«Es una clasificación hecha por una panda de idiotas, ¿qué os esperabais?» De este modo respondía el legendario Kobe Bryant a un periodista que le preguntaba por su supuesta ausencia de la lista de los 40 mejores jugadores de la NBA que la cadena ESPN elabora al inicio de cada temporada. Una lesión, unida a las 36 primaveras y 18 temporadas que acumula a sus espaldas la estrella angelina llevó a muchos a pronosticar el ocaso de la carrera de Bryant y, por consiguiente, de la franquicia angelina para la temporada 2014-2015.
Quienes no conocen bien a The Black Mamba –como apodan a Bryant– se sumaron a la opinión generalizada sobre las especulaciones referentes a la decadencia del hijo del ex jugador Joe Jellybean Bryant. Muchos fueron también quienes fundamentaron las bajísimas expectativas de los fans de los Lakers en la a priori dudosa condición física de fenomenal escolta nacido en Philadelphia, que bajo el criterio de algunos periodistas estaba literalmente acabado e iba a convertirse en una rémora para su equipo.
Hasta ahora la temporada está siendo decepcionante. Qué facil sería culpar a Bryant de todo lo que está ocurriendo en los Lakers. Kobe tiene un carácter especialmente competitivo. Sí, es cierto. El carácter de Kobe y su nivel de exigencia suele quemar a mucho compañeros. Sí es cierto. Si no, que se lo pregunten a Dwight Howard. Kobe tiende a ser excesivamente individualista en más de una ocasión. Sí, también es cierto. Esas son muchas de las críticas que recibe un jugador cuyo carácter competitivo y habilidades en ambas partes de la cancha –ofensivas y defensivas–recuerdan al gran Michael Jordan. Y, sin embargo, de la exigencia y el carácter enfermizos de Jordan no se hablaba tanto en círculos mediáticos.
No son pocos quienes culpan a Bryant directamente del fracaso actual de los Lakers y del purgatorio que les va a tocar vivir durante las dos próximas temporadas en las cuales el susodicho escolta firmó un contrato por la máxima cantidad para un jugador con más de diez años en la liga. Es decir, 48,5 millones de dólares por dos años. Los detractores del cinco veces campeón de la NBA le acusan de egoísmo debido a que su salario de esta temporada –23,5 millones sobre los 76 que los Lakers consagran a remunerar su plantilla– ha impedido que la franquicia se pueda reforzar con agentes libres de peso el pasado verano. Y eso que sonaron Carmelo Anthony, Chris Bosh o Kevin Love para suplir las marchas de Pau Gasol o la de Dwight Howard en su día, a quienes no se pudo retener.
Dicho lo anterior, toda historia tiene siempre diferentes versiones y, en ocasiones, la menos popular suele ser más convincente, así que pasemos a analizar la otra cara de la moneda.
Nuevos tiempos se avecinaban para los Lakers bajo el liderazgo desde los despachos de los herederos del legendario propietario Jerry Buss. Jim y Jeanie Buss, hijos del fallecido mandamás de los Lakers, quien llevó a la franquicia angelina a levantar diez títulos de la NBA, heredaron la mayoría del accionariado de los Lakers a través del testamento de papá Jerry. Los adinerados y polémicos hermanos Buss, cuyas decisiones están lastrando la brillante trayectoria histórica de la franquicia oro y púrpura, parecen no haber heredado ni la visión ni el carisma de su difunto progenitor.
Entre las muchas decisiones que los retoños Buss han tomado, tres destacan por encima de todas.
De forma incomprensible, debido a la relación turbulenta que existía entre Jim y el mítico Phil Jackson, una vez que el entrenador once veces campeón de la NBA decidió abandonar el barco de los Lakers recomendando como sucesor a su asistente Brian Shaw –que contaba con el apoyo de toda la plantilla– Buss decide contratar a Mike Brown. El elegido resultó ser un entrenador excesivamente rácano y defensivo –un juego poco propio de los pioneros del showtime– que venía de culminar varias campañas destacadas con los Cleveland Cavaliers ejerciendo un estilo amarrategui.
Además, en una muestra de incoherencia absoluta y poco conocimiento de baloncesto, los hermanos Buss –tras la marcha de Mike Brown– se hacen con los servicios de Mike D’Antoni. Buss ficha a D’Antoni debido a su fama de juego espectacular y de posesiones cortas que deslumbró a media NBA durante sus años en Phoenix Suns, cuando Steve Nash llegó a ser MVP de la liga en dos ocasiones. Sin embargo, el bueno de Jim Buss pasó por alto que los equipos entrenados por el entrenador italoamericano destacaban por su pobre actitud y enfoque defensivo. Por otro lado, estaba bien claro que la concepción de baloncesto de D’Antoni tenía una víctima destacada, Pau Gasol, cuyas características de juego le convertían más en un estorbo que en un activo para el equipo, debido a que los bloques del otrora míster de los Suns basaban su ataque en la ventajas sacadas a partir del pick & roll –o bloqueo directo– entre un hombre alto atlético y un base con gran lectura del juego. Así se generaban pases a jugadores exteriores, como lo fueron en Phoenix el propio Nash y el eléctrico ala-pívot Amare Stoudamire. Dicho sea de paso, a Stoudamire aquellos años gloriosos le valieron para firmar uno de los contratos más desproporcionados de los últimos años: cinco años y 100 millones de dólares con los New York Knicks, donde llegó cuando la franquicia neoyorquina fichó a D’Antoni para su banquillo.
Por último, y aunque muchos culpen a Kobe Bryant por ello, Jim Buss cometió uno de sus peores errores al renovar al buque insignia de Los Angeles Lakers por dos años a razón de casi 24 millones por temporada. A pesar de que Kobe y sus agente exigieron dichas cantidades, Buss demostró, con la decisión de acceder a tal petición, que su gestión distaba mucho de la de su legendario padre, que siempre fue un maestro manejando y administrando las pretensiones de sus estrellas. Buss hipotecó el futuro inmediato de los Lakers al aceptar ese contrato.
Ante tal escenario y analizando la plantilla actual angelina cuyos jugadores más destacados son el irregular y endeble base Jeremy Lin, el ala-pívot Carlos Boozer (en el ocaso de su carrera) o el egocéntrico y notorio Nick Swaggy P Young, que destaca más por sus escarceos con cantantes y modelos que por su aportación baloncestística, poco se puede esperar de unos Lakers en los que Kobe Bryant ya ha superado el record de número de tiros fallados en la historia.
¿Quiere decir todo lo citado que el Staples Center no disfrutará este año? No. Afortunadamente Kobe Bryant tiene varios récords históricos a tiro, entre ellos, superar a Michael Jordan como tercer máximo anotador de la historia, un hecho que de por sí deja a entrever que The Black Mamba todavía se reserva noches heroicas para sus más fieles seguidores.
En definitiva, muchos cuestionarán a Kobe y otros lo harán con la familia Buss. Lo que sí está claro es que el escolta angelino, hincha incondicional del AC Milan debido a los años de su infancia pasados en Italia, destaca por su fidelidad a los Lakers. Stephen A. Smith, legendario y brillante periodista de ESPN, además de amigo de Bryant, insiste en que Kobe debería abandonar los Lakers ya que corre el peligro de que las decisiones de la familia Buss supongan una mancha en los últimos años de su carrera, hecho poco probable –con el cual quien escribe está de acuerdo– debido al amor incondicional que Bryant, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, ha mostrado y muestra a la franquicia del showtime.