Fotografías: Ismael Llopis (Momo-Mag)
«Las casadas, especialmente si tenían hijos, tendían a adoptar una actitud de superioridad como si sus conocimientos sobre la gente y las relaciones ya estuvieran aprobados de antemano, incluso aunque las solteras los extrajeran de un mayor número de experiencias y hubieran visto más mundo: precisamente de ahí era de donde deriva la sabiduría que yo quería descubrir»
Solterona, página 75
Kate Bolick (Newburyport, Massachusetts, 1972) ha escrito un libro generacional repleto de temas que durante años han quedado escondidos tras el biombo de los tabúes. Solterona (Malpaso, 2016) es una reivindicación, el derecho a estar sola por elección propia. El derecho a sobrevivir en la jungla de una sociedad emparejada hipócrita y bien queda. Bolick agarra el concepto solterona y le da cien vueltas, lo devuelve a su lugar, lo dota de dignidad e identidad propia, se lo hace suyo y te lo escupe a la cara. Se lo arroja a una sociedad con roles de género desgastados y con un unos prejuicios vomitivos y caducados. A través de la biografía de cinco escritoras de referencia, de sus propias experiencias como mujer y mediante un estudio exhaustivo de estadísticas demográficas, esta escritora norteamericana cierra filas y lo deja bien claro: que cada uno lleve la vida que quiera llevar. Grita contra los roles establecidos, los dichos populares y una historia llena de injusticias para aquellas personas que han decidido no estar en pareja. Solterona es una declaración de intenciones en toda regla, y ella, por supuesto, no lo esconde.
–Hablas sobre a ti a través de cinco escritoras distintas, a las que llamas las «despertadoras». ¿Cuándo empieza todo este proceso de identificación?
– Empecé a leer a estas mujeres cuando tenía veinte años. En 2006 intenté escribir un libro sobre tres de ellas y mi relación con ellas, pero no pude hacerlo, me pasaba todo el día llorando. Cuando me senté esta segunda vez a escribir el libro, hubiese podido incluir a más mujeres que también me han marcado, pero no quise. Cogí las cinco que me habían influenciado más, no son mis escritoras favoritas, pero sí las que más poder han tenido en mí. Son cinco mujeres que en su tiempo, se hicieron las mismas preguntas que yo me he hecho en algunos momentos de mi vida. Leyendo su obra y sus biografías puede conectar con ellas.
–¿Cómo encuentras tu voz narrativa entre esas cinco escritoras?
–Eso fue lo más difícil. La verdad es que pasé meses haciéndome la misma pregunta. Me costaba encontrar una voz narrativa que fuese lo suficientemente grande como para abarcar todos los temas que quería tocar: humor, memorias, biografías, historias, crítica…Sabía que la respuesta era mi propia voz, pero me costó encontrarla. Realmente, no te puedo contestar la pregunta… Lo cierto es que al final llegué a donde quería llegar.
–Perdiste a tu madre cuando tenías 23 años. ¿Intentas buscar a través de todas esas escritoras a tu propia madre? El libro empieza con su pérdida…
–Sí. Hace unos años, cuando iba al psiquiatra, también me lo comentó: todas esas mujeres que yo leía, de las que hablaba, de las que escribía… Todas tenían algo en común con mi madre: todas estaban muertas. Eso me lo dijo el psiquiatra, lo que era un demasiado obvio. [Risas] Pero luego me di cuenta que sí, que era cierto. Que todas esas mujeres con las que yo mantenía conversaciones, incluida mi madre, estaban muertas. Mi madre era una excelente conversadora, muy curiosa. Me encantaba hablar con ella de mis cosas. Lo primero que pensé cuando murió fue: “joder, mi madre ha muerto, necesito hablar con mi madre sobre esto». ¿Cómo iba a recrear esas conversaciones durante el resto de mi vida? No hay nada como una madre, no hay ninguna persona que pueda ser equivalente. Ni una amiga. Y entonces empecé a encontrar a esas escritoras, que no eran figuras maternales pero que me ayudaron a recrear todas esas conversaciones que habían quedado pendientes con mi madre.
«Ha pasado más de un siglo. Hoy en día les decimos a las niñas que esperen a hacerse mayores para ser o hacer lo que quieran, pero la presión social por ser madre sigue siendo muy fuerte y rara es quien no sucumba, al menos en alguna ocasión, al miedo inquietante de que. si nunca tiene hijos, se arrepentirá de ello toda su vida»
Solterona, página 320
–Spinster en inglés, solterona en español. Una palabra con muchas connotaciones, nada inocente y que habitualmente se lleva como una lacra. Tú cambias de lugar esa palabra y la pones donde tú quieres que esté. Solterona por elección, no esperas a nadie. Coges el concepto y lo traes desde el infierno para dotarlo de dignidad…
–Sí. Efectivamente. En inglés también tiene todas esas connotaciones. Una de las razones por las que escogí este título es porque tiene todas esas connotaciones negativas. Mucha gente se deja guiar por el título y cuando lo leen, retroceden, literalmente. Aún me choca que la gente pueda tener esas reacciones, no tiene sentido. Hace unos años, el matrimonio era una necesidad económica y social para las mujeres, pero hoy en día tenemos muchas oportunidades, como nunca las hemos tenido. Tenemos independencia económica y social . Trabajamos, nos cuidamos entre nosotras…No necesitamos a un marido que nos cuide. Tampoco necesitamos del amor como tal, esa parcela de nuestra vida puede estar completa sin un marido, con amigos, una familia, un buen trabajo, las aficiones etc. Aunque sé que es complicado que la palabra pierda el estigma y tampoco espero que la gente use la palabra solterona con un nuevo significado.
–Bueno, en España, la palabra solterón, en masculino, muchas veces va acompañado de la coletilla “de oro”.
–¡Uau! El lenguaje es fascinante. En inglés sólo tenemos bachelor, que no tiene ninguna connotación, o por lo menos no tiene un estigma negativo. ¡Increíble!
–Hablamos de la independencia económica y social de las mujeres. Sin embargo, aún hay muchísimas brechas de género. Por ejemplo, la brecha salarial: los hombres continúan ganando más dinero que las mujeres por hacer el mismo trabajo; la conciliación laboral: o eres madre o trabajas. Aún nos quedan muchos obstáculos, ¿no?
–Sí. Los puestos de trabajo deberían ser más mother friendly. Es algo que me marcó mucho de pequeña: miraba a todas esas mujeres tan exitosas, pero tan exhaustas…Pensaba que no era para mí. Creo que las empresas se deberían plantear seriamente todos estos temas, y los gobiernos deberían hacer nuevas políticas laborales pensando en las mujeres que son madres o que lo quieren ser. Bajas maternales más largas, para ambos, padres y madres, servicios de guarderías más accesibles, horarios más flexibles… Además, actualmente está muy mal visto que las mujeres decidan cuidar de sus hijos y anteponerlos a su vida laboral. Todo está lleno de obstáculos.
–Si decides tener un hijo con 25 años, la gente te dice que eres demasiado joven y que estás tirando tu juventud, si lo decides tener con 30, te dicen que deberías centrarte en tu carrera profesional y con 35 eres demasiado mayor. Hagamos lo que hagamos, estamos condenadas. ¿Qué pasa con toda esta presión social, aún vigente?
–Esto también pasa en Estados Unidos. Sobre el tema de tener hijos: sólo una pequeña parte de la población de mujeres decide no tenerlos. El porcentaje es muy pequeño. También sólo una parte muy pequeña sabe que quiere tenerlos. El resto, la mayoría de nosotras, no lo sabemos. Vamos hacia dónde nos lleva la vida. De esto no se habla: se habla de las que quieren tener hijos y de las que no. Deberíamos poner sobre la mesa esos temas y afrontarlos: hablar de esas mujeres como tú y como yo que no lo sabemos.
«La ciencia nos dice que, al igual que ocurre con la felicidad, nuestra predisposición a la soledad viene codificada en nuestros genes. Otros nacen in circunstancias de aislamiento que les graban una propensión a un aislamiento aún mayor. Y hay estudios que han demostrado que los periodos prolongados de soledad extrema y constante modifican la configuración molecular de una persona y debilitan su sistema inmunitario»
Solterona, página 128
–En tu libro hablas mucho de la soledad y de la predisposición genética a ella, algo que me parece muy interesante. Tengo la impresión de que nunca se nos enseña a estar solos y solemos ver la soledad como algo terrorífico.
–Sí, como sociedad, tenemos mucho miedo a la soledad. Sentir que estás sola es un sentimiento muy negativo, pero a veces, vivir sola, es toda una declaración de intenciones, en ese sentido, el concepto adquiere otro significado. Cuando tenía 30 me di cuenta de que nunca había estado sola: siempre fui una buena hija, una buena novia, una buena hermana, una buena amiga… Pero nunca había estado sola. Fue entonces cuando me di cuenta de que debía aprender a cuidar de mi misma, y no sólo estar atenta a los demás. Aunque te cases, aunque estés en pareja, es posible que, tarde o temprano, tengas que afrontar la soledad. Quería aprender a estar sola y a estar contenta estándolo. Supe desde el principio que no iba a ser una tarea fácil, sin embargo, tampoco me imaginaba que fuese tan duro. Se trata de encontrar el equilibrio. Al principio de vivir sola me pasaba que tenía pánico a estar en casa, me pasaba el día haciendo planes y quedando con amigos, para llegar tarde a casa, dormir y volver a salir por la mañana.
–Sí, conozco el sentimiento. He estado viviendo sola tres meses…
–Tienes que construir tu propio espacio: un lugar donde estés a gusto, donde puedas llevar a amigos y donde puedas estar tu sola sin que la casa se te caiga encima. La gestión del tiempo es fundamental para las personas que aprenden a vivir solas.
–Estuve dos semanas sin televisión y sin Internet y quería tirarme por la ventana.. Hay un tema que sale repetidamente en tu libro: la construcción de la propia identidad en relación a los demás. Entiendo que no somos seres concretos y únicos, sino que somos lo que somos a partir de nuestras relaciones sociales, ¿es eso?
–Crecí en un entorno donde la relación con el otro era muy importante. Me gusta que la gente esté contenta, que se sienta bien, no me gusta el conflicto… Hace un tiempo me di cuenta de que en las relaciones, me dejaba ir: me ocupaba más del otro que de mi misma. Priorizaba a la otra persona, de manera instintiva. Tuve que dejar de estar en pareja para darme cuenta de lo que quería, para poner mis necesidades como prioridad, sin pensar en el otro. Cuando lo aprendí, puede volver a estar en pareja. En mi caso, yo tuve que aprender a estar sola, fue un aprendizaje, imagino que no es igual para otras personas.
–Tengo la suerte de trabajar con adolescentes, algo que me encanta porque aprendo mucho… Me fascinan los modelos que tienen, son influencias muy negativas: youtubers que les llenan la cabeza de tonterías, chicas delgadísimas que les enseñan trucos para perder kilos, para disimular imperfecciones. Me cuesta entender la dirección en la que vamos.
–Sí, la sociedad tiene un problema con los modelos en los que nos fijamos. Cuando yo tenía 28 años decidí que quería estar sola, pero mirase donde mirase, las mujeres que estaban solas se consideraban unas fracasadas. Hay un parte de las mujeres que sólo se dedica a eso: a centrarse en la pareja, la casa, los hijos…En definitiva, a no estar solas. La edad media para casarse ha cambiado, ha subido. En España está en 32 años, en Estados Unidos, en 27. Esta tendencia empezó a cambiar durante los noventa. Tuvo mucho que ver la aparición de Sexo en Nueva York, la serie. Hubo un cambio, sin embargo, las mujeres de Sexo en Nueva York, están obsesionadas con los hombres, con las citas, la serie va de eso. Luego mira El diario de Bridget Jones, una tía patética que necesita un hombre para estar contenta, para adelgazar, para sobrevivir… Aún hay mucha fábula sobre el hecho de estar soltera, y los modelos que tenemos, por supuesto, no ayudan. Estadísticamente, la mayoría de las mujeres no están casadas, sin embargo, no se ven representadas en la sociedad, en los medios populares.
–Creo que mucha gente no ve el problema de estar soltera a los 40, sino el hecho de continuar soltera a los 65, a los 70. La gente se imagina a sí misma comiendo sola el día de Navidad. Aún hay mucha mitología respecto a eso.
–El hecho de que podamos hablar del tema de la soltería tal y como lo hacemos, es todo un avance. Hace cuarenta años, era un tema tabú. La idea de temer al futuro es opresiva y es fruto de nuestra imaginación. Nadie sabe lo que nos depara el futuro: puede que estemos casados, casadas, que tengamos hijos y que nos hayamos divorciado, que hayamos enviudado. ¿Quién sabe? O quizás tengas hijos que viven en otro país, en la otra parte del mundo y también tengas que comer sola el día de Navidad.
–O quizás tengas unos hijos terribles que no te hagan caso, quién sabe…
–Exacto. Creo que una de las soluciones es vivir la vida de manera expansiva, con curiosidad y valorando todo tipo de relaciones, y no sólo las relaciones amorosas. Hay que valorar las relaciones de familia positivas, las relaciones de amistad, las laborales… todas. El otro día estuve entrevistando a Gloria Steinem, que tiene 82 años, es una mujer increíble. Estuvo casada durante cinco años, pero el marido murió. Vive como una persona joven, con una energía extraordinaria. Volviendo al tema de la soledad… Está comprobado que la soledad de larga duración es negativa, para el cuerpo y para la mente, por eso es importante aprender a estar solos, a ser interdependientes y a establecer otros tipos de relación.
–Al fin y al cabo somos animales sociales, ¿no?
–Exactamente.