“Juntos forman el gang Barrow. Sus nombres: Bonnie Parker and Clyde Barrow”
Bonnie and Clyde – Serge Gainsbourg
El crepitar de la hoguera marcaba el ritmo de la noche. El intenso olor a parrillada se colaba por la nariz intensamente y un completo cielo estrellado nos envolvía, mecidos por las olas del mar. Todo parecía perfecto. Mejor dicho: todo era perfecto.
Sin embargo, existe una tendencia innata a meterme en problemas. Como pregonaba un amigo: “Nuestra diversión consiste en buscar un problema y, luego, encontrar la solución. Así en bucle”. Y se reía desquiciadamente, sabiendo que era de locos lo que decía. Aunque, en realidad, la vida es eso: un alboroto continuo e, internamente, siempre he pensado que era un genio.
Siguiendo inconscientemente esa filosofía de vida, soy de esas personas que no saben disimular: si iba a copiar en un examen, intensos sudores me recorrían el cuerpo y mi cara se desencajaba, mirando al profesor como si estuviese sufriendo un microinfarto; si iba a robar tímidamente una chuche, acababa cazada porque casi destrozaba media tienda. Y así un continuo bucle de intentar ser un poco mala pero con escaso éxito. Hay gente que no ha nacido para ser villana.
No obstante, esa semana me vine arriba. Pensé que las cosas podían cambiar, que todo el mundo tiene derecho a ir a contracorriente de la sociedad, de dudar de todo y de todos. Que como sostenía Foucault, “no creas que por ser revolucionario debes sentirte triste”. Ante esa revelación, decidí escaparme con un chico a la casa de la playa, obviando todas mis obligaciones. Creí que mi plan era maestro y durante unas horas lo fue. Era la calma que precedía a la tempestad. Los dos solos, sin que nadie supiera que estábamos ahí, con besos que disparaban directamente al corazón. Muy a lo Nicholas Spark.
Pero nunca toméis en vano la ley de Murphy. Hay veces que las cosas simplemente salen estrepitosamente mal y los astros se confabulan para crear una serie de catastróficas desdichas.
Desdicha número 1: Intentando esquivar tus obligaciones, decides que la mejor forma de hacerlo es justificar que estás mala.
Desdicha número 2: Tus abuelos que nunca salen a pasear por esa zona, se deciden a dar una vuelta y buscar tu coche, imbuidos por el espíritu de la Gestapo. Y descubres con asombro que tu abuela tiene una capacidad física envidiable para su avanzada edad. Es capaz de estirar el cuello como una jirafa, ponerse de puntillas en un solo pie a modo garza y tener una vista de lince logrando descubrir entre los matorrales que tu coche está ahí, cuando no debería.
Desdicha número 3: Han llamado a tu casa, tú no respondes y poco falta para que llamen al alcalde y pongan a todo el pueblo en tu búsqueda. Así que, tras un sinfín de llamadas telefónicas logras comunicarte con ellos y explicarles que estás mala.
Desdicha número 4: Te informan de una visita inminente. Debes recoger toda la casa, meter al chico en el coche y huir. Escapar con las gafas de sol puestas, un pañuelo ondeando por la velocidad, circulando al atardecer por los angostos caminos de los arrozales. Suena de fondo la canción de Bonnie And Clyde de Serge Gainsbourg y Brigitte Bardot. La tarareas mientras el sol se pone en el horizonte. “Antes o después caeremos juntos. No me importa: es por Bonnie por quien tengo miedo. Qué importa si me matan. Yo, Bonnie, estoy asustada por Clyde Barrow”.
Y sientes como si de una película se tratase: viviendo como prófugos, contenta con la historia que estás construyendo fuera de la ley. Y sueñas con que algún día alguien componga una canción sobre ti que comience con la voz desgarrada de Gainsbourg y la sensualidad de Bardot. “¿Habéis leído la historia de Jesse James? ¿Cómo ha vivido? ¿Cómo ha muerto? ¿Os ha gustado, eh? Vosotros queréis más. Pues bien, escuchad la historia de Bonnie and Clyde”.