Quizá su gran contribución médica haya sido identificar las áreas prefrontales relacionadas con el proceso de toma de decisiones en humanos, aunque ostenta otros muchos méritos, como sus aportaciones al procesamiento emotivo de pacientes con deterioro de conciencia mínima o la creación del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y del Instituto de Neurociencias de la Universidad Favaloro. Facundo Manes (Salto, Buenos Aires, 1969) llega a España para presentar su último libro, escrito con la colaboración del humanista Mateo Nilo, Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor (Paidós).
–A grandes rasgos, ¿qué tal uso hacemos del cerebro?
–Hay un mito de que solo usamos el diez por ciento, eso es mentira, usamos lo que podemos, y cuando lo usamos se activan muchas áreas cerebrales e inclusive hoy sabemos que cuando no hacemos nada, cuando estamos medio dormidos, tirados en el sofá, caminando, el cerebro trabaja muchísimo, no para nunca, procesa información de manera automática hasta cuando no hacemos nada, así que usamos todo el cerebro, nos guste o no. Siempre está trabajando.
–¿También es un prejuicio eso de que el cerebro y el corazón son un matrimonio muy mal avenido?
–Uno creció pensando que se enamora con el corazón. Hoy sabemos que el cerebro cumple un rol importante en las pasiones humanas y que es en él donde se generan las pasiones humanas de las que el corazón es la víctima… La ansiedad, la ira, etc., impactan en el corazón, pero todas esas emociones se generan el cerebro. La relación está siendo objeto de muchos estudios, de hecho, hay una nueva área de la Medicina que se llama corazón-cerebro.
–Es decir, que el cerebro, después de todo, es mucho más poético de lo que pensamos…
–Exacto.
–¿Quién saca más rédito de él, quién lo usa mejor, ellos o ellas?
–Muy buena… Hay muchísima investigación sobre el tema, sobre las diferencias y similitudes entre el cerebro masculino y el femenino; se sabe que desde el útero hay diferencias en el baño hormonal. Las mujeres potencialmente están preparadas o tienen la experiencia de ser madres, y si con cualquier experiencia el cerebro cambia, guste o no, porque se modifican las conexiones cerebrales, imagínate con esta experiencia, incluso aunque hablemos sólo de la potencial experiencia, restringida a la mujer. Eso influye. En cambio, no hay tanta diferencia a nivel anatómico: un patólogo no diferenciaría, en una mesa de diez cerebros, cuál es de un varón y cuál es el de la mujer. Las mujeres procesan de forma diferente a los varones los procesos empatía, las emociones… Hoy sabemos que el éxito de los grupos, en parte, está influido por la presencia de mujeres, y se cree que es porque las mujeres procesan las emociones en forma diferente.
–Habla en el ensayo de lo importante que es dar instrucciones correctas al cerebro para ser felices. ¿Cuál es el principal obstáculo para la felicidad?
–El miedo, las preocupaciones, los pensamientos tóxicos… El cerebro crea la realidad; si yo ahora pienso que a vos no te está gustando esta entrevista me voy a sentir mal, si pienso lo contrario, me sentiré bien, y ello a pesar de que no sé qué estás pensando vos y quizás nunca lo sabré. Mucha gente tiene tendencia a ser resiliente, a enfrentar un problema, superarlo y fortalecerse con él. En cambio, otra gente es propensa al pensamiento tóxico y las preocupaciones.
–¿Todo es subjetivo?
–Sí, claramente. Escribí este libro con la colaboración de Mateo Nilo, licenciado en Letras, porque soy científico, y la ciencia no se permite la ambigüedad, la subjetividad con la que sí se maneja la literatura. El arte ha de ser inclusivo, y en mi trabajo es importante tender puentes con otras disciplinas porque la ciencia no puede medir la subjetividad de algunos de los asuntos que requiere hablar del cerebro.
–Otra tarea que asume el cerebro, crucial para nuestro bienestar, es saber olvidar y recordar.
–El cerebro tiene el olvido como función muy importante. Borges describió maravillosamente la importancia del olvido en un cuento, Funes, el Memorioso, que cuenta la tragedia de un peón de campo en Buenos Aires, en la provincia de Entrerríos. Funes recordaba todo, y tenía que vivir mañana para recordar las 24 horas de hoy; no podía asociar nada nuevo, no podía aprender nada nuevo. De ahí la importancia del olvido, normal, necesario. Si yo te pregunto a vos, contame la escuela secundaria –que son alrededor de cinco años de tu vida–, en media hora, quizás cuarenta minutos, me la habrás sintetizado. Solo recordamos lo que nos emociona, sólo eso. Si te pregunto dónde estabas tú cuando cayeron las Torres Gemelas, te acordarás; si te pregunto dónde estabas la tarde previa, seguramente no, salvo que fuera emocionalmente una fecha importante. El olvido es parte clave del funcionamiento cerebral, por suerte.
–¿Qué relación existe entre la enfermedad mental y la creatividad?
–Es cierto que existe, mucho de lo que sabemos sobre los procesos creativos humanos lo sabemos gracias a personas con problemas psiquiátricos o neurológicos, lo cual no quiere decir que para ser creativo haya que tener una enfermedad mental o una lesión cerebral, en absoluto. Hay una enfermedad, la demencia frontal, que se manifiesta entre los 60 y los 80 años, que atrofia del lóbulo frontal (la zona que nos hace humanos, que permite la planificación, inhibir los impulsos, que facilita la toma de decisiones) y que provoca un afloramiento del proceso creativo. También hay un mayor proceso creativo en el trastorno bipolar. La ciencia no tiene mucha idea de cómo el cerebro genera la creatividad, pero sí sobre las condiciones cuando se genera. Por eso aprendimos lo importante que es para la creatividad un periodo de incubación, de obsesión. Pensar obsesivamente en un tema y luego relajarse. La inspiración es para amateurs, uno tiene que pensar un problema intensamente para que después aflore –cuando estemos más tranquilos o relajados– la creatividad.
–Nadie está libre de equivocarse pero, cuando uno opta por la peor de las opciones posibles a conciencia y por lealtad al ‘corazón’, ¿se es menos inteligente o más libre?
–Guau, qué pregunta… Lo que diría es que el tema de la libertad y la elección es un debate muy actual porque la neurociencia está estudiando procesos filosóficos como el libre albedrío; hoy sabemos que los seres humanos a veces decidimos racionalmente, pero la mayoría de las veces decidimos en forma no consciente, de manera automática, y decidimos en función de emociones y experiencias previas y en un contexto que cambia. Por ahora esa pregunta es muy interesante, pero no tiene una respuesta clara. Aún.
–¿El sentido común es tan común como parece?
–El sentido común es necesario, es clave para la supervivencia y, en ocasiones, es común, aunque no tanto como debiera ser.
–En las situaciones límites, ¿el cerebro se bloquea, se atasca, o por el contrario se expande y agiliza?
–Según la personalidad, hay personas que se encaran ante un problema, se enfrentan a él, lo superan e inclusive salen fortalecidas del mismo, y hay personas a las que los problemas los achican, los deprimen. Uno tienen dotes naturales para determinado deporte, o cierto talento natural para a aprender idiomas; del mismo modo, también tienen cualidades naturales para la resiliencia o no, depende de las personalidad.
–Usted analiza lo que llama el “cerebro” social, íntimamente relacionado con los procesos morales individuales. ¿Esta crisis tiene algo que ver con un mal funcionamiento de ese cerebro social?
–Sí, claramente, somos humanos por nuestro cerebro social. El cerebro humano hay que entenderlo como un producto de miles y miles de años: en un momento aparecimos los humanos; y en un momento fuimos bípedos; y en otro momento tuvimos memoria (no siempre tuvimos memoria episódica, la del dónde y cuándo); en otro momento apareció el lenguaje; en otro, la convivencia en grupos sociales… Para muchos, esta convivencia en grupo es la clave de por qué nos diferenciamos como especie. Si uno me pregunta, decime en dos palabras cómo funciona el órgano más complejo del universo, yo respondería: “El cerebro es un órgano social”. El ser social nos hace humanos, y los problemas de nuestra especie tienen que ver con nuestro grado de funcionamiento social, sin duda.
–¿Qué es lo que le resulta más fascinante del cerebro?
–Que somos seres emocionales, que nuestras emociones nos hacen humanos; tengamos memoria o no, tomamos decisiones facilitadas por las emociones, por eso es ridículo comparar una computadora con un cerebro. Lo más fascinante del cerebro es su capacidad de empatía, de cooperación, y de adaptación al contexto.
–Cambio –o no– radicalmente de asunto, pero la pregunta, siendo usted argentino, es obligada. ¿Cómo ha asumido su cerebro la noticia de la muerte del fiscal Nisman?
–Con mucho dolor. Los argentinos estamos muy preocupados por la situación actual, necesitamos un país en paz, gregario, que se adapte al progreso y el conocimiento. Argentina fue el foro intelectual de América Latina y todavía tenemos una clase media intelectual muy importante. Entre todos tenemos que conseguir esa Argentina que soñamos; en vez de discutir permanentemente el pasado, deberíamos obsesionarnos con el futuro, con el futuro que nos merecemos.
Fotografías: Pablo Sierra