Muchos ateos se consideran seres superiores ante los creyentes, a los cuales ningunean afirmando de manera convencida y contundente que son personas a las que les han comido el cerebro y les han hecho creer en un Dios que todo lo ve y todo lo perdona, que te ayudará en el transcurso de la vida y aliviará todos tus males y todas tus penurias con tal de creer de manera ciega e ilusa en los testimonios que confirman su existencia espiritual. Los tildan de locos, obtusos o sectarios, sin darse cuenta de que están describiéndose casi milimétricamente a sí mismos.
Hay una inmensa cantidad de personas que creen no tener un Dios espiritual; y no saben lo equivocados están, ya que a diferencia de los creyentes, éstos por lo menos saben perfectamente a qué rezan y en quién depositan sus demandas. Saben lo que están haciendo y perciben su realidad. Los primeros, sin embargo, tienen un Dios y no lo saben; no lo perciben como tal, están totalmente alienados por esa caja hipnótica a la que llamamos televisión. Le dedican un valioso tiempo diario de sus vidas a creer las infames calumnias que en ella se emiten, y cala tan hondo en la mente de los receptores no prevenidos, que cualquier punto de vista diferente al de los medios tradicionales no lo aceptarán, por más argumentos que les puedas aportar. Cegados y orgullosos te tildarán de loco conspiranoico por no creer la sagrada palabra de su Dios, porque si lo dice él, ¿Qué más pruebas hacen falta? La televisión habla, y ellos asienten y exclaman: » ¡Amén, palabra del Señor! «
La capacidad crítica de estas personas queda anulada por completo, son presas de la manipulación mediática y están atrapados en aquella espiral de aspecto amable pero que esconde la peor de las intenciones. Sin ir más lejos, hace poco se emitió un reportaje del programa En Tierra Hostil: En el eje del mal . Sí, habló de Corea del Norte, ese país que nada más nombrarlo, no puedes evitar que te venga a la cabeza aquel libro de George Orwell titulado 1984.
Un lugar del que no sabemos nada, ni nosotros ni los medios de comunicación, debido a que es un país encapsulado y la información que revelan al exterior es escasa, los viajes turísticos son guiados y se muestran muy rigurosos con estas medidas. Bien, esto es algo que genera pensamientos negativos y más cuando se hacen reportajes basura con el único propósito que el de linchar y no informar. Yo no soy simpatizante de aquella monarquía hereditaria, pero puedo llegar a comprender el por qué de este motivo:
En el año 1950, sobre Corea cayeron más bombas de la aviación norteamericana que en la Alemania nazi. Apenas quedaron viviendas o edificios públicos en pie, dejaron a aquel país en la ruina y fueron prácticamente los norteamericanos los artífices de la división de Corea . Desde entonces, están de manera oficial en guerra y en constante amenaza por parte del imperialismo americano, al cual lo tienen al otro lado de la frontera. Esto es algo que Alejandro Cao de Benós explica a Jalís de la Serna, al que le parece un motivo insuficiente que roza la paranoia.
Sin más pruebas que las que da la ONU -una organización que desmerece mi credibilidad, ya que dio legitimidad a las recientes invasiones de Irak, Afghanistán o Libia, y hace la vista gorda ante crímenes de Occidente- y los testimonios de los supuestos exiliados norcoreanos, que les mostraron unos dibujos en los que podíamos ver la recreación de las atrocidades que cometían los soldados del régimen de Kim Jong Un, como también la de una madre comiéndose a su hijo a causa de la hambruna, ya tienen el reportaje hecho y el veredicto final: Corea del Norte es una amenaza para la integridad de la paz mundial y atenta constantemente contra los derechos humanos.
Estoy seguro de que Corea del Norte no es tan bonita como la pinta Alejandro Cao, pero de lo que también estoy seguro es de que no es el eje del mal, pues las pruebas que intentan darle veracidad a esa versión son nulas, son palabras vacías que no han podido demostrar con hechos. No tienen validez alguna. A pesar de ello, a pesar de las escasas pruebas, muchos lo creen de manera irrefutable y se echan las manos a la cabeza. No hace falta que lo vean, la música de tensión que acompaña al reportaje en tierras norcoreanas es suficiente para disuadir sus dudas.
Sin embargo, a diario vemos como en España se ejecuta un deshaucio cada quince minutos, vemos como la banca no tiene escrúpulos, ni el más mínimo sentimiento, para condenar a la miseria a miles de familias enteras; a familias con hijos recién nacidos, personas mayores o en malas condiciones de salud; siendo España el país europeo que más viviendas vacías alberga y en el que más personas viven en la calle. Un país tan demencial que ni siquiera puede asegurarle a muchos niños/as un desayuno y acuden a clase en condiciones deleznables por la falta de alimentación y mil barbaridades más que darían para escribir un libro entero. Vemos también cómo en los medios de comunicación tratan como héroes a criminales de guerra occidentales que, supuestamente, van repartiendo democracia y sus valores, a base de bombardear naciones enteras. Sufriendo las consecuencias -o los llamados daños colaterales- personas sin futuro, Los Nadie, que con la visita de estos salvadores de la libertad, pasan también a quedarse sin presente: En las entrañas del olvido. Pero algunos siguen con las mismas: «Si mi Dios dice que esto es así, que así sea «
Ante esto, muchos de los que se escandalizan con los reportajes basura de los medios tradicionales hacen caso omiso. Lo ven como algo normal, pues es emitido en una tónica muy diferente. ¿Cuándo harán un reportaje de la misma índole sobre algún país occidental, o la propia España? ¿Por qué irse tan lejos, cuando aquí también se violan los derechos humanos y se restringen libertades, como la libertad de expresión, que por escribir un Twitt, te pueden meter en la cárcel? ¿Cuándo invitarán a Espejo Público a los responsables que sustentan este sistema de opresión a las clases más desfavorecidas, invitando a la vez a un psicoterapéuta para diagnosticarles, tal y como hicieron con Alejandro Cao? Nunca lo harán con esa precisión, nunca harán que se tambalee lo más mínimo el sistema que les da de comer. Su misión es la de salvaguardar las espaldas de nuestros verdugos, mostrar una cara amable de ellos y que nosotros, los espectadores, creamos en la sagrada palabra de nuestro televisor.