Mundialmente famosa por su novela Tenemos que hablar de Kevin, que a su vez se hizo mundialmente famosa por la película, la autora norteamericana Lionel Shriver tiene una cierta reputación de escribir novelas provocativas de temas difíciles e hirientes que había hecho que no me atreviera a afrontar hasta ahora ninguno de sus libros. Pero después de leer una entrevista con ella sobre ésta su última novela, y enterarme de la gran dosis autobiográfica que contiene, el morbo triunfó sobre el reparo. No porque me atraigan especialmente las historias verídicas, sino porque sentía verdadera curiosidad por saber el resultado que podía dar la combinación de provocación con confesiones familiares en el tema de un hermano con sobrepeso extremo.

El resultado ha sido un libro en mi opinión muy conseguido y sorprendentemente accesible, con una historia familiar que parece sacada de alguna de las peores novelas de Isabel Allende pero que se ve compensada por el tono narrativo en el que las opiniones sobre todo tipo de temas se presentan en su estado natural, sin edulcorarlas para suavizarlas ni especiarlas para dotarlas de mayor poder de penetración.  El foco de atención es el culto al cuerpo y el lugar que la comida tiene en la sociedad actualidad y se nos presentan ejemplos de varios extremismos a los que se puede llegar al respecto, desde las dietas más radicales pasando por la obsesión por la comida sana y el ejercicio hasta la obesidad mórbida que impide al sujeto que la sufre seguir funcionando socialmente. En ninguno de los casos se ofrecen juicios de valor al respecto, pero sí se detallan las diferentes reacciones del entorno y las consecuencias que estos hábitos alimenticios extremos van a tener en la vida de las personas que los practican y la de sus allegados. La conclusión es que hemos perdido por completo la función natural de la comida, que es la de alimentarnos, y que comer actualmente puede ser un montón de cosas pero nunca el acto automático y necesario que debió de ser en sus orígenes.

 Pero el libro no es una guía dietética, sino una crónica familiar presentada sobre el telón de fondo de la obesidad extrema del hermano mayor frente al frikismo de comida sana del marido de la narradora, que a su vez lucha contra unos cuantos kilos de más que se le han ido pegando al cuerpo a partir de cumplir los cuarenta. Todo esto en una familia con antecedentes bastante fuera de lo común (una ex mujer adicta, un padre antigua estrella televisiva, una madre fallecida en extrañas circunstancias) que no van a facilitar unas relaciones familiares ya de por sí complejas. Para mi gusto a la familia le sobran antecedentes e historia pasada, mientras que los personajes actuales resultan un tanto planos y unívocos en su papel estereotipado de marido incomprensivo, hijo/a adolescente y padre egoísta y mitómano.  Shriver se muestra en esta novela mucho más atinada en los argumentos y las tesis que en la caracterización, los personajes son figuras al servicio de la trama y el único de ellos con una personalidad propia aparte de la narradora es precisamente el gran hermano que está basado en una figura real. La novela resulta un extraño antihomenaje a su persona, una catarsis personal de su hermana que se ahorró (espero) años de terapia escribiendo este libro sobre responsabilidad filial y los sentimientos de deber y culpa tan peculiares que solamente se pueden encontrar en las familias.

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