Agosto y puente, y rápidamente Rajoy corre a perderse por los caminos de su tierra, Sánchez se va a la playa, de Iglesias nunca más se supo, y Rivera está dejando para más tarde lo que tenía que haber terminado ya con el presidenciable. Se les habrá olvidado a los dos, a los cuatro, que las cosas no se dejan a medias si se quiere que estén bien hechas. No les parece urgente terminarlas, al final va a ser eso. Viene al pelo aquello de que «los políticos se esfuerzan por hacer lo posible imposible», que dijo Bertrand Russell. Se escaquea todo dios y tiran para la sombra, que al sol ya se sabe que se quema la piel, y además el calor de Madrid ahoga menos los pulmones del ciudadano medio. A final de mes, cuántos tendrán que volver al trabajo con buena cara como si hubieran salido y respirado el aire fresco de algún lugar más sano… Es lo que se espera de quien tiene trabajo, y aún más en verano, cuando pasarlo bien es una exigencia social aunque no se tengan vacaciones en la playa; así mil euros de sueldo no den para dispendios. No sueñan con arena blanca ni con montañas y ríos que les renueven el ánimo. En Madrid se quedan; se fastidian y bailan.
Pero tranquilos todos, paciencia. Los candidatos a la presidencia del Gobierno hacen lo que les da la gana. Ellos piensan en otras fases y hacen su trabajo a medias. Que votemos otra vez, insinúan, si ellos no llegan a acuerdos, que a este paso es lo que se vislumbra en el plano horizonte de los vagos. «El hombre es un animal esencialmente haragán», pensaba Unamuno acertadamente.
De sentido común es unirse al de Nativel Preciado hablando de Juan Cruz, da vergüenza lo que está pasando. Vivimos en el país de «Viva la Pepa», de tirarse a la bartola, de dejarlo todo para última hora. Todavía hay tiempo, nos hacen creer, así nos pese luego o nos traiga consecuencias graves. Y a quejarnos poco, oiga, que ya marcan ellos los tiempos adecuados. Que Ana Pastor no ponga fecha, que no se apresure, que no mueva un dedo. «Las cosas grandes que uno quisiera hacer, los hombres pequeños las estorban», dijo en sus tiempos Azaña, a quien bajo estas circunstancias hay que darle la razón desde la perspectiva de la lógica. No merecen nuestros votos, no son dignos de confianza.