¿Cómo se empieza un texto que intente ilustrar lo que pasó en Ayotzinapa, México?
¿Cómo enfrentarse a la hoja en blanco teniendo la mente revuelta y el corazón lleno de incredulidad?
¿Cómo ser buen periodista, imparcial ante el agravio, ecuánime al enjuiciar, claro al enunciar?
¿Cómo no ofuscarse por el horror, por el error, por el terror de Estado?
¿Cómo dejar de lado el rojo de la sangre que tiñe cada recuerdo, cada nota, cada espacio de este maltrecho y amado país?
¿Cómo explicar con letras a mis hijas, a mi hijo, a mi mismo lo que pasó?
¿Cómo llegamos aquí?, ¿en que momento la locomotora se descarriló y caminamos como dando tumbos, a empujones unos contra otros, oprobiándonos en total descaro?
¿Cómo pasó?, ¿qué pasó?
¿C ó m o ll e g a m o s a q u í?
¿Cómo es que regresó el PRI, cómo el pan se volvió puta de cantina y de la izquierda es mejor no acordarse?, ¿de verdad es que tenemos el gobierno que nos merecemos, la clase política que este glorioso país de soles como naranjas, mares como lunas y tierra color maíz necesita?
¿Cómo es que hay tantas preguntas rondando la historia reciente de esta nación con tan solo una respuesta: chíngate?
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Los muertos no son 43, ni cien, ni mil.
En este caso, los muertos somos todos.
A los que quitaron el rostro de inocencia, a los que quemaron sus ilusiones, a los que enterraron en vida fue a una sociedad entera.
Los muertos seguimos deambulando por las calles de este dolido país.
Viendo pasar.
Viendo hacer.
Viendo robar.
Viendo impunidad.
Viendo desgobierno.
Nos secuestraron y maniataron para callar gritos de justicia en tiempos de propaganda política.
Así pues, los muertos seguimos aquí, ya que ellos, los normalistas, viven hoy más que nunca.
Ayotzinapa.
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“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, relata el cuento del hondureño Monterroso y así, los mexicanos nos despertamos cada día a leer que El País llama ‘concentraciones estudiantiles’ a la rabia en las calles, Televisa habla de fútbol y edecanes de telenovela, la izquierda mete la cabeza bajo el hoyo, el gobierno desgobierna y el presidente Peña Nieto ya no espera el avión presidencial de 500 millones de dólares: él está ya fuera de órbita, como por las nubes, agazapado y sin saber qué hacer, a quién acudir en busca de ayuda y asesoría ya que esta vez la televisión no lo salvará: esta vez la revolución no será televisada.
Faltan hojas para enumerar los agravios, palabras para describirlos, letras para nombrarlos, adjetivos para no olvidarlos.
Sobran manos para cambiarlos.
Jueves 6 de noviembre, PARO NACIONAL y Día de Acción Global.
¡Ya basta!
Foto de portada: Diego Simón Sánchez