El día elegido para aprobar los sondeos para buscar petróleo en las islas Canarias tiene mucho simbolismo: 29 de mayo, un día antes del día oficial del archipiélago. Es todo un toque de autoridad. Una manera de hacer ver quien manda y lo poco que le importa lo que piense el pueblo canario. Una manera de decir «Aquí estoy yo».
Al ministro Soria –que nació en Gran Canaria– a le dan igual los informes negativos sobre el impacto ambiental tanto en Canarias como en Baleares. Todos hemos leído las consecuencias de las prospecciones petrolíferas en los cetáceos: hemorragias internas, dolor extremo, daño auditivo, entre otras consecuencias no menos sádicas. No sé si tendrán nociones de biología, pero la desaparición de una especie de la zona, sólo una, por insignificante que parezca, puede llevar a desastres ecológicos y ambientales irreparables. En Baleares, por ejemplo, sólo con la desaparición de la posidonia, ese agua tan transparente de las playas, donde sin sumergirte puedes ver la dunas que las corrientes han ido formando en la arena, desaparecerían. Las praderas de posidonia son los pulmones de nuestros mares. Todo esto sin contar los riesgos de fuga de petróleo (si lo encuentran) y las catástrofes ambientales que puedan acarrear.
Tanto Canarias como Baleares, para bien o para mal, viven casi al 100% del turismo. Plantar petrolíferas ahí en medio puede dinamitar el sector en las islas; y no sé de qué cree que vivirá la gente isleña. ¿De las gasolineras? ¿De limpiar chapapote? ¿Apretando tuercas? ¿De comer cetáceos reventados por las ondas que lleguen arrastrados por la corriente? Ya no es que no se tenga miramiento por el medio ambiente, sino tampoco por la gente que vive en las islas y esto sólo hace que acentuar el desapego que los insulares tenemos de por sí hacia la península.
El ministro Soria utiliza su posición para asegurarse una buena jubilación cuando deje el cargo. Lo que se llama «puerta giratoria»: usar tu poder político para beneficiar a empresas privadas que después te nombraran directivo y te pagarán una fortuna, no por el trabajo que vayas a realizar, sino por el trabajo ya realizado. Ya veremos cómo acaba de consejero en Repsol o Cairn. Tres de cada diez ministros lo hacen en nuestro país: se pasan a la empresa privada en cuanto dejan el cargo público.
Es increíble que con el sol, la costa y el viento que hay en España, aún tengamos que hacer lo imposible por buscar petróleo, aunque sea destrozando litorales. Después de que el gobierno PRIVATIZASE EL SOL y prohibiese generar energía para autoconsumo, a no ser que se pague una tasa, se ve claramente quien está detrás de bloquear cualquier ápice de alternativa energética, limpia y renovable: las grandes empresas. Las grandes empresas, que como he explicado antes, utilizan a los grandes cargos públicos para garantizar sus propios intereses. Cargos públicos, repito, que después pasan a formar parte de dichas empresas cobrando una millonada por el trabajo realizado desde las instituciones públicas. Las grandes empresas que, poseyendo el monopolio energético, prefieren el petróleo a otro tipo de energía.
El petróleo es oro líquido. Es dinero fácil. No es renovable. Siempre hay que comprar. Siempre se gasta. Y se está gastando. No es infinito. No es sostenible. Es el motor del mundo. Y nos estamos cargando al mundo. Al extraerlo, al verterlo, al destrozar ecosistemas, al refinarlo y consumirlo: es humo. Provoca guerras. Es destrucción. Es muerte.
Hay que ser conscientes de que cuando decimos NO a las petrolíferas en nuestras tierras, deberíamos decir NO al petróleo en general. Me parece un poco hipócrita llevar pegatinas antipetrolíferas en un coche, por ejemplo. Es evidente que a día de hoy dependemos del petróleo para casi todo, pero se puede cambiar. Hay alternativas, aunque hagan ver que no. Debemos luchar localmente pero pensando globalmente. No quiero petrolíferas en mi tierra ni en tierra de otro, que posiblemente no tenga voz alguna. Hay que educarse en el consumo responsable y sostenible. Sobre todo limpio y renovable. Desde las empresas, hasta los ciudadanos. Y viceversa.