Muy lejos de casa (1992)
Paul Bowles
Ilustraciones de Miquel Barceló
Editorial Seix Barral
Traducción de Rodrigo Rey Rosa
Ya hace, quizás, demasiado tiempo, que estoy muy lejos de casa. Quizás sea el tiempo de volver. El tiempo de la resituación. Lo paradójico de todo esto, es que escribo estas líneas apoltronada en una vieja silla ajada de la casa de mis abuelos, en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme. Quizás ya he vuelto, o quizás no, puesto que ya estoy planeando mi próxima estancia, quedan lejos los viajes. El viaje implica una vuelta, la estancia implica una incertidumbre.
Muy lejos de casa, además de ser el leitmotiv de mi vida errante, es el título de una de mis novelitas preferidas. Paul Bowles. Y África, esa desconocida. El norteamericano retrata el conflicto, el prejuicio, la contradicción, las fronteras entre lo real y lo onírico, uno de los temas que va cobrando fuerza a lo largo de las pausadas páginas que dan forma a una literatura que se deshace en la boca. Se huele el calor y de pronto notas toda tu tez cubierta de polvo. Fluidez y polvo, qué gran imagen, Paul. Un dulce literario engalanado con la delicadeza de las exquisitas ilustraciones de Miquel Barceló.
A menudo considerada la quintaesencia del arte narrativo de Bowles, Muy lejos de casa refleja la confrontación entre dos civilizaciones. Moviéndose entre el mundo intangible, lo místico y una realidad que cae por su propio peso, el escritor norteamericano consigue trasladarnos al delta del Níger, lugar donde ocurre la acción, a esa casa ensombrecida, a esa terraza desde donde Tom, uno de los secundarios, a mi parecer, pinta y busca la inspiración que no encuentra en Nueva York. ¿Es Tom el propio Paul Bowles? Posiblemente.
Quizás porque he pasado mucho tiempo muy lejos de casa, puedo sentir cómo cada palabra de esta obra maestra penetra en mi interior, recordándome quién soy y por qué he escogido esta vida. Precisamente, para enfrentarme a esos prejuicios, matarlos, enterrarlos y superar mis propias contradicciones.