Hemos quedado con Fernando González González, Gonzo, en la cafetería Gonzalín, situada en la calle Eloy Gonzalo una montaña de ges. El calor aprieta en Madrid, se huele el asfalto. Los que pueden ya han empezado a irse de la capital, y a El Intermedio le quedan cuatro telediarios. En unos días, vacaciones. Pero antes les quedan unos programas que estarán condimentados por la repetición de unas Elecciones Generales convocadas a las puertas del verano. Este periodista nacido en Vigo hace casi 40 años (los cumple dentro de un mes) pide un té negro con hielo y pasamos al reservado de la cafetería.

¿A quién nos dirigimos, a Gonzo o a Fernando?

–Respondo a cualquiera de los dos nombres. Lo de Gonzo me lo pusieron en el olegio. Luego, más tarde, conocí el periodismo gonzo y un poco más tarde el porno gonzo [risas]. No, viene de Fernando González González. Estaba en una clase en la que había muchos fernandos y me quedó lo de Gonzo porque era la época de los Teleñecos. Después vine a Madrid y le dije al primer director que tuve que desde pequeño me llamaban Gonzo y le gustó.

¿Trasladar un sobrenombre a tu identidad periodística te ha ayudado en tu carrera?

–Pues no lo sé, no mucho. Por un lado, creo que no hay nadie más que se llame así en el mundo del periodismo, aunque también hay gente que te dice por la calle: “Ey, Goyo, de puta madre”. No le doy más importancia que esa, ni siquiera le dije a nadie que quería que me llamasen Gonzo. Mis colegas y mi familia me llaman Gonzo desde que era un niño. Después, profesionalmente, a mis jefes les pareció bien porque querían que practicara un tipo de periodismo en el que tenía que hacer un poco el gilipollas. Ahí se quedó el apodo.

¿Fernando es más serio que Gonzo?

–No, no hay doble personalidad, son los dos igual de gilipollas.

Al inicio de tu libro, Todo por mi país (Planeta, 2015), explicas que las primeras entrevistas que hiciste fueron a tus abuelos, a los que preguntabas sobre sus raíces y su historia. Con ellos no debías ser tan incisivo.

–No les buscaba las cosquillas como hago ahora cuando entrevisto, pero sí era incisivo en el sentido de ser muy pesado, quería saberlo todo. Esto me pasaba con mis abuelos y con todos mis familiares que venían de Argentina. Tengo mogollón de familia allí. Yo vivía en Vigo e iba a la aldea de mis padres casi todos los fines de semana. Mi mundo era ese. Tener a alguien, como mis abuelos, que habían vivido una guerra, una época en blanco y negro, me causaba mucha curiosidad. Mis tíos de Argentina venían de Buenos Aires, una ciudad con millones de personas, donde había italianos, argentinos, negros, mestizos… Yo flipaba. Recuerdo que mis tíos me decían que era más pesado que un argentino porque los días que estaban en casa los pasaba preguntándoles chorradas: de qué marca son los coches que hay en Buenos Aires, cuántos pisos tienen los edificios más altos… esas gilipolleces de niño. Ya desde pequeño me gustaba ser el que pregunta, no el que responde.

Eso seguro, cuesta encontrar entrevistas donde tú seas el entrevistado.

–No es que me sienta incómodo, pero mi rol está en el otro lado. A quien más entrevistas he dado es a estudiantes. Cuando llega la época en la que en las facultades de Periodismo les encargan trabajos, soy incapaz de decir que no cuando me proponen una charla. Cuando yo era estudiante y llamaba a alguien famoso me jodía mogollón que me dijeran que no. Pero sí, creo que tengo más cosas por saber que por contar; entonces, prefiero preguntar que responder.

Hace poco entrevistamos a Nacho Carretero, paisano tuyo y también periodista, y se sintió un poco incómodo durante la sesión de fotos. ¿Te pasa lo mismo a ti?

–Sí, es raro porque cuando estamos en nuestro trabajo sí que nos mola mucho que otra persona acceda a las fotos, a las preguntas… Yo no es que no quiera contestar, pero sí entiendo el rubor que puede producir eso. ¡Joder! Además, yo lo que cuento es mi opinión personal, luego lo ves escrito como si fuese una verdad absoluta y no mola. Es un poco raro, pero te vas acostumbrando. Estaría bueno que yo, que me dedico a exigir entrevistas por ahí, me negara a conceder una.

Vaya librazo el de Carretero (Fariña, Libros del KO, 2015), por cierto.

–Un libro muy bueno, está muy guay Fariña. Hay cosas que te sorprenden, pero todo tiene una razón. El contrabando de medicinas, ser una zona de marineros, fronteriza con otro país y además pobre… En Galicia tienes todos los elementos para que el contrabando sea un elemento de supervivencia.

Lo del contrabando y el narcotráfico en Galicia es algo que se lee en los titulares, pero se conocen poco la raíz y los entresijos del tema. ¿Cómo has vivido tú el tema del narco en tu tierra?

–Los contrabandistas de tabaco, hace algún tiempo, estaban bien vistos. Yo recuerdo haber comprado paquetes de Winston en los semáforos. ¡No vendían clínex, vendían Winston a 80 pesetas! En el estanco, el paquete costaba 225 pesetas, y claro, nosotros con catorce años ya estábamos fumando Winston, el rubio de batea [como se conocía popularmente al tabaco americano de contrabando que se escondía en las bateas de mejillones antes de descargarlo en las playas de las Rías Baixas]. La gente que venía de visita a Galicia se quedaba flipando. Nacho Carretero explica la situación estupendamente. Luego llegó la depravación, cuando desembarcó la cocaína de los colombianos… Mi mujer es de O Grove, la cabeza de la Ría de Arousa, y la anterior novia que tuve era de Vilagarcía. Yo esa ría la conozco de puta madre. Cuando vivía en Vilagarcía, en el año 2000, había gente que te ofrecía pollos a las siete de la mañana. Yo decía que no y daba las gracias. Ellos me decían que si vivía ahí tenía que acostumbrarme. Era alucinante. Hubo muchos estudiantes que se pagaron la carrera vendiendo pollos, comprándolos en Galicia a 25 y vendiéndolos en Salamanca por 60. Después había una parte cachonda… Se trataba de gente de mar, a veces muy bruta. Había un narco, Sito Miñanco, que hacía lo mismo que Pablo Escobar: pagaba las carreras universitarias a los niños del pueblo, compraba equipos de fútbol etc. Luego está el tema político. En Galicia, política y narcotráfico han ido de la mano en muchas ocasiones. Ocurrían toda clase de locuras.

¿Qué tiene Gonzo de ese niño que se interesaba por los problemas de su tierra?

–Me interesaba por todo como se interesa un niño. Sigo manteniendo eso, la curiosidad. Le doy mucha trascendencia a todas las cosas que pasan. Con una manifestación de trabajadores de Citroën yo lo flipaba. Mi padre trabajaba allí. Yo soy yo y mis circunstancias. Crecí en Vigo, una ciudad que me permitió, ya desde niño, vivir la realidad de cerca. Era una zona industrial, motor de la actividad económica. ¿Me ha venido bien en mi trabajo? Pues seguro que sí. También creo que me vino bien tener orígenes muy rurales, haber crecido en una aldea en la que aprendí otras cosas, la importancia de una economía de trueque, de los núcleos pequeños, de una Galicia profunda como la de mis abuelos… Siempre me ha interesado mucho la cohesión entre la realidad urbana y la realidad rural. Cuando hacía Proteste Ya en el Caiga Quien Caiga, mis compañeros me decían: “Qué bien se te dan los viejos y los pueblos, cabrón”. Yo decía que vengo de ahí, que lo he vivido mucho.

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¿Cuáles son los ingredientes que te convierten en Gonzo? ¿No hay un cierto cabreo en tu modus operandi?

–Pues creo que venir de una familia de clase baja me ha ayudado a ver algunas injusticias desde pequeño. Luego estudiaba en un colegio donde la clase social con la que convivía era más alta. Siempre he cargado con la contradicción de vivir en un barrio obrero y estudiar en un colegio de la pequeña burguesía viguesa. De pequeño me intrigaba por qué una gente sale por un lado y por qué otra gente sale por el otro. Y creo que eso me sirve para este trabajo. Preguntar sobre aquello que asumimos como una injusticia social.

Sobre la forma que tengo de entrevistar… A pesar de ser pesado y parecer un cabrón, tengo muy en cuenta las formas y siempre soy muy educado. Eso es herencia del medio rural en el que me he criado, donde la educación iba siempre por delante. Parte de un complejo de inferioridad: como uno es inferior al otro, me lo gano con la educación. A lo largo de mi vida me ha funcionado bastante, es bagaje propio, no me lo enseñaron en la facultad. Luego está la sorna gallega, es algo que me viene muy bien en cada trabajo que me encargan.

Por supuesto que soy consciente de mi estilo, es una elección que tomé hace tiempo. Después de un reportaje, un compañero me dijo si no quería volver a trabajar cuando se terminase CQC. Le dije que me desilusionaba mogollón oír ese comentario. Yo quiero trabajar siempre, pero quiero trabajar a mi manera. Si no hay trabajo de eso, no me voy a vender para hacer otra cosa. Así que si estoy encasillado en ese rol, he cumplido mi objetivo. En el periodismo te encasillas en dos cosas: en hacer bien tu trabajo o en no hacerlo bien. Prefiero no hacerlo bien pero llevar a cabo aquello de lo que estoy seguro. Sé que no voy a trabajar de técnico de comunicación en el PP, pero te digo una cosa: tampoco trabajaría para cualquier otro partido político más afín a mis ideas que me ofreciera un contrato en TVE. En esta campaña electoral me han llamado para un mitin y he dicho que no. Eso sí que sería encasillarme. Prefiero encasillarme como un tocapelotas que como un periodista de partido.

¿Cómo llevas el tema de la autocensura en redes sociales? ¿La practicas? Los que somos de una generación más tardía a la tuya a veces nos autocensuramos. Nunca sabes qué vas a hacer en el futuro. No quieres meter la pata ni cerrarte puertas.

–Parafrasearé a un jefe que tuve en El Intermedio hasta hace unos meses. Cuando nos compró Atresmedia no sabíamos qué iba a pasar con el programa y él nos dijo que si debíamos morir, lo haríamos siendo El Intermedio. Nunca pensamos en morir ni sobrevivir siendo otro programa. Pues en este caso es lo mismo. Eso sí, lo bueno de ser de un pueblo de Galicia es que siempre vas a tener un trozo de tierra donde plantar patatas. En los tiempos que corren, tenemos más oportunidades que nunca. No en cuanto a estabilidad, sino para ejercer el periodismo con libertad. Si me cierran puertas, no dejaré de tener la posibilidad de sacar todo el rendimiento que sea posible a mi capacidad de trabajo. Desde mi punto de vista, es más importante ser consecuente contigo mismo y desarrollar una marca reconocible aun a riesgo de que eso te cierre puertas. Algunas puertas siempre quedan abiertas, sobre todo las que más interesan a los periodistas: los lectores y la audiencia.

A pesar de esta crisis, están surgiendo nuevas formas de hacer periodismo, nuevas voces, la gente está leyendo más y de diferentes fuentes, ya no son los cuatro medios de referencia los que manejan el cotarro.

–Yo creo que esta crisis para el periodismo es buena.

No para los periodistas.

–Para quien es verdaderamente mala, esta crisis, es para los dueños de El País o del El Mundo. Tú hoy vas al quiosco, miras las portadas y dices: ¿Dónde me están realmente contando por qué el Reino Unido ha salido de la Unión Europea? Hoy en día, comprar un periódico es de las cosas más inútiles que puedes hacer. Yo tengo un colega que se fue de Vigo a Londres porque no tenía trabajo. Con lo del Brexit le han llamado de seis medios distintos. El periodista tiene que buscarse la vida, pero un tío que se licencie hoy en Periodismo tiene más posibilidades de encontrar curro al día siguiente que cuando acabé yo. Porque cuando acabé yo, podías irte a las cuatro o cinco teles grandes, a las cuatro o cinco radios grandes o a los cuatro o cinco periódicos grandes. Hoy, durante la carrera puedes tener tu propio blog, puedes tuitear, puedes conseguir que alguien que tenga 100.000 followers lea el artículo y lo retuitee, y al día siguiente de acabar la carrera ir a una empresa y enseñar tu trabajo, no tu currículum. Yo conozco a muchos chavales de 24-25 años que han conseguido entrar en El Diario, El Confidencial o en cualquier nuevo medio gracias a eso. Creo que ahora los buenos periodistas tienen más oportunidades que antes. Es más fácil que se te valore en función de tu trabajo. ¿Crisis del periodismo? No, es la crisis de la gente que se forraba con el periodismo, de los que mercantilizaron la información. Esos son los que están en un puto problema. ¡Esos están arruinados! De hecho han tenido que vender sus grandes medios de comunicación a bancos y a fondos de inversión.

Y así van.

–Y así van.

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Tú ahora estás viviendo un buen momento profesional.

–Claro, coño, trabajo en El Intermedio.

¿Y ha sido siempre así, o ha habido algún momento en que hayas dicho, coño, esto se acaba?

–Sí, hubo un año que lo pasé mal, pero más por culpa de mis expectativas que de la realidad. Pero bueno, yo acabé la carrera en septiembre, era muy mal estudiante, y al mes siguiente me llamaron para trabajar por una mierda de dinero en Santiago haciendo periodismo deportivo, que tampoco es que me gustase mucho. Al año me llamaron de RNE, y después me hicieron un contrato allí, donde, en comparación con el resto de radios, las condiciones laborales eran brutales. Cobrabas por trabajar en sábado, en domingo, y el lunes y el martes siguiente lo tenías libre. Después pasé a TVE, o sea, vivía de la empresa pública cuando era de puta madre. Y de ahí salí para irme a Caiga Quien Caiga, a Madrid. Ni siquiera me fui a Madrid a buscar trabajo, me vine con contrato. Entonces salgo de CQC, me cae un programa para mí solo con mi nombre en Antena3, que sí, que acabó siendo una cagada pero, ¡joder!, fue una buena oportunidad. Y ese año, desde que decidí dejar El Método Gonzo hasta que me llamaron de El Intermedio, sí que fue un año de buf… Claro, a mí todo me había ido de puta madre y no estaba acostumbrado a las hostias. Fue decisión mía dejar la mejor nómina que he tenido en mi vida y que no voy a volver a tener nunca más. Al principio pude volver a dormir porque tenía la conciencia tranquila, pero a los dos meses ya no dormía porque pensé «hostia, que se ha acabado el chiringuito, que me tengo que volver a Galicia». Pero bueno, fue un año y fue más por las expectativas que tenía que porque realmente lo estuviera pasando mal. Tenía colchón económico, podía seguir viviendo bien, pero no sabía cuándo me llamarían para trabajar.

¿Propusiste tú el formato de El Método Gonzo?

–No, no, me llamaron ellos, me lo propusieron ellos. Yo sólo dije lo que hacía y lo que no. Eso fue, en parte, lo que me salvó, porque en el momento en que el formato falló, me comentaron que querían empezar a hacer prensa rosa. Dije que no de inmediato. Ni hablar. Me dijeron que si me iba, tenía que pagar una indemnización de 260.000 euros. Les dije que fuéramos al contrato: ponía claramente que había ciertas cosas que no estaba dispuesto a hacer y se cagaron en Dios. Se portaron muy bien conmigo, de todas formas. Esta situación me permitió hacer algo que siempre quise hacer, documentales. Claro, me tenían a sueldo y yo no trabajaba… tenía un contrato de un año y lo negocié. Dije que si el programa se acababa, yo quería seguir cobrando por lo menos ese año. Pero tampoco quería estar cobrando sin currar, así que me dejaron hacer documentales. Visité Budapest, Estados Unidos, Jerusalén… De ahí me fui moviendo un poco y fueron surgiendo oportunidades, entre ellas, El Intermedio. Estoy en un gran momento, claro que cuando venga el batacazo eso va a ser….

¿Qué piensas hacer en el futuro?

–Pienso en mañana y poco más. Mi sueño es dedicarme al periodismo y vivir en Galicia. Por ahora no lo puedo hacer, pero estoy encantado. Ojalá dure muchos años El Intermedio.

Yo hice un casting para El Intermedio [Queralt]. Sí, pero no cuadré. Tenía que hablar de David Hasselhoff…

–¿Sí? Yo entré en 2010.

Ah, esto fue en 2009.

–Claro, fue cuando contrataron a Tania Llasera, a los tres meses se piró a Telecinco, y gracias a eso me llamaron al año siguiente. En el Caiga… entré por estar en el momento justo en el lugar indicado. Yo no quería hacer tele, en la carrera elegí radio. Mi madre me echaba la bronca, porque yo no quería que me pusieran una corbata. Y cuando le dije que empezaba en el Caiga…, ella se quedó flipada: tele, traje y Madrid; sota, caballo y rey. CQC tenía la plantilla cerrada, tenía incluso la medida de los trajes de los tres reporteros contratados. El caso es que uno de esos tíos tenía que entrevistar a Ibarretxe, que estaba por Madrid, y no se atrevió. Al día siguiente, yo me estoy tomando unas copas en casa de unos amigos y resulta que una de mis colegas es hermana de un tío que estaba trabajando en el Caiga. En ese momento le dijo por teléfono que tenían un problema con un reportero rajao, y ella va y le contesta que está con un colega periodista que está loco, (es decir, yo). Me pasó con él y el tipo me dijo que le mandase un vídeo en ese mismo momento.

¿Y qué le mandaste?

–Esa es la cosa. Me había ido unos meses antes a Ámsterdam con unos colegas e hicimos un vídeo en un coffee shop, como aquellos que hacían en los programas de viajes de Lonely Planet, pero haciendo el cazurro. A los dos días siguientes de enviarlo el tío me llamó para preguntarme si estaba loco. Yo le dije que ya le había avisado, que no tenía nada, que lo sentía y que gracias por la oportunidad. Total, que me dice que les había gustado el vídeo, que se habían partido el culo, que qué zumbado hay que estar para mandar un vídeo fumándose un porro. Esto era un viernes, me dijeron que el lunes tenía que mandar un vídeo más formal. Así que fui a un acto del PSOE en Galicia sobre la Constitución Europea. Me la leí así por encima y pensé «hostia, aquí van a fallar fijo». Así que llamé a un amigo que era guionista de tele, me echó un cable y el lunes mandé el vídeo. El viernes a las once de la noche me estaba subiendo a un avión para hacer un reportaje con Zapatero y con el contrato firmado. Así que en una semana mi vida ya había cambiado.

Alucinante. Oye, te digo una palabra: Brexit.

–De puta madre oye, yo hoy me he comprado cinco discos en Amazon. Los tenía fichados y los que ayer me costaban 27 euros al cambio, hoy me han costado 18. Así que por hoy, me va el Brexit [ríe]. No, en serio, es gordo.

Nadie contemplaba esa opción.

–A mí, todo esto me recuerda a principios del siglo XX. En 1916 los ingleses tuvieron que aplacar una revuelta de los irlandeses. Son famosas también las imágenes de los nazis deportando judíos, tal y como pasa hoy con los refugiados. Pienso que volvemos a lo mismo, aunque el alzamiento de Pascua fue a tiros y esto se ha conseguido con votos. ¿Cómo nos afecta a nosotros? Pues creo que es la constatación de que los británicos, que tienen una tradición democrática mucho mayor que la nuestra y que la de la UE, pueden conseguir cambiar las cosas que no van bien. Mira que me jode, porque tengo amigos que viven ahí y sé que las cosas van a cambiar. Además, yo quiero poder seguir viajando allí sin ningún problema, pero está claro que lo que esto denota es que hay un proyecto, la UE, en la que hay una parte importante, los británicos, que no se sienten a gusto. Ahora empieza la parte más importante: el divorcio. Londres es un centro económico no sólo europeo. ¿Vas a exigir a todos los trabajadores un permiso de trabajo? Ahora queda la negociación.

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¿Quién crees que ha ganado en este referéndum, el nacionalismo británico, la extrema derecha, o una izquierda escéptica con el proyecto europeo?

–Yo hice un par de reportajes sobre el Brexit. En uno de ellos hablé con John Carlin, que controla bastante sobre el tema, y según él, ha ganado la simplificación. Ellos dicen: estamos gastando dinero en la UE (pero no dicen cuánto le aporta la Unión Europea a Reino Unido) y estamos perdiendo soberanía, lo cual a los británicos, que están por encima del resto, les mata. Luego está la xenofobia. A ellos no les jode que haya ciudadanos comunitarios de España y de Italia que vayan a trabajar a su país. Les jode que ahora vayan a entrar húngaros, búlgaros, rumanos, que también son europeos y con ellos no se sienten a gusto. No se sienten a gusto porque creen que toda la inmigración que tienen es culpa de la Unión Europea. No, miren, ustedes tenían el país lleno de pakistaníes e hindúes que llegaron de manera legal porque eran sus colonias y de aquello no protestaban. Entonces, yo creo que lo que ha triunfado ha sido la simplificación de los problemas comunes y la solución del aquí y ahora. Los que han votado son los mayores. Un 75 por ciento de los jóvenes decidieron quedarse. No sé quién ha tenido el problema.

¿Que la izquierda no ha sabido explicarse? Para la izquierda éste ha sido sólo un step up de los problemas que llevan arrastrando desde hace años. La socialdemocracia no es efectiva, no consigue los objetivos: un votante de izquierdas ya no se siente anclado a lo que le pide su partido. La derecha se rompió porque Cameron quería quedarse pero el otro gran conservador, Boris Johnson, ha pedido irse, y Farage igual. También me ha flipado ver a Le Pen haciendo suyo un éxito británico. Yo creo que ha fallado la UE. No hay que olvidar que los británicos fueron unos de los grandes partícipes de la UE. Los propulsores. Que nos fuésemos los españoles, que entramos tarde… pues mira. Pero que se vayan los franceses, o lo británicos, o los alemanes o los italianos, los cuatro que engendraron todo esto… Es jodido. Viene una época apasionante.

Pongamos que la UE se pone las pilas y empieza a cambiar sus estatutos. ¿Deberíamos estarle agradecidos a la ultraderecha o al nacionalismo escéptico británico?

–Si las consecuencias del Brexit son positivas, deberíamos agradecérselo a los votantes británicos. Hoy critican a Cameron por proponer un referéndum. Rajoy y Sánchez están convencidos de que eso no es posible, que acudir a la gente es un error. Ellos han tomado una decisión legítima y a quien habría que agradecérselo es a los británicos. Aquí fuimos a votar la Constitución Europea y, si la lees, no hay Cristo que en su sano juicio apruebe eso. Es complicado, y los británicos han demostrado esa tradición democrática que tienen, que es superior a las demás.

Cuando haces un referéndum, ya sabes que pueden salir todas las opciones.

–Claro, y Cameron ya ha anunciado que dimite. Optó por una opción, no sale, pues adiós muy buenas. De todas maneras, no sé si esto va a conseguir que la Unión Europea se refuerce. Además, esto puede tener un efecto dominó que puede ser brutal: una parte de los franceses ya ha pedido un referéndum.

Imagina que te encuentras a Boris Johnson y le metes el micro. ¿Qué le preguntas?

–Le diría: mire, usted dio estos tres argumentos durante la campaña para pedir el Brexit. ¿De verdad una decisión tan importante sólo tiene tres argumentos a favor? ¿Tan poco convencido está de que su opción no es la buena, que ha tenido que apelar a las vísceras y no al cerebro? Seguro que los vecinos de Magaluf, de Salou, de Roquetas de Mar estarán encantados. Ahora, quizás el vecino del chiringuito de al lado se está cagando en todo. Habrá que ver cómo afecta a la mayoría de la población lo que va a pasar. Imagina, el Marca está preocupadísimo ahora porque Bale ocupa plaza extra comunitaria. ¡Tócate los cojones!

Viajemos del Brexit a España. ¿Cuál sería la situación ideal para ti en términos políticos?

Uf, prefiero no decirlo. No quiero que la gente valore mi trabajo por mi opinión política. A mí me gustaría que no haya más elecciones. Creo que es lo que debería pasar. Lo que no me gusta es que los partidos se apropien de lo que los votantes han querido decir. Yo he alucinado estos seis meses desde el 20-D: todos saben qué han querido decir con su voto los votantes de otros partidos. ¿Ellos qué cojones saben? ¿Por qué tienen que decirme a mí lo que yo quería con mi voto? Me gustaría que los políticos hiciesen un ejercicio de reflexión. ¿Qué nos están pidiendo los ciudadanos? No me gustaría que un barón extremeño, andaluz o de donde sea antepusiese sus intereses electorales a lo que se debe hacer a nivel nacional. De la misma manera, no me gustaría que Teresa Rodríguez desde Andalucía condicionase las negociaciones en Madrid porque a ella le viniese mejor. Los partidos deben dejar de pensar en sí mismos y hacer lo que los votantes les estamos diciendo. Obviamente, hay cosas que llaman la atención cuando examinas los resultados electorales, pero en definitiva: lo ideal es que no volvamos a votar hasta, al menos, dentro de un par de años. Los partidos deben ser consecuentes con lo que han recibido de la gente.

Bueno, ahí está la utilización de la gente. También pasa con el tema de Catalunya.

–Está claro. Mira, una negociación entre el PSOE y Podemos no puede depender de Susana Díaz y Xavier Domènech. Si tú haces un referéndum, y si no lo haces y bla bla bla. ¿Y al señor de Murcia qué le importa eso? No se puede simplificar, no se puede trabajar alrededor de un par de argumentos válidos: hay que montar un discurso político que lo englobe todo.

¿Votas?

–Siempre. A veces he votado en blanco, pero siempre voto.

¿Desencanto?

–Bueno, parecido, a veces me cuesta comprar una opción. A mí no me gusta que me traten como un imbécil y encima luego tener que votarles. Durante las campañas nos tratan como imbéciles a todos. He tenido esa sensación varias veces. En el 20-D voté con papeleta y esta vez, también.

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Hablemos de algo poco sensato… La omisión de las grabaciones de Fernández Díaz en los principales medios de comunicación, sobre todo en Televisión Española.

–Los intereses partidistas en los medios de comunicación, incluso en los públicos, están ahí. El periodismo de los grandes medios se ha convertido en un refuerzo del poder en lugar de un contrapoder. Lo que pasa en TVE es alucinante. Y bueno, debo confesar que aquí la culpa sí la tenemos los periodistas, que nos hemos dejado hacer. Además, aún hay muchos periodistas que entienden el ejercicio de su profesión como un ejercicio de apoyo al poder para tener una garantía del trabajo. Eso también es un mérito del poder: haber conseguido maniatar a través de las condiciones laborales y el control de los medios de comunicación a los periodistas. Esto lleva mucho tiempo viéndose, más en campaña electoral. Las cosas que pasan en campaña son brutales. Y tampoco debemos olvidar al espectador. Si todo esto existe es porque hay un espectador que soporta los medios partidistas. Nos estamos dirigiendo a un tipo de consumo periodístico como el de la información deportiva: ir a leer lo que nosotros queremos leer, lo que va acorde con nuestro pensamiento. Lo han conseguido: han convertido la política en algo pasional, no racional. Tú eres del PP, o del PSOE, o de Podemos o de Ciudadanos. Cuando esto pasa, da igual lo que te digan, lo que ocurra, porque seguirás siendo de ese partido.

Joder, yo soy del Celta. Si el Celta baja a segunda, yo continuaré siendo del Celta toda mi vida. Los políticos han conseguido trasladar ese sentimiento a la política y eso se traduce en un suelo electoral, sobre todo de los dos grandes partidos: hagan lo que hagan habrá gente que los continúe votando. Esta circunstancia también se ha trasladado a los medios de comunicación. A mí hay gente que me para por la calle y me dice: «¡Eh, que yo soy de derechas y veo El Intermedio!» ¿Y por qué no vas a ver El Intermedio aunque seas de derechas? Y me dicen: «¡Sí, pero yo voy a continuar votando al PP! Perfecto, nadie te dice que no le votes».

A veces se culpabiliza mucho a los periodistas y a los medios de comunicación. Si hay algo abundante hoy en día, es información. Y el acceso, en general, está al alcance de la mayoría. Si la gente sólo se informa a través de un solo medio partidista es porque quiere.

–Sabiendo cómo funcionan hoy en día los medios, para estar bien informado, tienes que leerte varios periódicos, escuchar diferentes opiniones. Tienes que leer de todo. Si el 26-J gana Unidos Podemos [Nota del redactor: esta entrevista se hizo un par de días antes de las elecciones] lo que pasará es que los grandes medios empezarán a hacer contrapoder, y eso sería bueno, porque se supone que es lo que deben hacer. Un periodista que controla al Gobierno está haciendo su trabajo. La información tiene que serle útil al ciudadano. Pero claro, eso pasaría si ganase Podemos, si ganan los de siempre… pues no ocurrirá. Una de las cosas buenas de que ganase Unidos Podemos sería que algunos periodistas que se dedican al rollo cortesano con el Gobierno se pondrían las pilas y harían periodismo de verdad. Tendrían que investigar, moverse, y no vivir de las filtraciones que llegan del propio Estado, como hace La Razón con lo que le da el Ministerio del Interior. Eso estaría de puta madre. ¡Imagínate al ABC haciendo contrapoder, estaría de puta madre! Lo bueno de estas elecciones es que todo se va a renovar, ya no va a ser como antes, aunque gane el PP. Es importante que pierda la mayoría absoluta, así, si pasa algo como lo de Fernández Díaz, ¡ea!, adiós.

Sí, míralo dónde está, Fernández Díaz.

–Eso pasa por la mayoría absoluta. Los tres grandes partidos han pedido la dimisión, si en adelante gobierna el PP, tendrá que ser con alguno de estos partidos. Está claro que quien apoye al PP pondrá sus condiciones, y creo que una de ellas va a ser que Fernández Díaz desaparezca. Eso es higiene, es sano. Aunque gobierne el PP, siempre será mejor que la mayoría absoluta que hemos tenido hasta ahora.

 A ver cómo se porta el periodismo en esta nueva etapa…

–Si el periodismo sobrevive, es porque es una actividad que nos permite, a los ciudadanos, saber cosas que nos afectan y que de otra manera no podríamos saber. Como periodista, es fundamental contar todo lo que el poder no quiere que cuentes. Teniendo en cuenta su propia naturaleza, el poder siempre intentará instalarse y sacar el mayor rendimiento posible a nuestra costa. Eso no lo digo yo. La historia demuestra que todo aquel que ha ostentado el poder ha intentado retenerlo y aprovecharse de eso, en la mayoría de los casos. Lo que ha pasado es sencillo: el periodismo se ha dado cuenta de que se gana más dinero sirviendo a lo que tiene que atacar que sirviendo a los que, en teoría, tiene que servir: los ciudadanos.

De tus palabras no sé si se puede deducir que no confías en el poder político.

–Hay que cambiar la mentalidad, y eso creo que sí se está consiguiendo en España, a base de hostias pero lo estamos consiguiendo. Veníamos de vivir narcotizados, cuando se nos decía que todo estaba de puta madre. Si tienes mil pavos, te da igual que te roben diez, si tienes cien, pues igual ya no te da igual. Está habiendo un cambio de mentalidad política, ya veremos cómo se concreta. En El Intermedio, en 2006 hacíamos un 6 por ciento de audiencia contando chistes de Falete. Cuando nos pusimos a hablar de política, subimos a un 12 por ciento. Pasamos a audiencias de 2,5 millones. En La Sexta, los programas más exitosos son Al Rojo Vivo, el informativo, Más vale tarde, El Intermedio, Salvados y La Sexta Noche. ¿De qué se habla? Son programas de información.

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¿Dejó El Intermedio de ser un programa de entretenimiento cuando empezó a hablar de política?

–No. Dejó de ser un programa exclusivamente de humor. Nosotros no damos exclusivas, reforzamos la parte del análisis político. Antes le dedicábamos 20 minutos de escaleta y ahora se lleva 45. Yo creo que hicimos bien, no quiero hacer corporativismo, pero lo que hizo bien El Intermedio fue saber captar la necesidad de informarse que tenía la gente. Para el programa hubiese sido ideal continuar haciendo lo que llevaba haciendo desde hacía cuatro años, no nos iba mal y era lo que sabíamos hacer. Teníamos doce guionistas que venían del humor, hasta que tuvieron que empezar a leer periódicos, a analizar, a escribir chistes con rigor… Lo supimos hacer. El primer especial en materia política fue del 15-M y el resultado de la audiencia subió considerablemente y decidimos volver a la política. Luego hubo unas elecciones municipales y al día siguiente la gente había visto más El Intermedio que las informativos de Antena3, de TVE y de La Sexta. Ahí fue cuando el jefe dijo: tíos, la gente quiere ver un informativo que le cuente lo que no le cuentan los demás. Creo que continuamos siendo un programa de entretenimiento, porque entrenemos mientras contamos cosas, pero hacemos un programa en que la base del programa es la actualidad política.

Últimamente os quedáis muy a menudo sin tiempo, A las 22.40… ¡cortáis a la brava!

–Sí, sí. Antes tirábamos de nevera, ahora tenemos temas de actualidad de sobra para cubrir todo el programa. Y si ves la evolución de la redacción… Antes había seis redactores y 16 guionistas, ahora tenemos 14 redactores y continuamos con los 16 guionistas. Antes los guionistas eran muy jóvenes, de 25 o 26 años. Ahora tenemos a Jesús García, ex jefe de Internacional de Antena3, por ejemplo. Ahora tenemos a gente de mucho peso, porque la búsqueda de información no es fácil, y es distinta. Yo también lo noto en mi trabajo: hacemos mogollón de viajes al extranjero. El tema de los refugiados, por ejemplo, nos lo hemos tomado muy en serio. Las ONG están como locas por hacer reportajes con nosotros. El Intermedio se ha convertido en una cosa totalmente distinta. Está guay porque nos hemos conseguido adaptar a las necesidades del personal.

Pasó algo parecido con Salvados, un programa que pasó del humor a la crítica feroz.

–Sí, claro. Tú imagina que en Salvados salió El Yoyas. Un día me lo contó Jordi Évole: hicieron un programa especial con Iñaki Gabilondo y decidieron tirar la hora entera. Subieron 300.000 espectadores. Eso es porque respetas al ciudadano, y el ciudadano lo sabe: no le estás puteando, no le estás llamando tonto, no le estás dando la información en píldoras.

Hermann Tertsch no está de acuerdo con este tipo de periodismo.

–Claro, tampoco nosotros con el suyo. Nosotros nunca haríamos una crónica de una huelga general antes de la huelga general. Entonces, a ese tipo de personas y de periodismo le incomodamos. Wyoming lo explica de puta madre: a la gente de Intereconomía y de 13TV, lo que les jode es que nosotros contamos en otro espacio lo que ellos cuentan para su gente. Ellos dicen que la consejera de Sanidad de tal es una cualquiera y triunfan entre los suyos. Cuando esto lo sacas y se lo pones al personal, te avergüenzas. A la derecha abyecta le molesta que saques su discurso del contexto en el que está. Se vuelven locos. En El Intermedio intentamos que todo lo que decimos sea bien entendido por todo el mundo, no vamos a ofender a los votantes de derechas, por ejemplo. Hacemos humor, pero respetamos, algo que no hace la otra parte. Eso les jode. ¡Somos gentuza!

¿Quién te da más juego cuando le enchufas el micro?

–Quizás Esperanza Aguirre, porque no es capaz de quedarse callada. Siempre dice algo. Siempre se gira. La última vez no nos quiso decir nada pero antes de irse soltó: «Os quedan tres días». Quedaban tres días para las elecciones. Luego hay gente como Ana Botella, que nunca dice nada, pero no sabe que sus silencios valen más que cualquier titular. Nunca habla, y cuando le doy las gracias, siempre me responde: «Gracias a usted». ¡Qué cínica! A veces, que no te contesten, da más juego que te contesten.

¿Algún político que se haya mostrado agresivo? Eres un tío pesado e insistente.

–Mmm… Eso depende del momento en que los pilles y del tema del que hables. Josep Piqué era un tío que en el Caiga era oro, llegaba a hacer sketches con Juanra [Bonet], se grababa un off con él leyendo un texto… Era un regalo. La última vez que lo vi ya era político y me apartó el micro con muy mala hostia y me gritó que le dejase en paz. Luego están los roles: en el PP y en el PSOE tienen sus propias estrategias con cada medio. Con estos medios hablan este, este, este y esta; estos no hablan nunca. Yo, por ejemplo, nunca hablo con Soraya [Sáenz de Santamaría]. Todo responde a una estrategia.

Con la colaboración de Miguel Ordovás

Fernando González González-Gonzo 8

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