La situación aquí en Grecia es de incertidumbre. Inevitablemente saltó la alarma que los medios de comunicación y algunos sectores han fomentado; provocando una estampida que ha colapsado las entidades bancarias. Ya desde el sábado pasado la gente se ha ido agolpando en los cajeros intentando retirar todo el efectivo posible. No hace falta ser economista para saber las consecuencias que acarrea este tipo de comportamientos fruto del miedo y de la ignorancia (a no ser que tengas 10.000 euros en tu cuenta corriente).
Debido a esta situación el gobierno se ha visto obligado a restringir las transferencias y uno de momento solo va a poder sacar 60 euros al día. Por tanto estamos ante una situación como mínimo delicada. Delicada sí, pero no dramática o pseudo-apocalíptica como uno lee por ahí. Naturalmente es un panorama incierto y habrá que ver como evoluciona la situación. Ya hay quien hace paralelismos con lo que ocurrió en Argentina y ciertamente el tratamiento que se le está dando desde los medios va en esa dirección.
Sin embargo, a priori, los escenarios posibles han sido previstos y la mayoría de la gente apoya las medidas del gobierno y la postura de Tsipras y cia. que están cumpliendo su programa electoral en este sentido. Más allá de cómo se desarrollen los acontecimientos el pueblo griego hace piña y el día 5 votaran el NO mayoritariamente y saldrán a la calle, como han salido ya, a manifestar su apoyo a la rebeldía de un país extenuado por las medidas irreales y abusivas impuestas por el Eurogrupo y el FMI. La sensación por tanto es de no tener nada que perder y mucho que ganar. Grecia necesita elegir, necesita ser soberana de sus éxitos y sus fracasos, dirigir su destino por muy trágico que para algunos resulte y ese es el pulso que se ha llevado a cabo con Bruselas quien se esta desgastando enormemente y se coloca en una posición incómoda que le va a traer muchos quebraderos de cabeza consolidando su crisis institucional.