Este año descubrí a Richard Powers en un club de lectura sobre literatura de habla inglesa, donde comentamos su novela Galatea 2.2 sobre inteligencia artificial y mucho más que esto, porque cuando Richard Powers habla de temas científicos en sus libros lo hace siempre en relación con los seres humanos que inventan, aplican, utilizan y sufren esa ciencia, exponiendo cómo lo humano y lo científico está mucho más íntimamente relacionado de lo que generalmente creemos. Con unos planteamientos tan originales y novedosos no es de extrañar que me quedara con ganas de leer más de este autor.
En las cuatrocientas y pico páginas de El eco de la memoria, Richard Powers hace una reflexión muy interesante sobre identidad frente a fisiología y química neurológica con un trastorno cerebral como pretexto argumental y punto de partida de la historia. Si una lesión cerebral es capaz de cambiar la personalidad de un individuo, ¿hasta qué punto podemos afirmar que somos lo que somos? Y lo genial del enfoque del autor es que su punto de mira no se sitúa tanto sobre la víctima del trastorno cerebral sino en las personas que le rodean. Marc es incapaz de reconocer a su hermana como tal y esto va a ser para ella tan traumático e impactante como la lesión cerebral lo fue para él, el doctor mediático que acude a investigar el caso tampoco saldrá indemne de la experiencia y habrá toda una serie de personajes secundarios que igualmente van a sufrir daños colaterales en mayor o menor medida. El ser humano no se compone solamente de células y reacciones químicas sino que se nutre igualmente de sus interacciones sociales y estas van a ser tan determinantes para su carácter y comportamiento como los componentes fisiológicos.
Un libro denso pero apasionante, una buena historia bien contada, con personajes sólidos y con una buena carga de ciencia neurológica popular que no llega a hacerle sombra a las historias personales de los protagonistas. Si se coge con ganas puede ser una lectura inolvidable.