Eme Alfonso (La Habana, 1986) tiene recorrido un largo camino artístico en Cuba a pesar de contar solamente con 28 años. Desde hace un año y medio, esta caribeña intenta resonar en los festivales de jazz de Europa. Asentada en Madrid, concretamente en un Lavapiés que le trae aromas de La Habana vieja pese a estar huérfano de mar, Eme se ha convertido en una habitual del circuito musical de la ciudad. En su último ciclo de conciertos en el Populart llenó tres noches seguidas el mítico local de la Calle Huertas acompañada por Iván Melón Lewis al piano. «Aunque sé que los promotores de conciertos no lo tienen fácil por los impuestos y las tasas que tienen que pagar, Madrid sigue teniendo un panorama envidiable. La oferta es muy variada y la comunidad cubana que vive en la ciudad está rescatando los orígenes de nuestra música rescatando las olvidadas canciones de los 50», explica Eme, autora de dos discos (Señales, 2008, y Eme, 2012) en los que ha compuesto la mayor parte de las músicas y alguna letra, textos que cabalgan sobre armonías de soul, R&B, jazz o son cubano. Sentada en un sofá de La Marabunta –un rincón de paz para protegerse de la lluvia que salpica las cuestas de Lavapiés–, Eme Alfonso abre el cajón de la memoria y empieza a repasar una carrera que ya le ha emparejado en el escenario con referentes de la talla de Chucho Valdés o Fito Páez y que comenzó a la precoz edad de siete años de la mano de un mito viviente para muchos habitantes de Cuba.

–Hemos leído que tenías siete años cuando participaste en un disco de Silvio Rodríguez. ¿Eras consciente de lo que estabas haciendo en ese momento o para ti era solamente un juego?

–No era consciente de la propuesta. Mi madre me preguntó si quería cantar y yo le dije que no porque no conocía a Silvio Rodríguez. Luego me puso las canciones de él en casa y me las fui aprendiendo poco a poco. Me gustó mucho su música. Silvio decía que yo tenía una voz muy suave y quería que colaborase en una canción que se llama El Escaramujo, una obra muy conocida de él. Recuerdo meterme muy pequeñita en el estudio para grabar esa canción y salir después muy contenta. Años después descubrí una nota suya agradeciéndome el gesto de haber grabado una canción con él siendo tan joven.

–¿Cómo era el ambiente que se vivía en tu casa durante aquellos años?

–Vengo de una familia de músicos. Mis padres son fundadores del grupo Síntesis, que lleva casi 40 años en activo. Mi hermano [el ganador de un Goya, Equis Alfonso] también es cantante. Siempre he vivido rodeada de ese ambiente musical. Desayunamos música, discutimos música… Es la única forma de vida que conozco. Por eso creo que estaba predestinada a ser músico. Cuando era pequeña, a veces me saltaba algunas clases porque me iba a los ensayos con ellos. Iba a los conciertos y me quedaba dormida allí, en medio de los decibelios. Creo que poco a poco me fui adentrando en un mundo muy bonito.

–¿Viajabas con Síntesis en sus giras?

–A veces, cuando no me coincidía con el cole. Sobre todo viajaba a las provincias de Cuba. Me la pasaba genial, para mí eran vacaciones, viajando con un montón de gente. Los músicos del grupo de mis padres también me cuidaban. Así me fui entrenando sin saberlo.

–Con esa vida, al tener diez o doce años quizás eras más adulta que una niña que nunca se hubiese movido de La Habana.

–Puede ser. Conozco a la mayoría de los músicos más renombrados de Cuba a través de la relación que tienen con mis padres. Fui a muchos conciertos antes de tener autorización para ello. Me metían en teatros o clubes musicales porque mis padres no tenían a nadie que me cuidase. Puede que tuviera ciertas inquietudes que a un niño que no se le suelen despertar a esa edad escasa. Componer, por ejemplo. En la escuela estudié piano y tenía más interés por componer mis propias cosas que por aprender lo que me enseñaban. Estudié música clásica desde los siete años.

–¿A qué edad compusiste tu primer tema?

–Había unos concursos de creaciones en la escuela y yo siempre me apuntaba. Me encantaban. Con ocho o nueve años ya hice alguna cosilla y la presenté frente a la escuela. Hacer mi propia música era una de las cosas que más me gustaban.

–¿Has visto el documental de Old Man Bebo?

–No lo he visto.

–Hay un momento en el que la madre de Chucho Valdés dice que el niño estaba tan acostumbrado a escuchar a su padre tocando el piano que a los nueve o diez meses de vida, mientras le cantaba una canción que acababa con un «cun-cun», el niño pronunció sus primeras palabras. Dijo «cun-cun» y acabó él mismo la canción.

–Eso pasa mucho si desde pequeñita estás rodeada de músicos. No sabes que estás expuesta, pero se te empiezan a colar cosas en la mente inconscientemente. A mi hermano le encanta el rock y las mañanas de los sábados eran con Led Zeppelin a todo lo que daba, con los Beatles y con otro montón de bandas de las que no me sabía su nombre pero conocía las canciones. Aunque sabía lo que quería a una edad temprana ha sido una ventaja esa influencia musical de la familia, de la que ha sido difícil despegarme. Creo que se nota en lo que hago.

–Silvio Rodríguez dijo una vez que Síntesis es el grupo por antonomasia para entender el rock cubano, un estilo de música que en tu país parece quedar en un segundo plano.

–La música afro en Cuba estuvo muy marginada. Se usaba para la santería en el ámbito de una religión que estaba muy oculta, la yoruba. No era secreta, pero tampoco se profesaba públicamente, exactamente igual que lo que pasa con otras religiones. Con el sistema [político] que tenemos la religión siempre ha tenido su stop en la población. Hace algunas décadas, la gente joven no conocía la cultura yoruba (las raíces de los más desfavorecidos, los antiguos esclavos). Síntesis tomó esos rezos y canciones tradicionales afrocubanas para mezclarlos con rock. En Cuba, el rock en inglés estaba aparentemente prohibido en aquella época.

–¿En qué año fundan tus padres el grupo?

–En el 74. En esa época cantar en inglés en Cuba era un poco complicado, así que unieron los rezos afrocubanos, en lengua yoruba, con el rock and roll. Los jóvenes que les escuchaban tenían las dos cosas: el ritmo rockero y el conocimiento de los rezos. Así, muchas personas se beneficiaron de conocer lo que era realmente la cultura yoruba. Culturalmente yo no soy religiosa, pero lo yoruba me parece fascinante a nivel rítmico, melódico y como danza. Síntesis ha dejado una huella de la música precisamente por eso: ha acercado a varias generaciones a dos culturas que estaban completamente opacadas.

–Así que la música de los esclavos negros fue la excusa para colarle el rock and roll a la Revolución cubana.

–Exactamente. No había excusa para prohibir. La música es música y no tiene idioma. Por eso muchos jóvenes hicieron suya la música de Síntesis.

–Tu padre, Carlos Alfonso, dice que el rock es africano.

–[Ríe] Si le damos la vuelta y vemos de dónde viene casi toda la música de América nos damos cuenta de que procede de África. La mezcla de la música tradicional africana con la clásica europea ha dado casi todos los géneros que tenemos hoy en día en América. Si buscamos raíces, el rock and roll viene de África también.

–¿Te sientes más africana o más mestiza?

–Soy mestiza. Si me pongo a sacar un poco los orígenes de mi familia veo que tengo bisabuelos españoles, chinos, africanos… Realmente siento toda la música mía, no tengo preferencia por nada.

–¿De lo que has escuchado en el último año, qué ha sido lo que más te ha sorprendido?

–Llevo algo más de un año en España y aquí he descubierto el flamenco. A Cuba no llega el flamenco puro. Tenemos mucha información de España, pero lo puro solo se ve aquí. He visto en el último año a muchos músicos importantes de ese género y he descubierto cosas muy curiosas rítmica y armónicamente… Me parece fascinante y bastante complicado. Es un reto adentrarme en la música flamenca y ver qué puedo hacer para integrarlo en mi música. Sería algo que me encantaría.

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–¿A qué músicos o cantaores flamencos escuchas? ¿Tienes discos por casa de ese estilo?

–En mi casa conocíamos a Camarón y a Paco de Lucía. Supongo que porque fueron los más renombrados. Aquí he conocido a otros músicos muy buenos. Fui a un concierto de La Negra, que me encantó. Conocí a Paquete, el guitarrista. He visto a Jorge Pardo en vivo. También hay otros menos conocidos pero no menos interesantes.

–Diego, El Cigala, después de grabar Lágrimas negras con Bebo Valdés dijo que los gitanos venían a ser como los afrocubanos de España. Señalaba coincidencias en la manera de vivir y sobre todo en el papel que ocupa la música en sus vidas. ¿Has conocido a gitanos en Madrid?

–Es curioso que lo mencionéis. Casi todos los conciertos de flamenco a los que he ido terminan haciendo como una especie de latin jazz más tirado a la rumba cubana que otra cosa. Me sorprende mucho que los músicos de flamenco tengan tanto interés por la música cubana. Al final, le das una vuelta y más o menos la música es muy parecida. Las subdivisiones, los contratiempos… Tenemos mucho en común. Ellos cuentan con la transmisión oral de su cultura, que no es un fenómeno muy estudiado, no lo aprenden en la escuela, lo adquieren de sus abuelos y de sus padres. Se enseña en casa. En Cuba, con la rumba pasa un poco eso. Los niños ya están bailando desde chiquititos y desde muy pequeños saben tocar las tumbadoras. Eso nos acerca. He conocido a varios músicos gitanos. En Barcelona estuve tocando con Juanchín Osaba, un guitarrista muy bueno, y con Alberto Pérez. Aunque ya he hecho algunas colaboraciones, tengo en mente seguir indagando en el flamenco.

–Después de ese disco que firmaron a pachas Bebo y El Cigala la música cubana experimentó un auge en España. ¿Cuál es la influencia de la música española en Cuba?

–En Cuba se conoce mucho la música española, pero creo que al flamenco no tanto. Hay algunas agrupaciones que hacen una especie de flamenco fusión. No es algo puro, está mezclado con nuestras raíces. Deben ser dos o tres compañías las que practican ese género y, por cierto, están muy bien subvencionadas por el Estado cubano, que busca preservar la cultura que heredamos de España. El flamenco no está tan presente en la música cubana como la música cubana en el flamenco. Sería muy bonito tender puentes para que en Cuba se viera lo que es realmente el flamenco. Allí se le trata como una música más clásica, más cercana a la copla. El flamenco más improvisado y puro no se conoce tanto en la isla y es, en cambio, el que a mí más me gusta.

–¿Hasta qué punto está relacionada la manera de tocar de los cubanos con la cantidad de horas que pasan en la calle? 

–Nuestra música está muy vinculada a la forma en que somos. Es difícil que te encuentres a un cubano que no sea rítmico. El día a día en Cuba se basa en vivir al momento. No sabes lo que va a pasar dentro de un año así que celebras el día como puedes: música, ritmo, ron y mañana ya veremos qué pasa. Yo creo que Cuba se ha caracterizado mucho por inventar para sobrevivir a situaciones complicadas. Un cubano siempre está inventando algo. En la música eso pasa un poco y de ahí nace esa inquietud por buscar algo novedoso constantemente. Además, los cubanos estudian mucho y eso es fantástico.

–La música cubana tiene un carácter muy socarrón.

–Mucho y a veces creo que se pasa. Hay cubanos que van un poco de listos, yo creo que sí [sonríe].

–¿Quién representa ese papel en tu familia?

–¿El papel de ir de listo? Creo que mi hermano [ríe]. Yo he sido un poco más estudiosa, cursé estudios de dirección coral, he estado más metida en la música clásica, profundizando en la armonía. Mi hermano es mucho más empírico, va por libre. Es más rockero que yo. Ahí tenemos nuestras confrontaciones musicales: él tiene un punto de vista más espontáneo y yo soy más académica.

–Por esa fama de ser alegres y practicar tanto la improvisación, ¿crees que en el extranjero tenemos un poco estereotipados a los cubanos? A nivel científico y deportivo, y también en el ámbito musical, ha habido paisanos tuyos que han llegado lejos a base de ser muy dogmáticos y constantes en su trabajo.

–Los cubanos hemos tenido mucha suerte porque se han unido dos cosas que nos han forjado un carácter especial. Rusia estuvo en Cuba durante casi dos décadas y nos influyó. La parte técnica está muy bien desarrollada gracias a los profesores rusos que tuvimos en la isla. Muchos cubanos salían a estudiar a la Unión Soviética. En Cuba no existía ninguna universidad centrada en las artes y esa formación la hacías en Rusia. Por eso, nuestras escuelas de ballet, teatro o música son de las mejores del mundo.

–La mejor escuela de guión cinematográfico está en La Habana.

–San Antonio de los Baños es una gran escuela de cine. Ese factor ruso se unió a la espontaneidad natural del cubano, un pueblo muy liberal y abierto. Esa mezcla ha dado excelentes músicos a lo largo de la historia. Excelentes; tienen un toque especial. No creo que a la música cubana se le dé más nombre del que realmente tiene. Los cubanos tienen un talento grandísimo, muy condicionado por la situación que Cuba ha tenido durante los últimos 60 años, un caso único en el mundo.

–¿Cómo trabaja un músico en Cuba con esa situación política?

–Creo que Cuba es más liberal de lo que la gente cree. La cultura está muy bien subvencionada. Realmente, hay muchísimo apoyo a los artistas y se les respeta por esa condición. Nadie te pregunta en Cuba: «¿Además de la música qué haces para ganarte la vida?» Eso me lo han preguntado en otros lugares del mundo pero nunca en mi país. De todas maneras, sí hay censura. Casi toda mi generación –y también la de mi hermano, aquellos que nacieron en los 70– está fuera de la isla. Llega un momento en que a nivel de letras hay cosas que no puedes contar porque al Gobierno no le interesa que tú hables de esas historias en tus canciones. No estoy muy involucrada políticamente y mis canciones no tienen ese mensaje, pero tengo muchos amigos que han sufrido esa censura. O no se les programa o no se les da las ayudas necesarias porque están en contra del sistema.

–Como vivero de talentos vendría a ser un escaparate ideal, pero tiene un tope. 

–Si quieres ser alguien internacionalmente, tienes que salir. Y si quieres contar la historia de Cuba con tus palabras no lo puedes hacer desde allí. Si lo haces, hay consecuencias.

–¿Cuál es la barbaridad más grande que te han dicho sobre Cuba en el tiempo que llevas en Madrid?

–Me han dicho de todo [ríe]. Hay mucho desconocimiento de la realidad cubana. Cuba ha tenido muy mala promoción a nivel político y eso no ayuda. Hay gente a la que le gustan los estereotipos, buscar una sola palabra para encerrar lo que es Cuba. Es muy complicado describir la isla, hasta que no la ves con tus propios ojos no la entiendes. Es un país que te puede gustar mucho o nada. Todo depende de tu forma de pensar y de lo que quieras en la vida. Aquí en España me he encontrado con gente que sabe mucho de Cuba y con personas que no tienen ni idea, que piensa que mi país es solo sol, palmeras y carros [coches] antiguos, que la gente va con maracas por la calle. Eso me entristece porque tenemos un nivel cultural muy alto en todos los sentidos.

–Es un país que, pese a la censura, ensalza las humanidades. Forman parte de su patrimonio nacional. 

–Por supuesto. Sin embargo, en Cuba hay un cierto temor a la música anterior a los años 60. Desde el movimiento de músicos cubanos de Madrid estamos rescatando esas canciones porque el auge de los años 50 se apagó. Esa es una de las épocas más importantes de la música cubana, se le llama la época dorada. Se mezcló mucho el jazz de Nueva York y Nueva Orleans con el son. Las pequeñas introducciones de Duke Ellington en su orquesta, con Chano Pozo… Ahí es donde empieza el interés mutuo entre La Habana y Estados Unidos. En Madrid hay muchísimo rescate de esa música de los años 50 con proyectos como la big band de homenaje a Benny Moré. El proyecto de Peruchín, que cuenta con Luis Guerra, la misma música del pianista Iván Melón Lewis, que toma puntos de referencia del jazz de los años 50, los boleros de Alain Pérez, etcétera. Es una evolución que retoma nuestras raíces.

–Volvemos a lo de antes: se ha tenido que hacer desde fuera de Cuba.

–Creo que ha sido así porque a Cuba no le interesa ahora mismo mostrar esa parte de su historia cuando, sin embargo, nuestra cultura se está alimentando de Buena Vista Social Club, que es música tradicional cubana de toda la vida, casi de los años 20. Esa época de los 50 es un espejo de lo que fue Cuba. La isla era la llave de Latinoamérica. Había mucho movimiento cultural, pero también era la cuna de la mafia de Nueva York y en La Habana se lavaba mucho dinero, había mucha prostitución, clubes y juego. Al Gobierno no le interesa mostrar lo que ocurría en ese tiempo porque lo considera algo feo. Para ellos es una cara oscura.

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–Había un contraste muy evidente entre el lujo que se derrochaba en clubes nocturnos como el Tropicana y las condiciones con las que subsistían los guajiros. 

–Eso es cierto, pero la música no es mala. Lo que se creó en los 50 fue un clímax que influyó en la música cubana posterior tanto rítmica como armónicamente. Los conciertos que hemos dado recientemente en el Populart buscan revivir esas canciones para devolverlas a la escena. Fueron grandes éxitos. ¡Frank Sinatra cantó muchas de esas canciones en español! Nat King Cole hizo un esfuerzo para retomar esos boleros y musicales para big band y los hizo súper famosos. El disco que salió de allí fue espectacular y tuvo un gran éxito en su momento.

–En Old Man Bebo se explica que Cole no era capaz de pronunciar «cachito» correctamente.

–He visto unas tomas en las que está aprendiendo a pronunciar en español y me río muchísimo. No le estoy quitando ningún mérito, ¿eh? Es más, creo que Cole consiguió lo que quería, que no era otra cosa que lograr que los músicos estadounidenses abrazasen elementos de la música cubana. Para nosotros ese interés debe ser muy importante.

–¿Has estado alguna vez en Nueva York o Nueva Orleans?

–Fui el mes pasado a Nueva Orleans y estuve en la Universidad de Tulane, donde existe una cátedra de yoruba. Participé en un encuentro donde se debatió sobre los puntos en común y las diferencias entre la cultura negra de Nueva Orleans y la de Cuba.

–¿Nueva Orleans y La Habana es un poco «tan lejos y tan cerca»?

–WWOZ, la radio pública de Nueva Orleans, programa mucha música cubana. Incluso tienen un día dedicado a los estándares latinos. Ellos dicen que todos provienen de Cuba, aunque eso no es cierto. En la isla sí que se conoce mucho la música de Nueva Orleans, sobre todo el jazz tradicional.

–Volviendo a los tiempos del Tropicana, los discos de Bebo Valdés quedaron en el ostracismo cuando él se exilió a Europa y se estableció en Estocolmo. Prácticamente el mundo olvidó a aquel pianista, empezando por Cuba.

–En Cuba se han escuchado muchos tipos de música que ellos no querían que tú escucharas. Lo que ocurre de puertas para dentro es problema tuyo. Con Celia Cruz pasó lo mismo.

–¿Y con Milanés?

–No, a Pablo Milanés se le ha escuchado mucho. A pesar de que él ha hecho algunas declaraciones contrarias a la Revolución siempre ha estado presente.

–¿Cachao?

–A Cachao se le ha escuchado un poco menos, aunque hace algunos años volvieron a darle protagonismo a raíz de que quitaran las restricciones para pinchar música en la radio. Se han retomado cosas importantes para nosotros. Sin embargo, en las peores épocas de prohibición mis padres ponían cualquier disco en casa. Gracias a la valentía que mostraron nosotros no perdimos el contacto con muchos músicos que emigraron, sobre todo a Miami. Es que además estamos hablando de muy buenos músicos.

–¿Qué representa ahora mismo Chucho Valdés para tus compatriotas músicos?

Chucho es el clímax viviente del jazz latino en Cuba. Nos ha dado muchísimo prestigio a los que practicamos este estilo. En Cuba se le quiere mucho por muchos músicos muy distintos. Él fundó su propio festival de jazz en la isla y allí creo que se le rinde un buen homenaje.

–Has actuado en ese festival y también con el propio Chucho.

–He compartido escenario con Chucho a través de Síntesis. Hay un disco del grupo que se llama Habana a flor de piel que estuvo nominado al Grammy Latino y en el que él hizo una colaboración en un chachachá tocado a la forma de Chucho. He tenido la oportunidad de grabar con él y conozco mucho a sus hijos porque estudiamos juntos.

–¿Qué supuso independizarte de tu familia a nivel profesional?

–Al principio fue complicado. Salirme de Síntesis significaba arriesgarme a mucho. Aunque uno no quiera siempre te comparan con tus padres o con tu hermano. Es un reto: mi música automáticamente debe tener buena calidad. Solamente porque vienes de ellos se supone que has tenido que aprovechar el tiempo que has estado en esa banda. Al principio fue complicado, pero luego estás más segura de lo que haces y de que te gusta realmente la música que creas. Estudias y profundizas en otros campos. Ahora soy consciente de que al principio renegué de la música que había hecho en Síntesis porque a mí me gusta el jazz y ellos vienen del rock and roll. Estando en Madrid he retomado muchas de las cosas que aprendí de Síntesis. Los rezos que canté en el Populart los aprendí con ellos, también utilizo alguna cosa de funk y, ciertos ritmos muy de mis padres… Uno siempre regresa a su casa.

–Tu primer disco lo editas en 2008. Tenías 22 años. ¿Pesaba el apellido Alfonso?

–En los inicios, sí. A raíz de ese primer disco me juzgaban porque no tenía nada que ver con Síntesis, pero también despertaba el interés porque veían una música cubana con otras expectativas viniendo de esa familia. Síntesis hizo mucho rock sinfónico al principio de su carrera, un estilo que me llamaba mucho la atención por la experimentación con la música alternativa y los sonidos electrónicos. Diría que mi primer trabajo fue uno de los pocos y primeros discos en Cuba grabados en inglés. El disco tiene un 50% de las canciones en inglés y eso no había pasado nunca allí. Que una discográfica cubana te dejara cantar la mitad del disco en inglés es muy raro. Por eso me pusieron muchas pegas en la televisión y en los programas de radio, pero me lancé y desperté el interés en un cierto sector de los espectadores de la música.

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–Después colaboraste con la UNESCO.

–Hice un proyecto muy interesante, Para mestizar; una canción que hice con Pedro Luis Ferrer, un cantautor, que habla sobre el mestizaje cubano. Nos recorrimos toda la isla en busca de las raíces de Cuba. Judíos, chinos, africanos, alemanes… Fue increíble. Empezamos a indagar y encontramos cosas impresionantes. Hay en la isla comunidades de mayas que en la actualidad viven en poblados cerrados y conservan sus apellidos originales. Puedes ver a abuelitos de 100 años que todavía hablan maya. Estuvimos haciendo la colaboración con la UNESCO y con varias embajadas que nos dieron el apoyo para poder hacer el proyecto. Salió un videoclip de cuatro minutos que recorre toda la isla. Nos tomó dos años pero el resultado fue precioso. Trabajamos a cinco bandas: un antropólogo; el director del videoclip, un realizador joven pero muy bueno; yo, como músico; la UNESCO, y COSUDE, un organismo de cooperación suizo.

–La música cubana debe ser una de las artes más estudiadas audiovisualmente en las últimas décadas. Tanto en ficción como en documentales hay muchísimo material. En España tenemos a Fernando Trueba como máximo exponente. También a Benito Zambrano, que rodó Habana Blues, película en la que tu hermano compuso parte de la banda sonora y recibió un Goya por su trabajo.

–Nuestra historia es bonita porque todo lo que ha pasado en Cuba es un accidente geográfico con esa mezcla de todas las culturas que emigraron y se concentraron en una isla. Una cosa que siempre me pareció graciosa fue que la conga cubana comenzase con una corneta. Siempre el llamado de la conga se hace con una corneta que es… china. ¡Viene de la cultura china! No hay conga que no se empiece con eso. Así hay pequeñitos elementos multiculturales en la música cubana. No es así porque sea negra o venga de África, es un conglomerado de un montón de cosas. Por eso atrae tanto.

–¿Los intérpretes debéis explicarle esas anécdotas al gran público?

–Nuestra labor es incorporar esas pequeñas cosas a la música que componemos después de estudiar las raíces de nuestra música. Hay que lograr mezclarlo siempre con géneros más actuales. Es lo que yo hago. Me gusta mucho el soul y los estilos más contemporáneos. En ellos intento ubicar mis raíces en esos géneros. Me siento complacida porque estoy innovando –la mezcla siempre es innovación, a nadie le queda una mezcla igual– y no practico ningún género puro, tomo elementos de todos lados. Creo que así la música siempre quedará mucho más rica.

–¿Qué te parecían los temas de Amy Winehouse?

Amy hizo un poco eso que comentaba: retomó el soul de los 60 con la sonoridad del soul y del hip-hop actuales. El resultado fue fascinante. Vamos a tener que hacer eso con tanta información que tenemos: hay que retomar elementos de la tradición a la vez que se respetan los patrones contemporáneos del mercado. Tampoco podemos violarlos, a la gente le llega la música de una manera concreta. Hay maneras establecidas para vender la música, pero incorporando elementos de originalidad creo que tenemos mucho campo.

–¿Una persona blanca puede cantar igual que una negra o Amy Winehouse fue una excepción?

–Sí, puede. Ahora mismo existen muchas técnicas de canto estudiadas que dicen que cualquiera puede llegar a un gran nivel. De la misma manera que se estudia piano clásico, la voz es un material de estudio. Los negros han desarrollado ciertas técnicas con el gospel desde hace muchísimos años, pero en Nueva Orleans estuve en una misa religiosa en un distrito muy pobre y el coro era mixto. Te das cuenta de que se trata solo del interés del cantante. Quien se lo propone lo logra. Es una cosa técnica.

–¿Sigue habiendo racismo en Cuba?

–Es cultural. El que te diga que no, miente. No es una cosa que sufres día a día pero es cultural y lo notas en la forma de hablar, en pequeñas frases que hacen un poco de mella, pero el que está acostumbrado no se ofende, para nada. No es un racismo doloroso. En España lo he sufrido más por un problema político. Al haber tantos inmigrantes en este país hay un problema de pensamiento al creer que  el Gobierno está abierto a los inmigrantes y estos se están aprovechando. Más que un problema de color creo que en España hay un problema de inmigración.

–Tú que has llegado al final del proceso migratorio que ha traído a millones de personas a España, ¿qué crees que le ha dado la inmigración a este país?

–Mucha promoción. A través de esa inmigración, los que llegaban han podido dar voz de lo que ocurría aquí en otros países. También se ha ganado en riqueza: cuanta más mezcla, más cultura, conocimiento, intercambio…

–¿Qué te despierta la nostalgia de Cuba?

–Echo de menos la familiaridad. A pesar de que venimos de ustedes, en Cuba se vive una especie de roce diario con el desconocido. Aquí no. Es un problema del clima. También se debe al exceso de comunicación a través de internet y los teléfonos, que aíslan a la gente. En Cuba cuando necesitas algo vas a casa de esa persona, la interrumpes. Casi nunca quedas con nadie, vas a su casa y la llamas, aunque se moleste. Aquí ese respeto a la privacidad es mucho más notable. Siento que falta un poco de empatía, pero uno se adapta a donde vive. Llevo un año y medio en Madrid y mi forma de vida ha cambiado radicalmente a la que tenía en Cuba.

–Sin embargo, internet es muy importante para un músico que quiere abrirse paso.

–Es muy importante. No se pueden negar el conocimiento y los avances, una cosa no quita a la otra. Que no se vendan tantos discos como antes tampoco es malo porque estamos abriendo nuevas posibilidades. A nivel digital hay mucha distribución de música, llega a más gente, todo es más fácil y la promoción es más rápida. Estamos sustituyendo una cosa por otra. Antes era el disquete, luego el cassette, luego el disco compacto… Es evolución lo que estamos viviendo. Las discográficas van a tener que renovarse. No van a desaparecer, no lo creo; hay mucha música.

–Se ha eliminado bastante la figura del intermediario. Con muy pocos medios, puedes grabar una canción en acústico mientras ensayas y media hora después la puedes tener subida a tu Facebook para que la escuchen y vean tus seguidores.

–Se han acabado los monopolios de las televisiones y de los canales musicales. La MTV ni siquiera pone vídeos, vive de reality shows cuando en Estados Unidos era el canal de distribución de música más importante. Los músicos suben directamente sus creaciones a Youtube: si lo que das es bueno y novedoso tendrás miles o millones de reproducciones sin que influya el papel del intermediario.

–Muchos cantantes empiezan en grandes recintos y según van envejeciendo tienden a actuar en lugares más reducidos. Te hemos escuchado decir que tu música está hecha para sonar en pequeños bares y que la gente la escuche sentada. ¿Eso es por los estilos que trabajas o por tu carácter?

 –Es como una conversación: en los lugares pequeños puedo explicarle mejor a la gente lo que hago. Me gusta mucho hablarles, verlos ahí cerquita es muy bonito. Es un poco lo que os comentaba sobre la familiaridad que tiene la gente en Cuba: como estamos todos mucho más juntos, hablamos más. La gente está más pendiente también de los detalles en los lugares pequeños, donde la interpretación de los músicos es más apreciada. En un teatro es un poco más frío, pero voy a tener que enfrentarme a lugares más grandes. Espero que allí llegue igual mi música. El lugar más impresionante en el que he actuado es el Auditorio Nacional de México. Hace cinco años canté en el Concierto por la Paz que se hizo en Cuba, donde participaron músicos internacionales [Juanes, Miguel Bosé…] y hubo casi un millón de personas en la Plaza de la Revolución. Dentro de unos años me encantaría estar más metida en la red de festivales de jazz de Europa, un continente que creo que tiene más paciencia para escuchar que América. Al estar más lejos de Estados Unidos, aquí uno vive más independiente del monopolio norteamericano de la música, que me atormenta bastante. Te quieren meter a sus artistas como sea y Latinoamérica está muy cundida de la música y la cultura norteamericanas. México, con lo bonito que es, está inundado de influencia yanqui. En Europa hay más interés por los pequeños grupos independientes.

–Que la salsa sea el estilo de música cubana que mejor funciona comercialmente, ¿es producto de esa influencia de los Estados Unidos?

 –Creo que sí. Han tomado el elemento que ellos creen que es más importante de Cuba y lo han comercializado bien. Hay muchos músicos de salsa en Miami y tienen muy buena promoción. La salsa que se hace en la isla es más agresiva y musicalmente es más complicada cuando en Miami se vive más la salsa de salón, con un baile más rígido. En Cuba es más complicado bailarla, yo llevo años practicando y me pierdo. Los cubanos no bailan con instructor, la salsa se aprende en las fiestas populares y en la escuela. Esa salsa bonita de los concursos de baile no se ve en Cuba.

Entrevista: Samuel Pérez / Pablo Sierra

Fotografía: Victoria Clemente

Ilustración: Jorge Berenguer

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