Una consigna recorre Brasil. Una consigna que asusta a los poderosos aún más que el fantasma de otro maracanazo en el terreno de juego. «Nâo vai ter Copa«. «No tendréis Mundial». Es el pueblo que protesta contra la corrupción que ha anidado en el Partido de los Trabajadores (PT), en el poder desde 2002. Según los sociólogos, el mismo pueblo que, en parte, han formado las políticas que inició Lula da Silva para sacar a millones de brasileños de la pobreza. Ahora son esos mismos brasileños que pudieron ir a la universidad, formarse y aspirar a mejores trabajos los que repiten: queremos sueldos dignos, queremos sanidad, queremos educación, queremos transportes, queremos servicios. Los quieren de calidad y los quieren ya. El escaparate de un Mundial de fútbol jugado en Brasil es demasiado tentador para no protestar. Por eso, varios centenares de profesores de la red estatal de centros (en huelga desde hace dos semanas) rodearon al autobús de la selección nacional. Pancartas en las que se leía «Necesitamos escuelas y no estadios» acompañaron al grito de guerra de que no se celebrará la Copa del Mundo, para la que quedan 15 días exactos. De momento, son focos aislados los que arden. El tiempo dirá si, en las próximas semanas, según se acerque el momento en el que el balón comience a rodar, las rúas de Sâo Paulo, Río de Janeiro o Belo Horizonte se llenan de brasileños indignados. Los mismos que salieron unidos hace un año a la calle y a los que, al parecer, no han hecho caso sus gobernantes.
Dilma Rousseff, la presidenta que heredó el legado de Lula, se somete en octubre a la reelección. El campeonato futbolístico puede ser un plebiscito a una gestión muy desgastada por el desencanto que arrastra el PT. Lula ha dejado de ser intocable: el encanto de su carisma se va desvaneciendo y tanto su pasado como opositor a la dictadura como su origen humilde ya no sirven de paraguas a sus correligionarios. Más si cabe después de ver el enriquecimiento del propio Lula y de su familia tras su paso por la presidencia, unido al caso Mensalâo, la trama de corrupción más grave que ha afectado al PT en su historia.
La presidenta Rousseff no respira tranquila. De momento, cuatro de cada diez obras relacionadas con la Copa del Mundo no se han podido acabar en su totalidad, incluyendo los estadios. Y, pese al derroche de dinero, ciudades como Sâo Cristovâo, en el extrarradio de Río, cuentan apenas con un hospital para un millón de habitantes. El Estado carioca, lejos de su capital, es una de las zonas más castigadas en un país que muchas veces solo entiende el todo o la nada. Los habitantes de Río todavía se acuerdan de lo mal que lo pasaron sus paisanos de la sierra hace apenas tres años. En enero de 2011, en la zona de Nova Friburgo, Petrópolis y Teresópolis se produjeron unos corrimientos de tierra durante la época de lluvias que dejaron más de mil muertos y desaparecidos. La peor tragedia natural que recuerdan los brasileños. Gran parte de los incontables daños materiales no han sido reparados. Son postales que no saldrán en la retransmisión del Mundial, más centrada en la alegría y los cuerpos esculturales que se verán en las playas de Leblon, Ipanema o Copacabana.
Precisamente, es en Teresópolis donde la selección brasileña ha instalado su cuartel general y donde el autobús verdeamarelo se topó con el piquete de los docentes indignados. Lejos de allí, en el centro de Río, un hombre de rostro preocupado se dedica a ir pegando en las paredes cuadrados de color rojo. Se para, se saca una pegatina del bolsillo y la engancha al muro. Así cada ciertos metros. La inscripción de la pegatina es clara. «Nâo vai ter Copa«. «No tendréis Mundial». Cuando se le pregunta si pertenece a alguna asociación o partido responde señalando el texto que acompaña al eslogan: forma parte de un grupo anarquista. ¿Habrá más protestas? «Ya salimos a manifestarnos la semana pasada, no sé qué haremos en los próximos días…», comenta mientras se marcha. Parco en palabras, desconfiado en el mirar, sigue su camino. Y, cada poco, se detiene a enganchar más pegatinas que lanzan un mensaje tan claro como políticamente incorrecto. De momento, el viernes ya hay convocada una nueva protesta ciudadana en Cinelândia, en pleno corazón de la ciudad del Corcovado.