Durante muchísimo tiempo se pensó que los mayas del Clásico fueron un pueblo pacífico que únicamente se dedicaba a observar fenómenos astronómicos, al arte, a recoger sus cosechas periódicamente sin entablar conflictos habitualmente, sólo en contadas excepciones. Esta visión ha cambiado desde que, en 1946, se descubrieron las pinturas de Bonampak (imagen de la portada) y poco a poco se ha ido desentrañando la compleja escritura jeroglífica (de manos, entre otros, de Alfonso Lacadena).
Ya se puede decir que la guerra jugó un papel fundamental en la sociedad maya y, si nos aventuramos, podemos afirmar casi con toda seguridad que lo jugó desde el Preclásico Tardío (400 a.C. hasta el 200 d.C.). Esto evidencia que los mayas no fueron una excepción dentro de las demás culturas mesoamericanas y se unen así a las demás, como son los teotihuacanos, toltecas y, sobretodo, mexicas. Los pueblos mesoamericanos practicaron la guerra con distintos objetivos, como buscar prisioneros para sacrificar, esclavizar y desarrollar su poder en el ámbito comercial y político (Palacio de Atetelco, Teotihuacán, durante el Clásico). En el Posclásico, contamos con gran cantidad de fuentes que nos permiten comprender el militarismo y la guerra en Mesoamérica. En el caso maya, podemos decir que fue una guerra interna, es decir, una “conflicto armado entre comunidades políticas dentro de la misma unidad cultural” (D. Chase, A. Chase, 2000).
La etnohistoria nos proporciona datos para poder vislumbrar que la sociedad maya estaba estrechamente ligada a la guerra. Estos documentos han de ser cotejados entre sí y, si es posible, analizarlos con las evidencias arqueológicas que poco a poco van emergiendo. Se han registrado ciudades amuralladas en la costa oriental de Yucatán (Tulum y Xcaret) y hay evidencias sobre la difusión de puntas pequeñas para arco y flecha que han sido consideradas como un elemento militarista. Si bien en la era del Posclásico las evidencias parecen claras, el problema está cuando hablamos del Clásico e intentamos deshacer el mito pacifista de esta cultura. Como hemos comentado, el desciframiento de la escritura maya ha servido para poner en evidencia la gran maquinaria guerrera maya. La epigrafía ha dado a conocer glifos que se relacionan con la guerra: captura (chucah), decapitación o batalla (ch’ak), destrucción (huh-i), confrontación (u tok’ pakal) y, la que más evidencia tiene en la epigrafía, derrota (concha-estrella). También tenemos indicios iconográficos en otras esferas del arte, como la piedra o las pinturas murales, así como en la célebre cerámica. Hay gobernantes que aparecen pisando cautivos o agarrándoles del pelo. En el ámbito arquitectónico, a las mencionadas ciudades amuralladas, también se han encontrado edificios que podrían estar estrechamente relacionados con una institución militar y que quizás denoten la existencia de guerreros especializados. Hay extensos debates en cuanto a la naturaleza de la guerra maya durante el período Clásico. Algunos proponen que la guerra fue una actividad dominada por la élite con pocas consecuencias sobre la vida diario o sobre el control del territorio (Freidel y Schele) y otros, como David Webster, uno de los mejores estudiosos en este aspecto, consideran que la aparición de la guerra es un factor primordial en el florecimiento y el colapso de la cultura maya del Clásico.
En esta serie trataremos de estudiar los diferentes elementos que han sido investigados y que profundizan en la importancia que tuvo la guerra y todo lo que la guerra conlleva dentro de la sociedad maya. Veremos en un primer término cómo estaba compuesta la estructura militarista dentro de la sociedad maya y cómo las élites establecían su poder en función a muchos elementos relacionados con el fomento de campañas militares.
En segundo lugar, observaremos la importancia del cautivo, de lo relevante que era para esta sociedad mesoamericana el abastecerse de prisioneros para que su orden jerárquico político y ritual se mantuviese. Estudiaremos la figura del escriba como rehén y de la importancia que tenían los textos a la hora de legitimar a un gobernador y poder continuar teniendo controlado el microcosmos que era su civilización.
Para finalizar, analizaremos el ejemplo de Caracol, estudiado por los Chase, como ejemplo de entidad política que basó su auge y su declive en función de las guerras que mantuvieron con Naranjo y con Tikal. Observando los elementos destacados que han sido rescatados de este yacimiento podremos reconstruir el auge y el declive de esta ciudad durante el Clásico maya.