¿Qué hacer con el Valle de los Caídos? ¿Debería destruirse el mausoleo que se hizo construir –aprovechando los brazos derrotados de miles de republicanos– el Generalísimo tras la Guerra Civil como futura tumba? ¿No sería mejor reconvertirlo en un museo que explicara sin pelos en la lengua cómo de sangrienta y represora fue la dictadura franquista, como parte de la ansiada –y olvidada por la mayoría de los partidos– recuperación de la memoria histórica? Planteamos estas preguntas a nuestros colaboradores Daniel Moya y Bianca Sánchez, quienes trenzan este interesante debate en torno al símbolo franquista más importante de cuantos han sobrevivido, de momento, a 37 años de constitucionalismo democrático.
Daniel: El Valle de los Caídos sobra. Al menos, en su concepción actual. Es un lugar de culto para la oscuridad más triste en la Historia de España. ¿Por qué Franco sí puede tener un santuario en el que pasar la eternidad enterrado y miles de personas permanecen en fosas? De los que combatían a Franco y los que combatían con Franco. ¿Ése es el honor del que se sienten orgullosos sus defensores? Se venera a un genocida en un paraje celestial y se le trata como un héroe de España junto al fundador de uno de los movimientos más vergonzosos que ha dado este país. ¿Es eso memoria histórica? ¿O es reírse de la otra parte de España, de los que defendían otras ideas? Que sí, que cansa esto de las dos Españas, pero es una realidad y será una realidad mientras no se haga justicia. Hay una España que, protegida, se mantiene por encima sin rigor ni justificación. Y a la otra, a la España vencida, se le dice que remover el pasado es levantar la mierda. La mierda que, precisamente, ellos depositaron en un país que hoy exhibe el Valle de los Caídos como si fuera el escenario de un funeral de Estado continuo. Así se honra al dictador que socavó durante 40 años la libertad de los españoles que no pensaban como él. Que al Generalísimo le homenajeen en un cotito privado, que no sea el emblema de un edificio nacional, construido por sus víctimas humilladas. ¿Es ése el recuerdo de la Guerra Civil que hay que tener? ¿Para quién hecho el Valle de los Caídos? Que derrumben ese monumento, eso es lo mejor que se puede hacer con el Valle de los Caídos.
Bianca: Vamos a ver, Daniel. Creo que, para empezar, mezclas muchas cosas. Vamos por partes, mejor. La pregunta a la que debemos contestar, en un primer término, es ¿qué hacer con el Valle de los Caídos. Tú dices que hay que tirarlo y probablemente ésta sea una medida que muchos españoles –y no tan españoles– contemplen como la única opción viable, siendo esta su manera de demostrar su infinito rechazo (que comparto, no podría ser de otra manera) a la dictadura franquista que se vivió en este país hace no mucho. Pero, ¿de qué sirve derribar físicamente un monumento? ¿Acaso borrar del mapa un edificio –que significa lo que significa, sí– va a arreglar la grave falta que se ha cometido con la memoria histórica en este país? ¿No crees que sería mejor dejarlo en pie pero dándole un uso propicio en consonancia con una Ley de Memoria Histórica digna para aquellos que lo construyeron con sus propias manos?
Daniel: Un monumento a la intolerancia y a la crueldad más absoluta. A los caídos, pero con la brochita de oro del vencedor y glorísisísimo de España. Metemos allí a todos los republicanos fallecidos -primero habrá que encontrarlos- y entonces los del bando nacional dirán que eso no representa y no es un símbolo de justicia y memoria. No habrá mejor monumento que reconocer a las víctimas – de ambos bandos – y darles el lugar con sus familiares, que es lo que se merecen, y menos vanagloriarse de una guerra que aún colea y sobre los que están cimentados el sistema actual español. Aceptemos tu propuesta. Quitamos a Franco de ahí para empezar, ¿no?
Bianca: Quitar al Franco y a Primo de Rivera del Valle de los Caídos sería una buena opción para evitar que éste siguiera siendo un lugar de culto para los que aún hoy lo veneran. Creo que, visto así, sería una muy buena opción. La familia Franco debería hacerse cargo de su cuerpo y enterrarlo, incinerarlo o momificarlo, lo que mejor les venga. Eso sí, en ningún lugar público o en cualquier zona cuyo mantenimiento dependa económicamente del Estado. Franco para los Franco en las tierras de los Franco –y ahora me pregunto a cuánto ascenderá el patrimonio de esa familia si dejamos de contar con todas las posesiones que se adjudicaron durante la Dictadura-. Bueno, siguiendo con la respuesta que te debo: a los asesinados –de ambos bandos, estoy contigo- que habitan en fosas y cunetas hay que encontrarlos. Y hay que hacerlo ya porque vamos tarde. Eso es indiscutible. Después, que los familiares hagan con sus restos lo que consideren apropiado. Insisto de nuevo, hazme el favor de no mezclar conceptos. No quieras argumentar tu postura aduciendo que el actual sistema político está construido sobre el sistema franquista, porque eso es tan indiscutible como lo que te he comentado unas líneas más arriba.
Daniel: No mezclo, es que todo es un enfoque estructural y complejo. No simplifiquemos porque es mucho más profundo. ¿Quiénes son los que se oponen hoy día a recuperar los cuerpos? El franquismo institucionalizado, que precisamente, hoy es la cabeza de nuestro sistema político. El PP, vaya. Hecha esta aclaración, pongamos por caso que Franco y Primo de Rivera son desahuciados del Valle de los Caídos. Ya tenemos revuelo institucional. Metamos todos los restos de los fallecidos en la Guerra Civil dentro de aquel panteón. Tendremos los que protesten porque una cruz corona el monumento, los que digan que por qué se quita a Franco si allí asesinaron todos, etcétera. ¿Está España preparada para una reconciliación? A mí me parecería bien depositar allí todos los cuerpos –la repanocha sería hacerlo ya con nombres y apellidos–, pero tendríamos que ceder cada cual una parte de nuestro orgullo. Y los que más han tenido que tragar siempre han sido los que perdieron. No veo a España preparada para aceptar que los unos y los otros estén en el eterno sueño juntos. Algo que, por cierto, ya ocurre, pues hay fosas dentro de ambos bandos. El Valle de los Caídos, tampoco lo olvidemos, está construido a gusto de un bando, no representativo de los dos que combatieron. Águilas, símbolos religiosos, capillas –y conste que soy creyente, pero el respeto debe ser la religión común a toda la Humanidad–. Es pura ideología del bando nacionalista. Es un monumento construido a la memoria de algunos, no de todos. Son huellas que no pueden borrarse. ¿Por qué no hacemos un nuevo monumento?
Bianca: ¿Un nuevo monumento? Pudiera ser. No obstante, me parecería una pena desperdiciar una oportunidad como la que nos brinda el Valle de los Caídos, y este panteón podría convertirse en un museo a prueba de olvidos. Es memoria histórica viva, de pie y con muchas posibilidades. ¿Qué tal un museo de la dictadura? Un edificio dedicado en exclusividad a la exposición de los hechos que acaecieron en la España de 1936 a 1975. Documentos, partes de guerra, sentencias de muerte firmadas por el Generalísimo incluso poco antes de fenecer… Y sobre todo, esa iniciativa permitiría liberar los documentos clasificados de la Biblioteca de la Abadía del Valle de los Caídos. En definitiva, acercar la verdad a los ciudadanos. Dejar cuatro águilas y varias banderas fascistas en el techo no significa apoyar ni legitimar el Movimiento, se trata de una manera de no borrar un pasado tan presente en nuestro país. ¿Qué mejor manera de conocer lo que vivieron los judíos en la Alemania Nazi que visitando el campo de concentración de Auschwitz? Francamente –y nunca mejor dicho–, considero que es una forma muy ilustrativa y efectiva de recordar etapas tan oscuras de la historia de la humanidad. ¿Qué puede haber más humillante para Francisco Franco y sus secuaces que destinar una obra faraónica que pretendía darles honores a recordar sus atrocidades?
Daniel: Dejar cuatro banderitas, algún águila y demás no es un apoyo al movimiento… directamente; pero indirectamente es una desviación por omisión del opuesto. Metamos, en ese caso, símbolos republicanos. Es lo justo, ¿no? Se trata de construir un homenaje a todos los caídos. No sólo hay que hacer un museo de la dictadura, que es una consecuencia –nefasta– de la Guerra Civil, sino que el museo hay que hacerlo de lo que provocó que España se partiese en dos mitades y acabase matándose ella misma. Lo que hay que contar, y estoy de acuerdo contigo, es la verdad y las cosas como son y sucedieron. Desde los fusilamientos franquistas, a las atrocidades que también cometió el bando republicano. Pero hay que ser justos y dejar de lado lo políticamente correcto. Hay una parte especialmente maltratada y necesita un reconocimiento. Hoy por hoy, el Valle de los Caídos no representa una memoria justa, sino un edificio que homenajea al bando golpista, tanto por los muertos ilustres que allí están enterrados, como por los detalles que se observan en uno de los rincones. No es un recuerdo consensuado. Se necesitan demasiados cambios para que el panteón actual sea un homenaje a esas dos Españas que perdieron la vida en una contienda terrible, criminal y sangrienta. El Valle de los Caídos necesita algo más que chapa y pintura. Sería ideal contar con un lugar donde presentar respetos, recordar y aprender. Para no olvidar. Porque no debemos olvidar. Pero, Bianca, ése lugar hoy por hoy no es el Valle de los Caídos. Destrúyanlo, pero no tiren los escombros. Que usen ese mismo material para construir un nuevo monumento, un nuevo panteón. Será, ahora sí, la oportunidad aprovechada que nos brinda el Valle de los Caídos para convertirse en un museo a prueba de olvidos. O mejor aún, en una memoria a prueba de olvidos.
Bianca: Como igual algún político te lee y te hace caso, voy a ir comprando el billete de autobús para ir a Madrid (que para el de AVE no me llega) y visitaré Cuelgamuros (el topónimo real de la zona donde Franco construyó su mausoleo) antes de que ejecuten este deseo tuyo. Quizás lo haga por simple curiosidad, la misma que me genera las ganas de visitar Auschwitz o el Castillo de San Jorge de Sevilla (donde la Inquisición torturaba a los ciudadanos), pero estoy deseando poner un pie en la Abadía de la Santa Cruz para intentar comprender y sentir más de cerca una época tan importante en el devenir de España. Curiosidad, ganas de saber sobre “todo esto”, eso es. Las pirámides egipcias fueron construidas por esclavos, y el hecho de que hoy sigan en pie no es una manera de loar una conducta esclavista, sino que representan una parte de la historia de la humanidad y gracias a ellas, a los jeroglíficos que ocupan sus paredes o a los objetos que los se encuentran hoy los arqueólogos podemos saber de dónde venimos. Y esa es, precisamente, una fuente inequívoca de conocimiento, siempre útil y valiosa para una sociedad en la que se adivina imprescindible la información en pos de la verdad para facilitar una reconciliación. Si borramos la historia, ¿cómo nos vamos a educar en sociedad? Fundamentalmente se trata de educar.