Después de la oleada de mierda mediática vertida sobre Podemos, después de las cagadas vergonzantes de Podemos y después de las críticas infaustas de la izquierda decimonónica y farisea que acusa a Podemos de venderse al capital, sigo pensando que Pablo Iglesias es el mejor candidato que tenemos en España. El más lúcido y elocuente, el más hábil, el más fuerte, el único capaz de tenerse en pie y contratacar a la derecha todopoderosa. Y sí, el único con posibilidades de implantar una política social y progresista en nuestro país.
He votado a Izquierda Unida toda mi vida, pero siempre fue un voto desesperanzado, de fidelidad a unos ideales más que a unas personas. Hoy, con Alberto Garzón, queremos pensar que el partido es otro, más joven, alegre y humilde. Y ojalá así sea. Pero con todo y con eso, no lo veo suficiente para convencer a la mayoría. Garzón es una novedad, de acuerdo, fresco y humilde como nadie, pero el partido sigue siendo el mismo. Un partido de convencidos, no de ganadores, un partido que abronca a la sociedad consumista y la exige acercarse a su discurso, cuando debería hacer justo lo contrario. De no existir Podemos les votaría sin dudarlo. Pero afortunadamente existe.
Iglesias entendió muy bien el efecto Kirchner y la importancia de acercarse a la gente que no es de izquierdas. Habla de fútbol, de música y de cine yanqui sin que se le caiga la corona de espinas proletaria. Incluso se reivindica patriota en un contexto acostumbrado a despotricar de España. Algunos quisiéramos que fuera más beligerante, que planteara un referéndum pro republicano y que reconociera que su partido es un partido de izquierdas puro y duro. Pero si con ello resta posibilidades y votos, si eso supone que la gente vote a la derecha y que sigan ganando los de siempre, prefiero sacrificar esos detalles y ganar. Lo reconozco: soy un impuro. Ni Podemos ni Pablo Iglesias son aptos para puristas.
Iglesias ha pecado de egocéntrico, de acuerdo, pero sin un poco de egocentrismo es imposible plantar cara a la caverna derechista que controla el país. La izquierda española necesita un poco de poco de ambición, fe y de espectacularidad. Ya tenemos bastantes moralistas virtuales, amargados y perdedores en potencia que critican todo y no hacen nada.
Necesitamos ganadores.