Mujer, no tengas hijos, o tenlos. Haz lo que te dé la gana. A los 21, a los 27, a los 30, a los 35 y a los 40. Tenlos sola, o en pareja, o con una amiga o amigo. O no los tengas. Pero sobre todo, no des explicaciones. Nadie te las debería pedir. No te justifiques, no busques los peros. No los hay. Eres libre. Mira de frente, con la cabeza bien alta y escupe, escupe lo que llevas tiempo callando. No te cuestiones. Eres libre.
Trabaja, por el mismo salario que un hombre, con las mismas condiciones. Patalea, grita e insulta, si te desprecian por tu condición. No temas que te llamen histérica, ¿o es que acaso no estamos todos y todas locas? No permitas que tu jefe se te insinúe, que te invite a una copa, a una cena después de trabajar. Que no te mire, que no te toque, que no te hable, si no es de trabajo. Viste vaqueros, faldas, camisas, con o sin escote, jerséis de cuello vuelto, de lana o de licra. Medias, shorts, americanas, pañuelos anudados, cazadoras, leggins. Siéntete cómoda y sé libre, por favor. Que nadie te diga nunca cómo tienes que vestir.
Camina libre por las calles de tu ciudad, de tu pueblo. Mira al frente y nunca, nunca agaches la cabeza ante un comentario fuera de lugar. Mantén la mirada, rétalo, que no te ahogue ese desconocido animal. Tú eres más fuerte que él. Devuelve el golpe. Pierde el miedo a esa calle oscura, a pasar por delante de manadas de cerdos. Tú eres libre.
Mujer, no le enseñes a tu hija las “cosas de las mujeres”. Que vista lo que ella quiera, que juegue con lo que ella quiera. No le regales cocinitas ni tutús rosas. Que se defina, sin tener en cuenta los roles cancerígenos que nos rodean. No le enseñes sobre los hombres, ni sobre el amor, ni les expliques cuentos de princesas con final feliz. No se lo merece. Edúcala en la igualdad, en el amor al prójimo, en la justicia y en la lucha para un futuro mejor. Llámala Ana, Daniela, Sandra, o Pedro, Luis o Juan si así te lo pide.
Mujer, sé libre. Porque sólo cuando tú lo seas, los seremos todas y todos.