Fotografía: Silvia González
La religión puede llegar a convertirse en un asunto de envergadura en muchos países; en el Líbano es una cuestión de vida o muerte. Así, cruel y descarnadamente: o crees en algo o estás fuera de la vida social. No hay más, esas son las reglas del juego: o todo o nada, o blanco o negro, o musulmán o cristiano. Cualquier elección es correcta, excepto la no elección. No valen medias tintas.
Los libaneses siempre se han enorgullecido de la existencia de 18 sectas religiosas en el país. 18 creencias que conviven con bastante afabilidad y templanza. Porque de eso se trata: de creer y de que, con suerte, haya paz. Sin embargo, hay una nueva secta invisible, un nuevo grupo social que habita en los claroscuros: la secta número 19. La religión de los ateos, agnósticos y librepensadores. Una amenaza para muchos.
Michael Suleiman, antiguo presidente del país, en una arenga cargada de emoción sentenció: “La paz vencerá a la guerra. La fe vencerá al fundamentalismo y al ateísmo». En una nación donde la religión determina la posición social y la identificación política, ser ateo significa un bárbaro recorte de los derechos civiles: incapacidad de votar, falta de representación política en el Gobierno, incluso hasta un año de cárcel por “blasfemia”, como recoge el Artículo 473 del Código Penal.
En 1943 se firmó el Pacto Nacional a través del cual se repartieron las principales posiciones dentro del Estado siguiendo las diferentes configuraciones religiosas: el presidente debía ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el portavoz del Parlamento musulmán chiita. Las demás carteras ministeriales se dividieron entre las quince creencias restantes: drusos, cristianos armenios, ortodoxos, alauitas…
¿Y los no creyentes? ¿Dónde quedó su derecho? ¿Dónde quedó ese respeto por las religiones? Porque no creer en ningún dios no significa blasfemar, ni atacar la religión. Pensábamos que estábamos en el país más abierto de Oriente Medio aunque, a veces, me pregunto si simplemente sólo estamos en un país más de Oriente Medio.