Fotografía: Pablo Mahave
Omar Ashour tiene 28 años y ha pasado los últimos dos fuera de su país natal. Abandonó Egipto y, después de un periplo por el Amazonas trabajando en una granja ecológica, se encuentra en Madrid estudiando un master de Relaciones Internacionales. Estamos en la Casa Árabe dónde estos días proyectan un ciclo dedicado al quinto aniversario de las primaveras árabes: Más allá de Tahrir. Omar fue cofundador del Free Egyptians Party, uno de los primeros partidos políticos que nacieron en el seno de la revolución y que, hoy en día, es uno de los más consolidados del país.
Le informo de que vamos a empezar la entrevista y le doy al play. “Oye, ¿y la cerveza?”, pregunta en un perfecto inglés. No se ha olvidado de nuestro trato: una cerveza por la entrevista. “Que sean dos Almazas le pido al camarero. No es cerveza egipcia, pero es la marca más famosa de Líbano. Luego habrá hummus, le prometo.
–¿Qué balance haces de la revolución democrática de Egipto en el quinto aniversario de la Primavera Árabe?
–Creo que Egipto es casi un completo fracaso, está peor ahora que cuando comenzó todo. Antes vivíamos en una oligarquía, que es un sistema controlado por un grupo de personas con influencia, con poder, con negocios… pero ahora tenemos una dictadura militar, que es siempre peor que una oligarquía.
–¿Cuáles fueron tus motivaciones para crear un partido? ¿Qué querías cambiar en tu país?
–Vienen de la misma motivación por la que me uní a la revolución: era una oportunidad para cambiar el régimen de una dictadura a una democracia y, en consecuencia, mejorar el país. El lema de la revolución solía decir tres cosas: aish, horeya y aadala egtemaaya. Aish es pan, que significa un sistema económico mejor; horeya es libertad y aadala egtemaaya es igualdad social. Estas eran las demandas de la revolución y también mis motivaciones, las cuales me dieron la oportunidad de unirme con otras personas y pasar del movimiento social al verdadero movimiento político estando en el parlamento y en el gobierno.
–¿Cuáles fueron las dificultades y obstáculos principales que encontrasteis para la creación del partido?
–La verdad es que fueron un montón. Primero tuve un profesor en mi universidad [la Universidad Británica del Cairo] que era exministro de Exteriores y decidió formar un partido político. Es bastante conocido en Egipto, su nombre es Abdallah Al Ashaal. Nos pidió a algunos alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas que nos uniésemos a su movimiento. Comencé a trabajar con él estableciendo las guías del partido: qué defendía, cuáles era sus objetivos… Luego Abdallah decidió que no iba a crear el partido político sino que quería presentarse a presidente. Quería que todo el mundo que trabajaba con él en el partido se moviera y comenzara a ayudarle en las elecciones presidenciales. En ese momento yo no confiaba en él como futuro presidente.
–¿Por qué cambió de idea?
–Sentía que tenía más oportunidades de presentarse a presidente que de crear un partido político porque en ese momento –y eso era un problema– mucha gente comenzó a pensar en formar partidos. Pasamos de tener nueve partidos políticos en Egipto antes de la revolución –ocho de los cuales eran irrelevantes– a tener más de 60 solicitudes para crear una formación política. Muchas iniciativas se quedaron por el camino porque te ponían muchos requisitos. Sin embargo, mi profesor entendió que era muy complicado competir contra tantos partidos y decidió ir directamente a por la presidencia. Algunos dejamos su campaña y nos unimos a otras personas que querían hacer un partido político. ¿Cuáles fueron las dificultades? Muchísimas, empezando porque no teníamos ni idea de lo que era un partido político, de cómo se hacía un partido político, ni de cuál era su organización. No teníamos financiación ni tampoco sabíamos cómo interactuar con el Gobierno. Teníamos desafíos legales, financieros, políticos y sociales.
–¿Todos erais alumnos de la facultad de Ciencias Políticas?
–No, el origen de cada uno era muy diferente. Había desde niños que seguían en el instituto hasta doctores. El mayor de todos tenía 41. Durante la revolución mucha gente estaba todavía en el instituto. Es decir, los jóvenes de 16, 17, 18, 19 años se estaban uniendo a la revolución; en realidad, la gente más joven es la gente con más ánimo. En el partido la edad media era de 30 años y todos éramos de diferentes orígenes y clases sociales. De hecho, la gente que estudiaba ciencias políticas éramos la minoría.
–¿Dónde conseguisteis la financiación?
–Gracias a algunas conexiones. Empezamos a hablar con muchísimas personas y, de repente, alcanzamos a un hombre llamado Naguib Sawiris, que es el empresario más rico de Egipto. Conocíamos a algunas personas que conocían a otras personas que conocían a Naguib y hablaron con él. Nos contactó y nos reunimos para explicarle qué queríamos hacer. Es un hombre muy eficiente, nos dijo: “Quiero saberlo todo para poder planearlo bien. Quiero saber lo que necesitáis, qué vais a hacer con el dinero, quiero todo bien claro. Si me lo entregáis, tenéis todo mi apoyo”. Lo hicimos y decidió trabajar con nosotros.
–¿Cuáles fueron los pasos que seguisteis después de conseguir la financiación?
–Decidimos contactar por e-mail con miembros del Partido Demócrata Liberal de Inglaterra. Ellos se emocionaron bastante porque todo el mundo estaba leyendo noticias sobre Egipto. Cuando se enteraron de que estábamos creando un partido político demócrata y liberal, nos invitaron a Londres a pesar de que nosotros sólo habíamos pensado en contactar con ellos por e-mail. Le pedimos a Naguib que nos financiara el viaje y fuimos 18 personas a Inglaterra. Nos reunimos con diferentes miembros del partido que nos estuvieron dando consejos durante toda una semana. Después, comenzó la segunda etapa donde lo más importante fue registrarnos como partido político en Egipto. Había que tener una base de datos, un número mínimo de apoyos con firmas, que procedieran de diferentes regiones… Completamos todos los requisitos y creamos el partido.
–Volviendo atrás, ¿por qué decidisteis contactar con los liberal demócratas?
–Fue un debate interno. Pensamos en Inglaterra porque creíamos que era la mejor democracia que existe en el mundo o, por lo menos, la más antigua. Es una buena democracia por la forma en la que funcionan los partidos políticos. La siguiente pregunta fue: ¿Con qué partido contactamos en Inglaterra? Decidimos que nuestra ideología iba mejor con los demócratas que con los laboristas o los conservadores.
–¿Por qué decidiste desvincularte del partido?
–Mi idea de la política no es interesada, para mí la política es hacer algo por la comunidad. Eso ha sido para mí muy importante porque provengo de un país en el que veo a todos los políticos trabajando únicamente por su propio interés y siempre me dije que, si me unía a la política, nunca sería esa clase de persona. Cuando estábamos trabajando en las elecciones parlamentarias, una de las áreas de acción era un distrito en El Cairo llamado Heliópolis. Allí había un liberal muy famoso: un joven profesor universitario llamado Amr Hamzawy. Para mí ese hombre tenía que estar en el Parlamento pero estaba compitiendo en uno de los distritos que nosotros queríamos. Creía que la gente liberal debía cooperar entre ellos. El asunto no era cuántos asientos iba a conseguir nuestro partido sino sobre cuántos asientos podían lograr juntos los liberales contra los islamistas y el viejo régimen. Yo pensé que, si ese hombre se estaba presentando en ese distrito y tenía muchas oportunidades, debíamos dejar de competir contra él y apoyarle. La mayoría dijo que no. Se convirtió en una cosa personal porque pensé: esto puede ser el punto de partida para poner mi interés y el de mi partido por encima del interés del país. Si lo hago una vez y continuo en un partido que lo hace también, quizá se convierta en lo habitual.
–¿Es por eso que te mudaste a Europa?
–Primero dejé el partido y me cambié al Egyptian Social Democratic Party, únicamente como afiliado. Me atrajo porque mis ideas son muy parecidas. Este partido era más socialista, más de izquierdas, me gustaba más y tenían intelectuales en el consejo. Solicité unirme al partido y me convertí en un afiliado más. Después dejé la política porque ser miembro en un partido no es un trabajo a tiempo completo y yo necesitaba un trabajo de verdad.
–Supongo que la reflexión también fue: ¿Cuál es el sentido de estar en un partido sino tienes la posibilidad de hacer política?
–Exactamente, sin un parlamento es imposible. El Parlamento fue elegido en 2012, dejé mi partido y me uní al otro. En ese tiempo todavía seguía habiendo un parlamento y el nuevo partido al que me uní seguía teniendo asientos ahí, así que todavía seguí interactuando en varios eventos discutiendo sobre leyes y legislación. Al año siguiente, en junio de 2013, el Parlamento fue disuelto y el partido se convirtió entonces en algo inútil. No tenía sentido nada de lo que estaba haciendo: no había parlamento, no había libertad de expresión, no había un compromiso con la vida política pública.
–Después de tu experiencia, ¿sigues creyendo en la capacidad de los ciudadanos egipcios de gestionar un cambio en el país?
–Por supuesto, no creo en nada más. Lo único que veo ahora es que la capacidad de los ciudadanos de cambiar es una parte que tiene que ser completada con organización. La gente es caótica: sabe lo que no quiere pero no sabe realmente lo que quiere. La gente sale y dice “odio a ese tipo, a ese presidente, no me gusta el gobierno” pero luego, si les preguntas qué es lo que quieren, no tienen ni idea. También hay otro problema: si hay un millón de personas juntas es fácil que lleguen al acuerdo de que no quieren “X “ pero luego, cuando se empieza a hablar de la solución, empiezan a estar divididos.
–¿Crees que la razón por la que la revolución falló es que la gente no sabía lo que quería? ¿No tenían un plan consistente para el día de después?
–Creo que la revolución falló en parte porque no teníamos un plan. Después de la caída del régimen no había un plan colectivo que uniera a todas las personas de la revolución. No había un líder, lo que es una cosa buena y mala. Algunas revoluciones tienen un líder muy claro pero nuestra revolución no. Había algunos actores clave pero no era únicamente uno. Cuando no tienes un líder específico, todas las personas que tienes en la calle no saben a quien seguir y se dividen. No obstante, la razón principal por la que la revolución falló fueron los militares. Los militares dijeron que iban a llevar a cabo una transición hacia la democracia pero lo tenían muy bien planeado ya que lo que querían era hacer fallar a la revolución. Querían que Hosni Mubarak fuera derrocado pero no creían en un nuevo gobierno democrático.
–¿Qué piensas del papel de los Hermanos Musulmanes después de la revolución y en la implementación de la democracia en Egipto?
–En su momento pensaba que eran muy malos. Cuando ganaron yo no estaba contento pero una vez en el poder me dije que debía de estar de acuerdo. Pensé: “Esto es la democracia, no siempre va a funcionar como yo quiera exactamente. Estarán en el poder cuatro años y nosotros mientras tanto trabajaremos”. Durante ese año parecía que cada vez eran peores los Hermanos Musulmanes. Por una parte porque eran malos pero, mayoritariamente, porque los medios querían mostrarlos así. Quizá estaban teniendo un 50 por ciento de fallos pero los medios hacían que ese 50 por ciento pareciera enorme. Esto nos movilizó a mucha gente en contra de ellos y el 13 de junio, que fue la segunda revolución, mucha más gente salió a la calle y les quitaron del poder. Desde Occidente dijeron que aquello había sido un golpe de Estado y yo pensé que no lo era porque la definición de un golpe de Estado es que los militares toman el poder, no que quitan a alguien de ese poder. En ese momento los militares no tomaron el poder, derrocaron al presidente y dijeron que iban a convocar elecciones, que iban a crear una nueva Constitución, un nuevo Parlamento. Pero una vez que Al-Sisi, el líder de los militares y jefe de Defensa, se presentó a presidente, ganó y no convocó un parlamento durante dos años, eso sí que fue oficialmente un golpe de Estado.
–¿Piensas que eran mejores los Hermanos Musulmanes que los militares?
–Sí, ahora mismo pienso que sí.
–¿Crees que es correcto hablar del despertar árabe?
–Sí, de hecho «despertar» es un término mejor que «primavera». La gente se despertó, incluso la gente que ni siquiera se podía imaginar que Hosni Mubarak pudiera ser derrocado. Ahora los egipcios piensan que sí es posible derrocar a la gente que ocupa el poder. Es una revolución cultural en la relación que los ciudadanos tienen con el presidente y con el poder.
–¿Estos movimientos que han recorrido el mundo árabe eran revoluciones de verdad? En otras palabras: ¿golpe de Estado o revolución permanente?
–No creo que sea blanco o negro. Definitivamente en cada uno de los casos hay una legítima llamada de la gente que está siendo maltratada, que no tiene igualdad, no tiene derechos humanos o libertad de expresión. Siria era lo peor. Conozco a gente de Siria que contaban que si hablabas mal de Bashar en un café, en menos de cinco minutos había policías que te sacaban de allí. En Egipto teníamos mucha más libertad: podíamos hablar, podíamos decir que Hosni Mubarak era una mierda y a nadie le importaba. Siria era horroroso. En cuanto a Libia… ese hombre [Gaddafi] estaba loco. Que la gente tenía una causa para revolucionarse, seguro. Que era una revolución real que provenía del corazón de las personas, sí. Que fue usado por otras organizaciones y personas, eso también.
–¿Crees que la Primavera Árabe hubiera sucedido sin las redes sociales?
–Creo que un 90 por ciento del estallido de la revolución fue gracias a las redes sociales. Durante nuestra revolución sucedió una cosa genial. Los dos equipos de fútbol más importantes de El Cairo, Ahly y Zamalek, hicieron que la revolución fuera un éxito. Estos equipos tienen unos ultras de fútbol muy potentes, que siempre van en contra de la policia porque en los partidos normalmente luchan contra ellos. Son muy organizados, jóvenes, fuertes, motivados y apasionados. Estaban en Tahrir donde nosotros también nos encontrábamos. Nosotros éramos una mezcla de gente muy diferente y muy desorganizada. Cuando la policía nos atacaba era un caos: todo el mundo corría por su lado, los gases te hacían caer al suelo, etc. La policía nos podía destrozar en un minuto pero lo que nos salvó fueron los ultras. Llegaron a la plaza como un ejército y pararon todo. Eran 6.000 ultras, pero parecían 6.000 soldados. Fueron la única cosa que hizo que la policía se retirara. Comenzamos a hablar con los ultras, a conectar con ellos a través de las redes sociales, de las fan pages, a preguntarles cómo lo hacían, qué nos aconsejaban cuando fuéramos a una plaza. Ellos nos dijeron cosas como que nunca hay que ir por una misma calle porque como bloqueen la calle ya no se puede acceder; que cuando hiciéramos frente a un coche de la policía, nunca debíamos utilizar ni piedras, ni huevos, sino que había que lanzar pintura a las lunas de los furgones para que el conductor no viera nada. Ellos nos dieron todos esos consejos a través de las redes sociales. Que el 25 de junio la gente saliera a la calle fue completamente gracias a Facebook y la primera cosa que el Gobierno hizo fue bloquear internet dos días porque se dieron cuenta de que todas las movilizaciones procedían de la red. ¿Hubiera ocurrido si no hubiera habido redes sociales? Creo que sí, mucho más tarde y de forma diferente. Las redes sociales ayudaron a que pasara de esa manera y en ese tiempo.
–Voy a enseñarte dos fotografías… Esto es el 15-M en Madrid.
–¿Esto es Madrid? Pensé que era Tahrir.
–Y esto es Tahrir [coloco las fotos una al lado de la otra para que pueda comparar].
–Madre mía, ¡qué parecido!
–Algunos llaman al 15-M la Generación Tahrir. Mirando estas dos imágenes son casi idénticas.
—Son muy parecidas. En el medio siempre estaba la base donde había comida y los cuidados médicos. Normalmente, muchas de estas personas [señala las partes menos céntricas de la plaza] se irán a casa porque son 18 días consecutivos y mucha gente no va a acampar tantos días. Mucha gente va dos horas o un día y después se va. Pero estas tiendas y estas personas [señala el centro de la plaza] durmieron allí los 18 días, duchándose ahí, viviendo allí. A lo mejor iban un momento a casa a por ropa y comida pero luego volvían. Eran el corazón.
–¿En qué manera crees que el movimiento en Tahrir influenció al 15-M o a otros movimientos jóvenes que han surgido en Europa como Portugal o Italia?
–Creo que fuimos una inspiración para el mundo. Lo importante no es sólo la democracia sino las condiciones sociales y esas condiciones son compartidas en todo el mundo. Aunque España, Portugal o Grecia tengan una democracia, su falta de condiciones es como la de Egipto. Incluso en Estados Unidos ocuparon Wall Street porque es el corazón económico del sistema, de la desigualdad social. Ya te dije antes que el lema en Egipto era aish, horeya y aadala egtemaaya: pan, libertad e igualdad social. La libertad es una idea política pero pan e igualdad social son ideas económicas… Es increíble pero dos tercios del movimiento son motivos económicos.
–Podemos está ahora en el Congreso español y nació fruto del 15-M. ¿Crees que el 15-M fue un éxito y Tahrir un fracaso?
–No conozco mucho sobre España pero yo apoyo a Podemos. Apoyo a todos estos nuevos partidos que van en contra del sistema, que lo quieren cambiar y de eso va la revolución. España tiene un sistema político que favorece que a movimientos como Podemos les sea fácil meterse en política. Nosotros hicimos lo mismo, llegamos a entrar en política pero luego todo se terminó.
–Noam Chomsky dijo: “Las chispas encendidas por la Primavera Árabe pueden volver a estallar en llamas». ¿Cuál va a ser el futuro de Egipto?
–Estoy completamente de acuerdo con la frase. Creo que con la situación actual que hay en Egipto, el descontento de la gente va a ir creciendo cada día más. Cuando el general Al-Sisi accedió al poder tenía casi el 90 por ciento de apoyo y ahora no llega ni al 30 por ciento en tan sólo dos años. Las dos primeras veces que derrumbamos al Gobierno no eran militares. Primero era un partido y después los Hermanos Musulmanes, que es una organización. En esas dos veces los militares no fueron tocados pero ahora los militares son un partido, son los que están gobernando y si vamos a enfrentarnos a ellos puede ser muy peligroso porque sería una revolución contra el ejército del país. No creo que Egipto tenga nunca una guerra civil porque no tenemos diferentes grupos sociales, pero puede ser mucho más violento. Lo que espero que pase en Egipto es que haya un cambio gradual. Habrá descontento, la gente protestará más y el Gobierno tendrá que hacer cambios rápidos y quizá, en las próximas elecciones, habrá alguien nuevo, unas nuevas elecciones, un nuevo parlamento, un nuevo presidente.
–¿Te presentarías a presidente? ¿Volverás a la política?
–Ser presidente está muy lejos, no creo que esté cualificado para ello. Si sintiera que la política vuelve a ser una verdadera política en la que los partidos tengan poder, sentido… claramente volvería.