En el órgano de gobierno hay representantes del PSC, del PP y de Convergència. No hay representantes de Esquerra porque [la composición del organismo] salió del anterior Parlamento. Esta pluralidad no se da en los medios privados y tampoco es exigible. El soberanismo es de una envergadura, de una complejidad y de una omnipresencia que obliga a los medios públicos a tratarlo pese a que a Ciutadans y al PP no les guste.

–Una cosa es tratarlo y otra el enfoque que se ha elegido.

–Hasta finales del año pasado TV3 ha tenido un comportamiento muy polite. Ahora ya es un tema importante de la agenda pública de Catalunya y si no lo cubrieras serías un medio público marciano. Pero si lo analizas desde una perspectiva histórica, los medios públicos catalanes no han hecho nada para animar, agitar y para inducir o movilizar a la gente de Catalunya. Han hecho lo que les tocaba hacer para ser un reflejo de la pluralidad y diversidad de este país. En los medios públicos catalanes hay más pluralidad de tertulianos que en los medios privados.

Creo que [criticar a TV3]  es un recurso fácil que ha sido utilizado por parte de aquellos que defienden medios públicos con menos pluralidad y que quieren criticar parte de esa estructura estatal que ha ejercido como herramienta de construcción nacional. Nuestro modelo es el de la BBC, donde se hacen debates sobre el referéndum escocés entre el presidente de Escocia, Alex Salmond, y el candidato del ‘no’ [Alistair Darling]. Eso no ocurre en España. Los ciudadanos españoles no conocen la opinión de los catalanes ni de sus representantes políticos. Tienen informaciones y opiniones tendenciosas de tertulianos que no conocen la realidad e Catalunya.

Fotografía: Pablo Sierra del Sol

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