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La propaganda, los medios y demás voces interesadas están poniendo de moda la tendencia de encontrar falsos culpables con el bastardo fin de endosarles responsabilidades que desde luego no son suyas, sino más bien del que acostumbra a lanzar la acusación maliciosa para convertirla en verdad oficial e incuestionable.

Así, Artur Mas ha logrado convencer –incluso a los señalados por su dedo– de que si las CUP no consienten en que sea presidente, conseguirán dinamitar una ocasión histórica para lograr su tan ansiado objetivo común: lo cierto es que el único responsable del fracaso del proceso sería el propio presidente declinante, que es el único obstáculo real que se opone a su consumación al enarbolar su designio como condición irrenunciable. Cómo ese «o yo o el caos» ha logrado convertirse en un «ellos sabrán lo que hacen», Esquerra ha caído en la trampa de alguien que ya no atrae tantos votos como ellos, las CUP se arriesgan a romperse en dos mientras se someten al ridículo de las tablas y tal discurso ha logrado imponerse sobre la más simple lógica es un misterio únicamente achacable a la machacona insistencia del mensaje monolítico.

Igual de absurdo es suponer a Podemos hipotecas con los socios catalanes a la hora de entender como irrenunciable el encontrar una salida al colapso de nuestro modelo territorial. Negar la evidencia del problema, además de suicida para los políticos populares y los barones socialistas, sólo puede contribuir a agravarlo y a crear una tensión que es la que de hecho puede romper España, precisamente la situación que dicen querer evitar sus más acérrimos defensores: hay que recordar que fue el líder conservador británico el que promovió la consulta escocesa y que los grandes valedores del derecho de autodeterminación primero y de un sistema federal después fueron el PSOE y el PSC, los mismos que incomprensiblemente ahora han apartado a los federalistas y parecen enrocarse –atendiendo a sus portavoces– en ese estéril afán de la «indisoluble unidad de la Patria indivisible» que hiede tanto a lo más rancio de las épocas pasadas.

Fotografía: Barcelona Televisió

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