Contaba en su blog José Antonio Montano allá por 2007, cinco años después de la tragedia del Prestige, el caso peculiar de una relación sentimental que se fraguó en el flujo del chapapote. En realidad, se hacía eco de la entrevista realizada desde los micrófonos de la SER a esta pareja de voluntarios en causas perdidas. Como si no hubieran tenido suficiente, tras asistir al hundimiento de un buque, se decidieron a contraer matrimonio, valga la redundancia. Aunque de momento aseguraban estar enamoradísimos, el poder del anillo siempre puede ser destruido en Mordor.
Cuando salió a relucir el nombre de Lucía, la hija que alumbraron aquellas ennegrecidas playas, el tono de la conversación se tornó trascendental. Apoyada en la muleta de la casuística, la locutora les preguntó si eran conscientes de que sin la catástrofe del Prestige hoy su hija no existiría. La madre, una ecologista de pro, intentó escabullirse cual Houdini. Un poco de tinta de calamar para condimentar tanto chapapote. Para rematarla, ya puestos, podría haberle preguntado si pasó por el altar embutida en uno de aquellos horrorosos monos blancos o que si a final de mes nota en el bolsillo el baile de precios del petróleo. No hay amor sin pena; ni gloria sin amor.
La política es eso, fundamentar el éxito propio en el fracaso ajeno. Contra peor, mejor. Esta familia se lo debe todo a un acontecimiento la mar de siniestro. De igual modo, Zapatero llegó a La Moncloa probablemente por los atentados del 11-M, Rajoy por los estragos provocados por la dolorosa crisis y así. Un país que se desmorona es el canario en la mina de un político con ambición.
En el capítulo piloto de Six feet under, hay una escena en la que la madre le cuenta a la hija cómo antes de que esta última naciera las empresas funerarias tenían servicio de ambulancia. El padre hacía humor negro con el tema: “Dale varias vueltas a la manzana y así no hay que ir al hospital”.
Uno de los personajes estelares de esta serie es Rico, el embalsamador del tanatorio. Es espeluznante ver cómo presume de reconstruir a los cadáveres: “De esta estoy muy orgulloso [foto del antes]. El esposo se quedó sin trabajo, enloqueció, le disparó a su mujer en la cabeza y él se dio un tiro en la boca. Iban en ataúd cerrado y mira esto [foto del después] parecen los novios de los pasteles. [Cambia la expresión del rostro] Y después los cremamos. ¡Qué desperdicio!”.
Me recuerda a Rajoy and company cuando hablan de los brotes verdes y la senda de la recuperación. A lo mejor es que España ya está muerta y ellos solo se han limitado a ponerle la mortaja. Eso sí, ¿la exhibirán en ataúd cerrado o abierto?