«Hipócrita: el que profesando virtudes que no respeta,

se asegura la ventaja de parecer lo que desprecia».

Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo

En la película italiana Viva la libertad, Toni Servillo (La gran belleza) interpreta a dos hermanos gemelos. Uno es Enrico, referente político de la oposición que un día decide desaparecer en casa de una vieja amiga cansado de las críticas y hastiado del cargo. El otro gemelo es Giovanni, un profesor recién salido del psiquiátrico que es convencido por el equipo de asesores de Enrico para suplantar al hermano hasta que decida regresar a la escena pública. Pero Giovanni no se dedica a ser una copia enfundada en el traje de Enrico, sino que desde el comienzo se muestra sincero y directo, alejado de la habitual hipocresía cínica que viste su hermano como político.

“El miedo es la música de la democracia”, declara en su primera entrevista. Todos se sorprenden y entusiasman con el nuevo Enrico. Los medios encuentran un filón que no para de escupir verdades en forma de titular, y los ciudadanos escuchan al fin una voz honesta que no suena a propaganda. Llegan entonces las elecciones y el auténtico Enrico, al que nadie echa de menos, no aparece. En uno de los mítines, esperado por todo el país con máxima expectación, la poética de Giovanni alcanza su punto culminante. Habla de la pasión, de la oscuridad del enemigo, de la manipulación del lenguaje y las emociones, de los errores propios, de la falsedad de quienes gobiernan la supervivencia. Se trata de un poema de Bertolt Brecht, A quien duda. Todos aplauden a rabiar, están emocionados, dispuestos a luchar juntos por su futuro dejando a un lado a políticos como el antiguo Enrico, que durante tanto tiempo han llevado el desánimo y la rabia a todo un país. No digo que los políticos tengan que citar a Brecht, ¿pero os imagináis que sucediera aquí lo mismo antes de las elecciones? ¿Os imagináis que los candidatos, víctimas de un repentino ataque de honestidad, liberados por circunstancias extraordinarias, empezaran a decir todo lo que piensan, dejando a un lado estrategias electorales y consecuencias personales? ¿Os imagináis unos políticos que, sin renunciar a sus ideas, nos contaran la verdad? ¿Os imagináis votar así?

https://www.youtube.com/watch?v=pf_OxgKktZ0

Pongamos que el primero en romper la baraja fuera Alberto Garzón, por necesidad, como una forma de recuperar los focos que ahora ocupan otros. Puede que empezase citando al poeta David Eloy (Cuando nacimos ya habían traducido el mundo en un lenguaje equivocado, las cifras estaban destinadas, las fórmulas tenían veneno), para luego pasar a reconocer errores:

«Estoy de acuerdo con quien critica a mi partido por haber preferido en demasiadas ocasiones la comodidad al conflicto, por habernos dejado llevar por una especie de melancolía ideológica institucionalizada que ha sido incapaz de cambiar el rumbo neoliberal de la política española en los últimos veinte años. No hemos sabido atacar el falso socialismo que modernizaba el país por fuera al tiempo que empezaba a venderlo y lo corrompía por dentro en alterna connivencia con la derecha. Incluso hemos sido su apoyo en demasiadas ocasiones, y sí, también hemos tenido casos de corrupción. Si pudiéramos, volveríamos atrás y haríamos muchas cosas de otra manera, pero no es posible viajar al pasado, aunque lo parezca tras una legislatura de gobierno del PP.

Lo que sí podemos hacer es cambiar el futuro. Coger lo mejor de aquello en lo que creemos y defenderlo hasta las últimas consecuencias, sin caer en antiguos errores, ganándose de nuevo la simpatía del votante de izquierdas y luchando por una auténtica unidad popular orgullosa de su anticapitalismo y que haga frente común contra un modelo neoliberal que lleva al desastre a la mayoría mientras unos pocos se llenan los bolsillos al otro lado de pantallas de todos las formas y tamaños. Creemos que lo contrario, una izquierda atomizada, catódica y orgullosa de no declararse como tal, sólo contribuye a su derrota definitiva…»

El primero en reaccionar al ataque de honestidad política sería, por alusiones, Pablo Iglesias, contrariado porque no se le haya ocurrido a él, apasionado cinéfilo, la idea de emular a Giovanni para cambiar el curso de la política patria. Para quitarse la espinita, quizás escogiese Pablo algún revelador diálogo de Ocho apellidos catalanes, o puede que se decantase por citar a Gramsci:

«Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza».

Luego:

«Confieso que la revolución será más lenta de lo anunciado. No vamos a poder hacer todo lo que queríamos, o no a la velocidad que a muchos nos gustaría y la situación reclama. No lo vamos a poder hacer porque no está sólo en nuestras manos revertir el modelo neoliberal asentado por el bipartidismo desde la Transición. Pedimos perdón por tanto por haber fomentado la ilusión de que era posible un asalto a los cielos, el deseo y la necesidad de sumar seguidores a una causa que creemos justa nos llevó a exagerar las expectativas para haceros ver que estamos en un momento importante en el que podemos colarnos en el sistema para intentar cambiar el rumbo neoliberal, si bien será muy complicado.

Quiero también dejar claro que sí, somos de izquierdas, es evidente, siento que enturbiáramos la respuesta en ocasiones, simplemente pensamos que esa separación entre izquierda y derecha contribuye a perpetuar en el poder a quienes no les importa estas diferenciaciones, porque ayudan a demonizar la disidencia y no ponen el foco en el auténtico problema, que no está en lo que pensamos, sino en lo que tenemos, y unos tienen mucho mientras la gran mayoría tiene muy poco, este es el problema y lo que queremos tratar de cambiar, o al menos intentarlo. Tanto PSOE como IU están contaminados para liderar ese cambio, por unas u otras razones. Creemos que somos los únicos que podemos abanderar una nueva Transición desde una perspectiva auténticamente socialista, progresista, anticapitalista, de izquierdas o como queramos llamarla. Lo importante es que los protagonistas sean los ciudadanos…»

Entonces llegaría el turno de Albert Rivera, que no querría quedarse atrás como uno de los dos motores del recambio generacional. Lo suyo sería que empezase con Kant, pero quizá Albert preferiría recordar las palabras de Adolfo Suárez:

«La vida siempre te da dos opciones: la cómoda y la difícil. Cuando dudes, elige siempre la difícil, porque así siempre estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti. Y después: Quiero confesaros que creo en el modelo neoliberal, por mucho que hayamos tratado de utilizar complementos de izquierdas para vestir una propuesta económica alejada de cualquier espíritu socialdemócrata, pido disculpas por ello, pero creemos que es inútil luchar contra el capitalismo, los mercados y la globalización, dejemos de engañar a la gente con falsas revoluciones que nunca llegan: lo que hay que hacer es coger las cosas buenas del modelo capitalista, que las tiene y a todos nos gustan, y llevárselas al mayor número de personas posibles, no al contrario, como pretenden algunos: yo no creo que haya que quitarle una de sus casas a los ricos para dársela a los pobres, yo lo que quiero es que todos tengamos la posibilidad de vivir dignamente, en muchas casas si queremos, siempre en función de nuestro trabajo y nuestros méritos.

Modelo americano, no lo voy a esconder (confieso mi sueño oculto es ser candidato a la presidencia de EE UU por el Partido Demócrata). Eso sí, no me quiero olvidar de la desigualdad que genera este modelo, aunque la solución no es ni la caridad habitual que propone la derecha clásica ni la redistribución injusta que propone la izquierda. La solución debe aunar los intereses y las necesidades de gobiernos, empresas y ciudadanos en favor de un país del que todos podamos sentirnos orgullosos sin necesidad de caer en anacrónicos patriotismos vacíos de contenido. Porque no somos rivales, somos compatriotas, y acabar con la confrontación continua es una de las mejoras cosas que le puede pasar a la política y la economía españolas. Sigamos el ejemplo de la Transición, su espíritu de consenso, olvidemos las diferencias y los rencores y construyamos juntos un futuro que no está escrito…»

Saldría aquí a escena Andrés Herzog, impelido por la rabia y la incomprensión generadas por el robo de identidad sufrido a manos de Ciudadanos. Puede que citase a Savater:

«Libertad es decidir, pero también darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar. Y entonces: reconozco que nuestro partido ha pecado de personalismo, que no se ha dado suficiente voz a los militantes, y quizás nos hemos dejado llevar por la denuncia judicial como única herramienta de partido, sin ofrecer al mismo tiempo propuestas políticas concretas, ideas diferentes que llevasen a los votantes a romper el bipartidismo que tanto daño ha hecho al país. Nos hemos preocupado más por dejar claro lo que no somos que por aclarar lo que somos. Pero no es menos cierto que gracias a nosotros se ha empezado a destapar toda la corrupción que han ido acumulando los dos grandes partidos a lo largo de los años. Gracias a nuestra presencia, el bipartidismo no es el mismo que hace una década, a pesar de que ahora sean otros quienes pretenden apuntarse el tanto. Y somos nosotros quienes representamos esa filosofía de centro que otros dicen defender mientras sus propuestas cojean del mismo pie que la derecha que ha gobernado los últimos cuatro años a base de castigar a la clase media….»

Momento para Pedro Sánchez, que terminaría por ceder a la insistencia de sus asesores y sobre todo, de su mujer, y se apuntaría a la moda de la honestidad política, sonrisa en ristre, por supuesto. A lo mejor escogería a Serrat para empezar: Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

Para continuar:

«Lo que sí es triste es la hipocresía, por eso quiero ser hoy sincero. Tenemos que volver a ser el gran partido de la izquierda, y para ello tenemos que reconocer que nos parecemos demasiado al PP, que hay un PSOE en la oposición y otro distinto cuando llegamos al gobierno. Le doy la razón a quienes nos critican en este sentido, y les reconozco la pertinencia de su aparición en la escena política, pero también creo que el socialismo que simboliza el auténtico espíritu del PSOE es el único capaz de ofrecer batalla real frente al desmantelamiento del estado de bienestar y de los derechos sociales que tanto sudor y lágrimas costaron.

Es cierto que el bipartidismo se ha acabado, pero eso no significa que los dos grandes partidos no vayan a ser importantes en la nueva etapa. Simplemente tenemos que evolucionar y adaptarnos a los tiempos. Hemos aprendido de los errores, queremos dar voz a todos los militantes y los sectores que siempre han reclamado una vuelta a los principios socialdemócratas, dejando de lado ese PSOE demasiado cercano a los poderes financieros como para frenar sus desmanes. El ejemplo de Felipe González, lamento decirlo, es vergonzoso, no me quiero esconder: no es un ejemplo de socialista. Y no me quiero olvidar de la corrupción: somos también culpables, aunque no en la misma medida que el PP, pero son muchos los casos que ha habido en nuestro partido, y en Andalucía tenemos un problema gordo de corrupción y clientelismo, dejemos de taparlo con votos y nuevas caras…»

El último, podemos suponer, sería el presidente, Mariano Rajoy, que obligado por las circunstancias, se sinceraría en TVE, el último día de campaña. Podría empezar con Ortega y Gasset: «Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión».

Y luego:

«No voy a andarme por las ramas: hemos sido unos corruptos, y nos han pillado. Por tanto, quiero declarar y declaro que no me presento como candidato del PP a las elecciones. No estoy imputado personalmente pero me siento el responsable político de todo lo que ha pasado, incluido el incumplimiento del programa electoral, porque ese incumplimiento, además, iba en contra de nuestros principios. De esta forma, me parece un ejercicio de honestidad política dejar paso a las nuevas generaciones de mi partido y condenar de forma contundente la gravedad de todos los casos de corrupción que han salido a lo largo de la legislatura, en algún caso con protagonistas demasiado importantes en el partido como para tratar de hacer tabla rasa o pretender que sólo eran manzanas podridas en un cesto por lo demás limpio.

Reconocer el problema y asumir responsabilidades es la única forma de terminar con prácticas más propias de la mafia que de un partido político democrático. Por tanto, en virtud de lo dicho hasta aquí, nuestra candidata a las elecciones será la hasta ahora vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría. No quiero dejar de señalar que a los nuevos partidos se les llena la boca con la igualdad entre hombres y mujeres, pero a la hora de la verdad, la única candidata la propone nuestro partido. Una candidata con años de experiencia y gestión, preparada para continuar con las medidas que creemos mejores para que el país continúe creciendo y la crisis quede atrás, no sólo en las grandes cifras, también en el bolsillo de la gente. Nuestra pretensión es que después de cuatro años difíciles, los españoles puedan ver a partir de ahora los resultados de ese esfuerzo. Lo peor ha pasado, lo mejor está por venir…»

Por imaginar, que no quede.

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